Prefacio.

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Dos años. Setecientos treinta días, tanto de luz como oscuridad en aquel encierro. Un lugar donde era imposible no enloquecer, y aun así Dharani lo había intentado.

Lo había convertido en su propósito cuando fue encerrada ahí por orden del Canciller, y esas cuatro paredes grises de la minúscula celda se habían vuelto sus únicas amigas y pilares.

Durante esos años le tocó aprender a ignorar el paso coagulado de las horas en la prisión juvenil, o reprimir sus ganas de armar una segunda revuelta cada vez que los oficiales arrastraban a un nuevo compañero hacia la escotilla.

Chicos como ella que yacían atrapados en un recóndito sector del Arca, olvidados por una autoridad sin juicio que, pausándolos en el tiempo, aguardaban sentados la cuenta regresiva hasta sus cumpleaños número dieciocho.

Dharani odiaba esos días en particular. No era divertido ver cómo sus ojos se apagaban a medida que se rendían a lo que les esperaba.

Tampoco le resultaba agradable saber que dentro de un par de meses su cuerpo flotaría por las infinidades del espacio, justo como ocurrió con sus padres dos años atrás. El cuerpo humano, siempre valorado por la humanidad, quedaría pronto sumergido como un ácaro en la inmensidad del universo.

Reducido a la nada, sólo al recuerdo de quien ya no vivía para guardarla en su memoria.

Una memoria que enervada y lastimada, recurría a sus padres todo el tiempo durante su largo encierro.

Las pesadillas la concurrían casi todas las noches, incapaz de borrarse de la mente el cómo sus rostros palidecieron al oír que estaban condenados, y aunque no se acobardaron a la escotilla del Arca, la forma en cómo sus cuerpos se comprimió al salir expulsados no abandonaba sus momentos de ocio más crudos.

¿La habían escuchado? ¿Fueron sus gritos lo último que sus padres alcanzaron a oír antes de morir en el espacio?

Dharani trataba de jamás pensar en eso, aunque le resultaba inevitable.

Pero fuera de eso, todo se había vuelto rutina. Cada mañana consistía en despertar y salir de la celda, usar su tiempo controlado para ir al baño, asistir a algunas actividades escolares, tres visitas a la cafetería para sus comidas y, casi al final de la tarde, regresar a la celda.

«Todo se vuelve rutina después de un tiempo, tanto que comienzas a apreciar el saber que serás flotado. ¡Algo nuevo, por fin!».

Justo como ese día. Al despertar, Dharani notó con el paso del rato que nadie había ido por ella para sacarla de ahí, lo que en un principio asoció con un guardia olvidadizo o un castigo que todavía no conocía. No obstante, al pegar su oído al muro que colindaba al exterior, alcanzó a percibir algo a lo lejos. 

Gritos.

Fuertes gritos de pánico que , poco a poco, se volvían más cercanos.

Habría sido fácil de ignorar, de no ser porque presentía que algo malo estaba pasando afuera. No eran los típicos alaridos de los jóvenes arrastrados hacia la escotilla, sino que parecía más una caravana de la muerte que se iba acercando hacia su celda.

¹𝐐𝐮𝐞𝐞𝐧 𝐨𝐟 𝐀𝐧𝐚𝐫𝐜𝐡𝐲 ↠𝐁𝐞𝐥𝐥𝐚𝐦𝐲 𝐁𝐥𝐚𝐤𝐞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora