Día 11: Una historia satírica

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Los guardias le dieron el alto en las puertas mismas del reino

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Los guardias le dieron el alto en las puertas mismas del reino.

—En nombre del König Wilhelm Von Wolfhausen, quedáis arrestados.

—¿Por qué? —preguntó Cheshire, ladeando la cabeza. Sus ojos amarillos, con la pupila vertical como la de un gato, estaban cargados de auténtica curiosidad.

—Imitar al König. Es ilegal.

—¿Quién lo dice?

—La ley, obviamente.

—¿Y quién dicta la ley?

Los guardias se miraron entre sí. ¿Es que este hombrecillo trataba de tomarles el pelo?

—El... el König —dijo uno de ellos, tentativamente.

—Ya veo —Cheshire asintió, solemne—. El König ha dictado una ley que impide imitar al König. No tiene mucho sentido del humor, ¿no?

Los dos guardias fruncieron el ceño, confundidos.

—En cualquier caso, te vienes con nosotros ahora, cuentacuentos...

—Mi querido señor guardia, hay un error —dijo Cheshire, alzando la cabeza y enderezando los hombros—. Veréis, yo soy una persona que nunca rompería la ley. Por lo tanto, yo no he imitado al König.

—¿Cómo que no? ¡Todos te vieron hacerlo en el festival!

—Yo no he imitado al König, porque eso es ilegal —insistió Cheshire—. Por lo tanto, yo debo ser el auténtico König.

Los dos guardias lo miraron anonadados un momento. Luego, los dos al unísono dieron un paso atrás y se pusieron en posición marcial.

—¡Nuestras disculpas, su Gracia! No os reconocimos.

—Quedáis disculpados —dijo Cheshire—. Pero que no se vuelva a repetir.

Pasó bajo la reja y desapareció en el camino. Los dos guardias se quedaron en sus puestos, esperando para detener al verdadero impostor.

—¿Sabes? —dijo uno de ellos—. Me imaginaba al König más alto.

 Me imaginaba al König más alto

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Relatos detrás del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora