Al final mis sospechas eran ciertas. No se lo diría a María, pero su reacción me parecía exagerada solo por haber tenido sexo con un hombre. ¿En serio, lo dices tú? A veces odiaba los pensamientos de mi maldita cabeza.
A Tania si pareció cogerla totalmente por sorpresa pues comenzó a bombardear con miles de preguntas a María. Algunas más fáciles de responder que otras.
–¿Cómo surgió? ¿Qué pasó para llegar a la cama? ¿Te gusta Álvaro? ¿Es bueno en la cama? –cuando escuché esa última pregunta casi escupo el tinto de verano. Tú puedes responder a eso.
–Estábamos discutiendo por la limpieza, el muy guarro llevaba tres días sin cumplir el horario de limpieza que establecimos. De repente la discusión subió de tono, mezclamos temas y antes de que me diera cuenta estábamos en la cama.
– ¿Y cómo está la situación entre vosotros? –pregunté intentando calmar un poco la situación.
–Mal, no puedo mirarlo, ha intentado hablar un par de veces conmigo, pero lo he evitado, ¡me odio!
–Solo fue un polvo, no te puedes odiar por ello–Tania no parecía enterarse de la película.
–Tania, me odio porque quiero repetir. Me atrajo desde el primer día que le vi, pero su entorno no me gusta. Sin mencionar que cuando se lo propone es un verdadero imbécil que me saca de mis casillas.
–Creo que deberías poner en una balanza los pros y los contras, y lo que más te pese pues... ya sabes–no sabía si ese era un buen consejo, pero fue lo único que se me ocurrió.
La situación era más complicada de lo que parecía, no se trataba de unos chicos normales que podían decidir estar juntos o no, sino de dos personas totalmente diferentes, sería muy egoísta por parte de María pedirle a Álvaro abandonar a sus amigos, igual sería injusto que María por él, entrara en un mundo que odiaba, del cual había intentado alejarse lo máximo posible. Para mí su postura ante mis amigos era exagerada, pero la respetaba. Sabía que no se consideraba superior, simplemente no tenían nada en común.
Estaba totalmente segura de que Álvaro se moría por mi amiga, había contemplado en más de una ocasión como la miraba cuando ella estaba distraída. Era una mezcla entre deseo y admiración.
– ¿Si él te pidiera que no te marcharas, te quedarías? –preguntó Tania, no creía que fuera una pregunta acertada, en el estado de confusión en el que estaba María, no era bueno plantearle cuestiones tan duras.
–No lo sé–abrió los ojos como platos–¡Madre mía! No lo sé. Estoy más pillada de lo que creía–las tres estábamos alucinando. Eso no me lo esperaba para nada. Pensaba que se trataba de una atracción física fuerte.
No quisimos presionarla más e intentamos cambiar de tema, en concreto intentamos enfocarlo al coqueteo que tenía Tanía con el camarero.
El cambio de tema nos duró cinco minutos. María no hacía más que pedirnos una solución, como si nosotras tuviéramos una bola mágica y supiéramos que era lo mejor para ella.
Mi solución era que ambos se sentaran y hablaran sinceramente de sus sentimientos y de hasta donde serían capaces de llegar por aquello que ambos sentían.
Estaba tentada a hablar con Álvaro, éramos muy amigos y teníamos la confianza suficiente para hablar de cualquier tema, pero no creía que fuera correcto meterme en una relación ajena. Por otro lado, no era meterme, solo quería saber sí Álvaro también estaba confundido o solo había sido sexo.
Terminamos de comer y nos marchamos. Cuando salimos fuera, María nos abrazó con fuerza, primero a mí y después a Tania a la vez que nos daba las gracias por escucharla e intentar ayudarla.
Apenas dejé a Tanía en su casa, me dirigí al parque en el que había quedado con Álvaro. Durante el postre, sin que ellas se dieran cuenta, le envié un mensaje. Le dije que quería hablar con él y aunque me insistió bastante para saber de qué se trataba, no le dije que el tema de conversación sería su noche loca con mi amiga.
Nos saludamos con dos besos en la mejilla y él me miró como si me estuviera pidiendo perdón. Esos dos eran demasiado extremistas, eran maestros de armar drama. Lo liaban todo en vez de sentarse a aclarar las cosas como dos personas adultas y maduras.
–Ya lo sabes ¿verdad?
–Sí ¿Qué piensas hacer?
–He intentado hablar un par de veces con ella, pero me huye–eso ya lo sabía, quería escuchar novedades.
–Tienes parte de culpa de que no soporte ciertas cosas. Amenazarla con llamar a tus amigos para destrozar su habitación no da buena imagen–aquel episodio fue muy divertido pero mi amiga no lo entendió como una broma.
–Lo sé–apartó la mirada. Parecía haberse avergonzado.
–Pues díselo–dije con obviedad.
–No es tan fácil. No puedo dar la espalda a todo lo que me rodea por una persona, son mi familia. Sin ellos no sé dónde estaría ahora mismo.
–No te estoy diciendo que le des la espalda a nadie. Solo intenta que entienda que no eres un delincuente y que tus amigos no van a destrozarle nada pedazo de tonto–me sentía como si estuviera regañando a un niño pequeño. Apenas era capaz de sostenerme la mirada. Empezaba a creer que ponía a nuestros amigos como excusa para no enfrentarse a sus sentimientos.
–Sigo pensando que no es tan fácil–se levantó del banco donde estábamos sentados. Parecía nervioso, caminó unos pasos, pero rápidamente volvió a sentarse.
–¿Sabes que ella se va de viaje?
–Te gusta atormentarme–no pude evitar reírme. No quería hacerlo sufrir, solo quería que comprendiera que no hacer nada no era una opción.
–No debería decirte esto, pero...–esperaba que aquella confesión no me trajera problemas, no solía meterme más de lo necesario en los problemas ajenos, pero cuando se trataba de dos personas tan importantes como ellos, lo veía más que necesario. El fin justificaba los medios, al menos en esa ocasión sí–. Quizás eres más para ella que un simple polvo–eso sí que captó su atención.
– ¿Le gusto? – Resoplé. Tenía que estar haciéndose el tonto, era una indirecta demasiado directa como para que no sacará conclusiones por su cuenta.
–Puede ser–no le iba a decir exactamente las palabras que había empleado mi amiga para describir sus sentimientos por él. No era a mí a quien le tocaba hacer eso, sino a ella, yo simplemente le había dado una pista a ese bruto.
No me dijo nada, pero cuando nos despedimos me dio las gracias y pareció marcharse con las ideas bastante claras. Le pedí que no le contara nada de aquella conversación a María, me dio su palabra de que no lo haría.
También comentamos que sería mejor que ella nunca supiera lo que pasó entre nosotros, haríamos como si nunca hubiese pasado, total juraría que nadie a parte de nosotros sabía que habíamos mantenido relaciones sexuales, pero solo fue una vez y fue un error.
Se había hecho bastante tarde, lo único que quería era llegar a la casa y tumbarme en mi cama, había sido un día bastante ajetreado, me sentía cansada de tantas emociones.
Miré mi móvil, no tenía ningún mensaje ni llamada perdida de Ross, sabía que no debía hacerme ilusiones ni esperar que él se acordara de mí a cada instante, pero no podía evitarlo, no sabía cómo enterrar aquellos sentimientos que habían aflorado en lo más profundo de mi interior.
Así me pasé el resto de la noche, mirando el móvil hasta que comprendí que al menos ese día no tendría noticias de él.
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Jugando con la ley
RomanceMi hermano murió. Desde ese día me dediqué a sobrevivir a una vida teñida de gris. Uno de esos fríos días, a altas horas de la madrugada, fui detenida por un policía y gracias a ello, por unos instantes recordé lo que era el orgullo. Como si la vida...