Pensé que todo había sido una broma, pero no. Daniel había organizado una comida con sus padres. Cuando me llamó por la mañana y me pidió que me arreglase para ir a comer con ellos, pensé que me estaba tomando el pelo. Hizo falta media hora hasta que por fin me di cuenta que iba en serio, fue justo el momento en el que entré en pánico. No estaba preparada y mucho menos sin tiempo de antelación.
Sobre las doce del mediodía pasó a recogerme. Sus padres vivían a una hora y media, lo que era peor, demasiado tiempo para seguir dándole vueltas. Sabía que no se trataba de una comida con mis suegros puesto que realmente no lo eran. Daniel parecía tomárselo como un juego, un modo de ponerme histérica, cosa que parecía encantarle.
–Tranquilízate. No vamos a comer con Hitler y Eva Braun, más o menos.
–No me ayudas–estalló en carcajadas. Me encantaba verlo reír aunque dejaba de encantarme un poco cuando recordaba que esas carcajadas eran a mi costa.
–Por cierto, tienen un perro. Se llama Capitán. Ni se te ocurra quejarte de él o ponerle mala cara. Tiene más derechos que tú en esa casa y probablemente más que yo.
–Eso sí que es ser exagerado.
–Es en serio. El perro es sagrado.
–Anotado. Dame más datos para no meter la pata–
–Mi padre es un hombre tranquilo. Se pasa el día en frente de la chimenea escuchando la radio mientras fuma puros, probablemente serán los que lo lleven a la tumba
–Que bestia eres.
–No pasa nada, morirá haciendo lo que más le gusta. Probablemente la comida le haga menos ilusión que a ti. Por cierto, si saca el tema, ni se te ocurra hacer un comentario negativo sobre Pedro Piqueras–no sabía si se estaba burlando nuevamente de mí, pero por si acaso colocaría a Pedro Piqueras en la zona privilegiada junto con Capitán.
–¿Y tu madre?
–Es un poco impredecible. Puede estar sonriéndote, pero odiándote por dentro.
–Mi padre al lado de los tuyos es un corderito–volvió a reírse y asintió dándome toda la razón. –Tampoco le pongas mala cara al loro.
– ¿También tienen loro?
–Sí. Colón y es un loro bastante especial–genial, cada vez me apetecía menos y lo peor era que no tenía ningún derecho a negarme. Ojalá no hubiera aceptado comer con mi padre, mejor dicho, ojalá me hubiera negado al capricho estúpido de mi padre.
–Si puedo con un dolor de ovarios, podré con esto–Daniel me miró un segundo impresionado. Creo que era la primera vez que hacía un comentario de ese tipo delante de él.
–Hemos llegado–la casa se veía antigua a la vez que bonita y bastante grande. Tenía sitio para aparcar al menos cuatro coches y contaba con jardín delantero.
Daniel abrió la puerta y me pidió que esperara en la entrada mientras él buscaba a sus padres.
–Hola Hola–miré en todas direcciones, pero no veía a nadie–Hola Hola–me di la vuelta y vi al famoso loro en su jaula. Me acerqué a él con mi mejor sonrisa.
–Hola Colón. Yo soy Alejandra–me pareció muy ridículo presentarme a un loro. Me agaché un poco para observarlo mejor.
– ¡Golfa! – ¿¡Qué!? Ese maldito loro acababa de insultarme a pleno pulmón.
–Que gracioso el jodido loro. Reconócelo, es más gracioso que tú.
– ¡Alejandra se la chupa a Dani! ¡Alejandra se la chupa a Dani!
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Jugando con la ley
RomanceMi hermano murió. Desde ese día me dediqué a sobrevivir a una vida teñida de gris. Uno de esos fríos días, a altas horas de la madrugada, fui detenida por un policía y gracias a ello, por unos instantes recordé lo que era el orgullo. Como si la vida...