Amarlo fue tonto...
Fue como intoxicarme...
Como perderme a mí misma...
Debería ser ilegal enamorarse del diablo... debería, pero no es así.
Y Venus lo sabe a la perfección.
Enamorarse es una mierda y ella vino a demostrarlo.
POV:Venus.
Mi arma apu...
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Me doy una ducha rápida y me visto de igual manera, tomo mi bolso y corro hacia la puerta de la habitación abro la puerta y la cierro, al darme la vuelta luego de cerrarla quisiera cavar un hoyo en el piso y enterrarme en el siete metros bajo la tierra.
Hades Grey está parado en el umbral de la puerta que está frente a mí, con una taza de café y una toalla alrededor de su cintura.
—Buenos días, pringada.—Me saluda, bonita forma que ha tomado el idiota este de decirme "pringada"
Lo miro sin expresión alguna.
—Hola.—Respondo.
Empiezo a caminar por el pasillo cuando su voz me detiene.
—¿No encontraste un cepillo ahí adentro?—Pregunta o más bien se burla.
Mi padre viene subiendo las escaleras, pero al ver mi cara de "Jodete" y ver a Hades unos centímetros detrás de mí, se da la vuelta y grita.
—¡Los espero abajo chicos!
Volteo para encarar a Hades, quien sopla su café y mueve su tasa muy tranquilamente desde el umbral de su puerta, ni siquiera sabía que su habitación y la mía quedaban una frente a la otra.
—Escucha, Grey. —Hago una pausa porque sin querer me quedé mirando sus labios.
Él carraspea.
—¿Decías, pringada?—Respiro profundo al ver cómo me llama.
—Deberíamos establecer reglas. —Propongo.
Me mira ceñudo.
—¿Te refieres a reglas, así como las parejas?
—¡Exacto! Pero sin ser pareja, ya nos estamos entendiendo.—Le sonrió falsamente y ruedo los ojos al darme la vuelta.
—Nos vemos en un rato, Pringada.
Me detengo nuevamente.
—Esa es la primera regla, no me llames así.
Lo escucho reír detrás de mí pero lo ignoro y voy bajando las escaleras cuando escucho a papá gritar.
—¡Tenemos una explosión en la Ave Florida! ¡Vamos, rápido! —Informa, mi padre sale corriendo y se detiene en la puerta, me mira.—Espera a Hades.—Dicho eso se va.
¡Pero, ¿Por qué debo esperarlo?!
Hades baja luego de unos diez minutos los cuales me parecieron una eternidad, baja tan calmado que me desespera.
—¿Podrías mover tu trasero más rápido?
—Eso hago.—Dice calmado mientras acomoda su carnet.
Voy a matarlo, voy a matarlo.
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