Capítulo 11. 2ª parte: Mayday mayday Houston tenemos un problema

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Tania al contrario que yo no se quedó bloqueada, agarró a María del brazo y se la llevó de allí antes de que explotara la bomba alcoholizada.

Por suerte cuando me acordé de la carne aún no se había quemado, estaba un poco tostada, pero se podía comer. No era mi culpa, no recordaba haber contratado a dos bufones como espectáculo.

Antes de que pudiera recriminarle a Álvaro su actitud infantiloide, huyó de mi lado, probablemente se imaginaria lo que le iba a decir. Aquella discusión de niños de cinco años que habían tenido no se parecía en nada a lo que habíamos hablado. Supuestamente le gustaba y ese no era el camino para conquistar a la persona que te gusta sino para alejarla. Su reacción a mí parecer fue exagerada, a fin de cuentas, lo único que hizo María fue hablar con dos chicos, si pensaba que con el primero tenía toda la intención de molestarle, pero no pensaba que tuviese esas mismas intenciones cuando charló con Joseph.

Por fin terminé la última parrillada de carne, la metí en la olla y con un grito los llamé para comer. No había sitios asignados, conforme fueron llegando se sentaron. No sabía si era el destino o simplemente que se buscaban sin poder evitarlo, pero Álvaro se sentó al lado de María. Con rapidez Tania se sentó al otro lado de ella cuando vio las intenciones del melenudo de antes.

Para mi sorpresa y agrado la comida fue bastante bien y divertida, no volaron los cuchillos, por el contrario, todos contamos alguna anécdota graciosa que habíamos vivido.

Además de la comida, también compré dos tartas, una de merengue y otra de nata y chocolate que había dejado en el frigorífico para que no se estropearan. Cuando terminamos con la carne fui a por ellas y le pedí ayuda a Sandra para traer los platos pequeños y cucharas.

Corté varios trozos de ambas y los fui ofreciendo, cuando le di su trozo a Álvaro, me llamó la atención que cogiera el plato con la mano izquierda porque él era diestro, no pude evitar dirigir la mirada hacía su otra mano. ¡La madre del cordero! ¿Me estaba volviendo loca o le estaba metiendo mano a María por debajo de la mesa? ¿Cómo podía ser tan descarado? ¿Y cómo María lo permitía? Normalmente ella no era tan desinhibida, era increíble lo que podía llegar a hacer el alcohol.

Intenté hacer caso omiso a lo que acababa de ver y seguí repartiendo tarta como bien pude.

Más tarde, muchos se tumbaron en las tumbonas a tomar el sol y otros nos lanzamos a la piscina. Como siempre, Joseph comenzó a picarme para que hiciéramos competiciones para comprobar quien nadaba más rápido.

– ¿Cómo van las cosas con Sandra? –acabábamos de hacer la primera carrera y había ganado él, no paraba de burlarse de mí, pero le ganaría, no pensaba salir de esa piscina hasta que al menos le ganará un largo.

–Nunca pensé que confesarle tus sentimientos a una persona fuera tan difícil. Ya lo he intentado en dos ocasiones, pero no he sido capaz–parecía apenado y a la vez no, era una mezcla rara, no sabía muy bien cómo interpretar su cara.

–Cuando sea el momento lo sabrás y las palabras saldrán solas, no te desesperes–al menos eso era lo que pensaba.

Después de cinco carreras, conseguí ganar una, por supuesto Joseph me pidió la revancha, pero me negué, estaba muy cansada para seguir nadando, apenas sentía ya los brazos, mi estado físico era un poco lamentable.

Más tarde, con el pan que había sobrado, fui a ver qué embutidos había por la cocina y preparé unos cuantos bocadillos que dejé en la mesa, cogí uno y me lo comí con tranquilidad mientras observaba a Joseph y Sandra, realmente se veían muy bien juntos, ella parecía más feliz cuando él estaba cerca.

Jugando con la leyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora