Capítulo 2 - Responsabilidades

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La madre de Destiny me recibió en el umbral de su hogar.

- Taehyung... -la Señora Novotny se apoyó en sus talones para quedar a mi altura- lo siento, cariño.
- Necesito ver a Destiny...-pasé mis manos por mi rostro, quitando toda evidencia de llanto.
- Claro, pasa...-se puso de pie y me dejó entrar.

Subí las escaleras y entré a su habitación. Allí estaba, abrazada a su muñeca, llorando sobre su cama.

- Destiny...-musité caminando hacia ella.
- No quiero irme, Tae...
- Lo sé...-me senté al lado de ella y la abracé, ambos deseando que ese abrazo jamás terminara.

A la semana, ella y sus padres estaban por irse. Los dos estábamos tomados de la mano mirando como el Señor Novotny subía los últimos bolsos.

- Siempre serás mi mejor amiga, Destiny...-le prometí sin quitar la vista de su camioneta. Ella lloriqueó un poco más.

La ayudé a subirse al asiento trasero y cerré la puerta. Destiny apoyó su pequeña mano en el vidrio y yo hice lo mismo.

- No te olvidaré, ¿oíste?, ¡nunca! -grité a través del vidrio para que me oyera, ella solo asintió y dejó caer su mano que yacía en el frío cristal. Y se fue, dejándome solo en el camino de tierra.

Pasaron catorce años, ella nunca volvió y yo nunca la volví a ver. Pero seguía firme con mi promesa, no había un solo día en el que no pensara en ella.

Jimin y Hoseok, que eran mayores que yo, ya estaban casados y felices en sus hogares que estaban situados en diferentes ciudades. Mis padres continuaban trabajando en nuestro campo, pero yo decidí ayudar a la abuela Mary que se había quedado sola y no tenía la fuerza suficiente para administrar todo un campo. Así que me mudé con ella a mis quince años, claro que siempre visitaba a mis padres, pero casi siempre estaba arreglando las máquinas sembradoras o alimentando al ganado.

A mis veinticuatro años, manejaba todo un agro y colaboraba con el de mis padres.

- Disculpe, ¿Señor Kim? -salí de debajo del tractor para observar al hombre de traje.
- Sí, ¿qué necesita?- me incorporé y limpié la grasa negra de mis manos en mi camisa sucia.
- Soy del departamento de finanzas -mostró su tarjeta y la tomé con cuidado para no engrasarla- me llamo Charles Smith. Vengo para avisarle que su campo será embargado por hacer caso omiso a los innumerables avisos que le hemos enviado.
- ¿Perdón?- alcé una ceja - ¿Embargaran mi campo porque su cartero se perdió entre los pastizales?
- Señor Kim, hay documentos recientes que dicen que usted recibió los recibos y que no los pago.
- ¡No los pagué porque los estúpidos recibos nunca llegaron! -sentía que la vena de mi cuello comenzaba a latir.
- Cálmese por favor...
- ¡No me calmaré nada!, ¡Lleve su maldito trasero de regreso a la cuidad y no vuelva!- tomé la caja de herramientas y le di la espalda.
- Sé que está enfadado, Señor. Pero lo mejor será que se busque a un abogado ya que el departamento de finanzas le pondrá una notificación y luego nos veremos en el juzgado. -sonrió maliciosamente, creo.

Bufé y continué caminando hasta entrar a la casa.

- ¿Quién era, pequeño Taehyung?- la abuela Mary continuaba llamándome de la misma forma que lo hacía desde que yo tenía cinco años. Sin mencionar que toda mi familia decía que era un niño en cuerpo de hombre, pero para ella siempre sería el "pequeño Taehyung".

Pensé en contarle la verdad, pero ya estaba con otros problemas la pobre ancianita. No le vendría nada bien saber que su amado campo iba a ser embargado.

- Nadie importante, Mary. Todo esta bien, eso sí, mañana tendré que irme a la cuidad por unos días...
- ¿Y me dejarás sola?-sus manos arrugadas tomaron firmemente las mías.
- Por su puesto que no, abuela...-sonreí sentándome sobre mis talones para quedar a su altura, ya que ella se encontraba sentada- Le diré a mis padres que se queden contigo estos días, ¿de acuerdo?
- Mientras vuelvas pronto, estará bien...-me iluminó con su imperfecta dentadura-, sabes muy bien que eres como un nieto para mí, después de Destiny, claro.

Sonreí con desgano. No había recibido siquiera una carta de ella desde que se había ido hacía catorce años.

- ¿Te podrás manejar bien en la ciudad, pequeño?- me sacó de mis pensamientos.
- Por supuesto que sí, abuela... -besé sus manos.

Al otro día me levanté temprano, como siempre, cuando el gallo comenzaba su quisquilloso canto. Empaqué mis camisas - las que no estaban rotas ni manchadas con grasa - y algunos jeans, también los dos trajes que usé únicamente para los únicos casamientos que tuve, los de mis hermanos. Estaban como nuevos, los había usado solo en esas ocasiones. El viaje pasó bastante rápido, el cambio en sí era bastante aturdidor, del silencio del campo a la locura de la ciudad.

No me era difícil ubicarme entre tanta locura, varias veces tuve que aparecerme por estos lares para comprar piezas para las máquinas del campo o alimento para el ganado.

La noche anterior había hablado con Jimin por teléfono, él me dio la dirección de la oficina de un excelente abogado que con gusto me ayudaría con este caso. Con bastante dinero en mi bolsillo, alquilé por unas semanas un cuarto de hotel, no muy ostentoso, claro. Me puse uno de mis trajes y me encaminé hasta la oficina del Sr. Garendy.

Interlaced WaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora