SINOPSIS:
Dharani Taylor, una chica de diecisiete años, aguarda su condena como prisionera juvenil en el Arca cuando descubre que varios reclusos serán enviados a la Tierra.
Llamada la "Princesa de la Anarquía", llegará a la Tierra para convertirse...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Dharani suspiró, o al menos eso intentó. Lo cierto era que su respiración se sentía cortada, tal como si alguien estuviese presionando con su pie el pecho de ella.
¿La razón? Había varias.
Se sentía mal por haber visto a Atom morir, tal vez no lo creyesen, pero para ella toda vida importaba. Detestaba aquel profundo pesar que recordar la muerte del obrero que ella había asesinado le dejaba. No podía quitarse de su cabeza los recuerdos de Murphy que habían venido a ella en un sueño, y ahora todo le sabía a melancolía.
¿Y Bellamy? Ese era un caso aparte. Podía intentar negarlo, pero el simple hecho de que aquella mágica cercanía que ambos habían sentido en la cueva ahora estuviese rota producto de las palabras de Octavia le dolía.
Tal parece, esta sería su noche de pesar.
Su rostro lucía fatigado, incluso deprimido, cuando entró en la nave, rápidamente intentando esconderlo detrás de una máscara de indiferencia.
Estaba ahí por Jasper y por Octavia.
El adolescente seguía dormido y, ahora gracias a los nuevos métodos de Clarke, ella le daba el brebaje de la medicina que había preparado para él.
―Lamento mucho lo de Atom ―murmuró la rubia, ganando apenas la atención de Octavia.
Tras esas palabras, Dharani sintió una puñalada en el pecho. Era como si le recordasen su fatídico error.
―Supongo que tendremos que acostumbrarnos a que la gente muera aquí, ¿no? ―pronunció Octavia, ganándose un suspiro de todos los presentes. Eso parecía un sí. Acabó por inclinarse en dirección a Jasper―. Pero tú no. ¿Me oíste? Tú no puedes morir.
La adolescente se empecinaba en limpiar su sudor cuando Dharani se sentó a su lado, dudando sobre si dejar una consoladora mano sobre su hombro o no.
Ella poco sabía de empáticos sentimientos, estaba acostumbrada a la constante lucha por la igualdad que había olvidado algo: ser adolescente.
Por ello, su mano dudó antes de posarse sobre el hombro de la chica y, contra todo lo que Dharani creía, Octavia no la rechazó.
Con una mirada amistosa parecieron dejar atrás lo que minutos antes había ocurrido en plena entrada del campamento.
―En verdad, yo... lo lamento mucho, Octavia. Lo intenté, intenté cuidar de él, pero no pude ―murmuró Dharani, ganándose una entristecida mirada de ella―. Llegó ese aire raro, y con tu hermano empezamos a correr. Nos escondimos en una de las cuevas como el resto de los chicos, y cuando salimos, comenzamos a buscarlo. Creímos que él...
―Lo sé. Lo entiendo ―interrumpió Octavia, notando como la voz de la castaña en algún punto se había vuelto débil y vacilante. Hasta recordarlo le dolía―. Creyeron que él estaba con el otro grupo y no fue así. No fue culpa de nadie.
