James Muller:
Comenzamos por tratar de ubicarla. El FBI tenía una dirección, pero no podíamos aparecernos así nada más. Empezamos por seguir a Natalia, intervenimos su celular, cada paso que esa mujer daba es rastreado por nosotros. Hay personas de confianza trabajando para nosotros, tanto del FBI como de La Academia. Hemos investigado con suma atención a cada persona que escogimos para este trabajo, también, nos hemos dado por enterados que más de un diez por ciento de las personas en La Academia son cómplices de Natalia y su padre. Sobre todos los más altos ejecutivos. Ahora entendemos por qué odiaban la idea de que Sebastián Lerman fuese jefe principal de la institución.
La seguimos por semanas sin resultados algunos, pero sabíamos que no se ocultaría por mucho tiempo. Mi pulso empezó a acelerarse cuando salió del país y tomo un avión privado a un lugar desconocido para muchos, pero del que ya teníamos conocimientos pues sospechamos de él.
Casi veintitrés horas de viaje hizo, desde Inglaterra a Nueva Zelanda. Caminaba de un lugar a otro. Esa bendita mujer hará estallar mis nervios.
—Se los dije... —Dice Christoph cruzado de brazos con una sonrisa de suficiencia en su rostro. Mira la pantalla que nos da la ubicación de Natalia, todo lo que usamos en lo último en tecnología del FBI.
Toma un barco carguero que la lleva hasta unas pequeñas islas llamadas Tokelau. Este archipiélago formado por tres atolones coralinos que juntos no suma ni 10 kilómetros cuadrados de tierra emergida viven casi 1.500 personas. Pero no hay aeropuerto ni línea marítima alguna con Nueva Zelanda, país del que dependen. La única conexión con el mundo es el carguero que llega cada pocos meses. Y allí iba ella. Sabia a la perfección cuando el barco salía y es cuando viaja para ver que todo vaya como ella quiere.
Tenemos un dron casi invisible que la sigue. Cuando llega a la isla y desembarca saluda a dos tipos que estoy seguro he visto en La Academia. Después de percatarse que nadie los observa emprenden su camino adentrándose a la isla. Todos miramos la gran pantalla frente a nosotros, con gestos inexpresivos, pero yo, personalmente, asustado hasta la mierda.
Llegan a un pequeño lugar que parece una cafetería y se adentran a él, luego de unos minutos que se me hacen eternos, con una de mis manos empuñadas sobre mi boca tratando de ocultar el temblor en ellas y con mi cuerpo temblando por la sensación tan abrumadora que me envuelve, todo llega a nosotros...
No vi la reacción de las otras personas en la habitación, pero deje de respirar... la sensación de vértigo, sentir que no tengo fuerzas en mi cuerpo, la calidez tan abrazadora que me envolvió, al punto... al punto de ver borroso y no sabía si eran por las lagrimas sin derramar en mis ojos o por todo lo que mi cuerpo sentía en el instante.
Era ella, mi Alaía. Lucia mucho más delgada, su cabello estaba un poco más largo y la palidez en su rostro, las bolsas oscuras bajo sus ojos y estos últimos tan apagados me hacían saber que no estaba bien, nada bien. Va muy abrigada, bastante. Con guantes, gorro, un abrigo grueso, pantalones y botas. Mi respiración es agitada y ruidosa, tiemblo, mi cuerpo tiembla.
— ¡Esta viva! James, mi hermana está viva. —Dice Adolfo levantándose de su asiento. Supongo no había asimilado la noticia.
Yo no paro de mirar la pantalla que me la muestra, quiero empaparme de su imagen, de ella. Alaía estaba viva. No había muerto en esa terrible caída. ¿Qué carajos había pasado? ¿Cómo logro engañarnos? Yo no la vi, no lo hice porque su hermano Bruno no me permitió hacerlo, pero, ¿de verdad se había dejado engañar de esta forma? No la iba a volver a perder, Bruno ahora me importaba una mierda.
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The Academy
Ficção AdolescenteAlaía Lerman es la hija de un ex agente de la interpol, uno de los mejores en su época. Ella, una chica que cumple con todas las ordenes de su padre, con excelentes notas y destinada a estudiar en una de las mejores universidades del estado. Pero la...