Capítulo 12. 2ª parte: Una historia muy larga y ser paciente.

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–No puedes decirme algo así para después no decir nada.

–Lo siento Alejandra, no me corresponde a mí–sin más se largó. No podía soltar una bomba de ese calibre y después marcharse. Era casi cruel, ¿Qué se suponía que debía esperar? Empezaba a llevar mejor la situación, incluso había comprendido que no debía esperar nada de mi madre y venía él a removérmelo todo de nuevo, a crearme una mínima esperanza que con el tiempo lo único que me provocaría seria dolor. Se me quitó hasta el hambre, guardé el sándwich que me había preparado mientras hablaba con mi padre y me marché a mi cuarto.

Fue bastante complicado, pero me juré que no le daría importancia a aquello hasta que el día indicado llegara. Me sentía muy bien conmigo misma, mi relación con mis amigos era genial, me divertía y aunque quisiera dejarlo para el último lugar, no era lo menos importante, tenía una especie de relación sexual de la que gozaba como nunca en mi vida, con un hombre impresionante que me volvía loca, y pensaba seguir disfrutando de todo aquello sin permitir que fantasmas del pasado lo estropearan.

No fue muy inteligente por mi parte pensar que el momento íntimo que habíamos vivido Daniel y yo al contarle el calvario que había sido mi vida los dos últimos años nos uniría más. Había pasado una semana desde la última vez que nos vimos y no había tenido noticias de él, ni tan solo un triste mensaje. Tú tienes dedos, también puedes escribir mensajes. No me atrevía a hacerlo por si le molestaba o pensaba que era una pesada que no podía estar sin él unos cuantos días. Había momentos en los que olvidaba que no era mi pareja, me era un poco complicado entender que podías tener otro tipo de intimidad con una persona con la que simplemente te acostabas porque nunca antes me había pasado algo similar. Empezaba a comprender que él era con el único hombre de verdad con el que había estado. Compararle a él con mis antiguos amantes era dejar al resto a la altura del betún. También temía que después de él no considerara a ninguno lo suficientemente bueno, pero eso era algo que nunca diría en voz alta y mucho menos a Daniel, no iba a incrementar su ego.

Pero sin duda eso no era lo peor, no echaba de menos compartir una noche salvaje con él, bueno... eso también, pero sin duda lo que extrañaba era estar sentada con él y charlar tranquilamente, pero no solo de mí, quería conocerle a nivel personal, saber que le gustaba hacer, como era su relación familiar, sus sueños, en fin, todo ese tipo de cosas que supuestamente no deberían importarme ¿Te das cuenta de qué empiezas a hablar como una tonta enamorada?

Cuando me daba cuenta de que llevaba horas tumbada en mi cama pensando y fantaseando con él, agitaba con fuerza la cabeza e intentaba pensar en otras cosas, inmediatamente venía a mi cabeza la conversación con mi padre, pero como tampoco quería pensar en eso, volvía a agitar la cabeza y el siguiente tema en mi guía eran mis amigos, en especial María y Álvaro, a pesar de todo no había olvidado lo que vi mientras partía la tarta. Me hubiera encantado picarla un poco con el tema, pero a los dos días de la barbacoa quedamos las tres para ir a la playa y nos contó que las cosas con mi amigo se habían puesto muy feas. Cada uno se fue al piso que compartían por su lado, pero cuando ambos se encontraron tuvieron una discusión muy fuerte en la que se dijeron cosas muy duras que María no quiso repetir. Lo último que supe fue que no se dirigían la palabra ni para discutir, lo que me hacía entender que en esa ocasión la pelea era de verdad y que no la solucionarían teniendo sexo y dejando pasar de largo el tema, si ambos no ponían de su parte al final lo que fuera que tuvieran dejaría de ser divertido para convertirse en algo muy toxico de lo que sería mejor huir.

Bajé a desayunar como todas las mañanas y me quedé muy sorprendida con el desayuno de reyes que había preparado mi padre, se había esmerado en la decoración. En un plato había tostadas y al lado mantequilla y dos tipos de mermelada, supuse que sería porque yo era adicta a la mermelada de fresa y mi madre a la de melocotón, pero ahí no acababa la cosa, también había hecho gofres con chocolate, había preparado tres copas de macedonia y un rico olor a café inundó mis fosas nasales. Debía estar muy contento para haberse tomado tanta molestia, era cierto que siempre preparaba buenos desayunos, pero nunca tan elaborados. No me iba a quejar, estaba encantada y con la boca echa agua, apenas sabía por dónde empezar. El gofre de chocolate, el gofre de chocolate.

Jugando con la leyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora