Capítulo 41: Carmesí

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En voz de Génesis

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En voz de Génesis

Cada vez estoy más cerca del final. Un final incierto para mí, un final distinto al que mi padre hubiera pensado. Con cada paso que doy, estoy más cerca de Dante.

— ¡Ya muérete! —exclamé con fuerza mientras enterraba el filo de mi cuchillo sobre la cabeza de un zombi que se me echo encima.

Estoy enojada a un nivel jamás visto desde que desperté en aquella isla. Que Ada este aquí me preocupa, pues solo puede significar dos cosas: dejó a mi hijo con algún desconocido sin importarle que su sangre es especial y por lo tanto es un blanco fácil, o, sigue trabajando para Ian. Ninguna de las dos opciones es de mi agrado.

Además de que ella es de nuevo joven. La recuerdo bien y era más hermosa, de seguro Leon ya la perdonó y en estos momentos este babeando. Tenía que ser idiota, él no sabe negarse ante una cara bonita.

— ¡Vengan con mamá!

Dos zombis se acercaron con claras intenciones de comerme, lástima que no esté incluida en el menú. No quiero gastar munición en ellos, son inferiores que no vale la pena, pero no me puedo arriesgar que muerdan a mis amigos.

El coraje vuelve a mí cuando recuerdo que el idiota de Leon apagó la radio. Bien podía estar metida en una trampa, a punto de morir aplastada o intoxicada y él, a saber, que estuvo haciendo con ella. Menudo padre le di a mi hijo.

Con gran facilidad le arranque la cabeza a un zombi de una patada. Comencé a llorar por culpa del enojo, haciéndome enfadar más. Mi padre tiene razón al decir que los que lloran son débiles, pero yo no pienso formar parte de ese grupo.

Tomé de la camisa al pobre infeliz que alguna vez fue un científico y lo alcé en el aire, con una mano empuñé mi cuchillo de combate y lo enterré en su abdomen. No conforme, lo saqué y lo volví a enterrar... una y otra vez.

— ¡¿Por qué no soy suficiente?! —Como era de esperarse, solo recibí un balbuceo que sonó más bien a un chillido por parte del zombi—. ¡¿Por qué no puedo ser lo que todos esperan de mí?!

Estaba fuera de mí, no era consciente de lo que estaba haciendo. Esta vez no me conforme con encajar el cuchillo, quería que aquel ser sintiera algo de dolor, algo que se comparé con mi dolor emocional. Enterré el cuchillo hasta el fondo y lo deslicé hacia arriba. Sentí húmeda y tibia mi mano, no tenía que mirar para saber que se trataba de sangre.

Volví a sacar el cuchillo y repetí el proceso, mi blusa debía estar manchada de rojo pues comienza a pegarse contra mi piel. Aquel zombi seguía mirándome como si nada hubiera pasado, seguía balbuceando, sin embargo, podía escuchar su insistencia por conseguir comida.

—Tal vez soy otro fracaso más en la larga lista de armas biológicas. —Sonreí mientras sentía sus manos frías sobre mis brazos—. Yo les mostraré a todos que no soy un fracaso. Yo puedo ser el arma definitiva.

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