Capítulo 2: Libertad.

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En voz de Blair

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En voz de Blair

19 de mayo, 2016
7:00 pm
Laboratorio clandestino, Rothrock State forest, Pensilvania.

—Yo sé, yo sé que tienes miedo. Tu corazón, tu cabeza, tu alma, tu cuerpo... ellos no— comencé a cantar o eso pretendía hacer, pues mi voz cada vez sonaba más apagada —. Ellos no, ellos no serán cuidadosos, pero... Supongamos que no me conoces.

Sí no me falla la memoria, llevo dos días parada, atada de manos y con los ojos vendados, sin comer ni beber agua. Estoy en el cuarto de aislamiento, esta habitación es sofocante, esta bien sellada que no me deja escuchar a los guardias o científicos. Me castigaron porque salieron mal los análisis de sangre que me hicieron, alegando que no era posible que mi organismo rechazara todo lo que me inyectaban.

Antes un científico me ponía las canciones que sonaban en la radio, pero le descubrieron y ya jamás volví a verle, era el único ser que me trataba decentemente. Ahora para no volverme loca tengo que cantar o hablar hacia la cámara de seguridad, sé que me escuchan y con eso me conformo. Suspiro con pesadez, estoy cansada física y mentalmente, no entiendo porque me tienen aquí, habiendo miles de billones de personas en el mundo, eligen a alguien que tiene miedo a quemarse mientras cocina.

Escucho como quitan el seguro de la puerta, alguien esta entrando, tal vez me levanten el castigo o solo vienen a llevarme al baño. No me importa, cualquiera de las dos opciones es mejor que seguir aquí. Espero que a que se aproxime un poco más para poder hablar, no quiero gastar más saliva en vano, ya que tengo la garganta seca.

—¿Podrías darme un poco de agua? Por favor— sé que me la negaran, pero no pierdo nada con preguntar —. ¿Hola? Sé que hay alguien aquí, escuche el pasador de la puerta.

—Te voy a dar algo mucho mejor y tú me darás poder.—  dijo un hombre, su voz no sé me hace conocida, pero eso no es lo que me aterro, lo que me aterra fue eso de que yo le daré poder

De pronto siento algo afilado entre mi pecho y a los pocos segundos un pequeño ardor, me había cortado. Podía sentir el hilo de sangre recorrer mi pecho y después sentí la respiración de aquel hombre sobre mi piel. Comenzó a lamer la sangre que salía del corte, me sentí sucia, enojada por no poder defenderme, las lágrimas brotaban de mis ojos.

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