Día 19: Una historia sobre un amor por un objeto

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La niña estaba desordenando su hogar una vez más

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La niña estaba desordenando su hogar una vez más. Hood le hubiera dicho que se fuera, pero lo cierto es que se encontraba demasiado ocupada: uno de los postigos de su ventana se había desprendido con la última tormenta. Así que se encontraba fuera de su cabaña, herramientas en mano tratando de arreglarlo mientras Goldilocks se movía dentro como una luciérnaga atrapada en una lámpara.

—¡Me gusta cómo huelen esas hierbas! ¿Se las puede comer? ¿O son de las que usas para curar las heridas?

Hood se dijo que la echaría ni bien terminara de asegurar el postigo. Por ahora no le molestaba demasiado. Su cháchara acompañaba los golpes de su martillo...

Locks asomó a la puerta con algo brillante entre las manos.

—¡Esta es la más bonita de las dos! —anunció, como si Hood supiera de qué se suponía que estaba hablando. Con un suspiro, la cazadora se dio vuelta a mirarla... y sintió que la sangre le subía a la cabeza.

Locks había sacado su daga favorita de su estuche. El filo impecable brillaba bajo la luz del sol, igual que el elaborado pomo con forma de águila con las alas extendidas. Los ojos rojos del ave parecían mirar a Hood de manera acusadora por dejar que la niña la tocara siquiera.

—¡Dame eso! —exclamó Hood, quitándosela de las manos.

Locks no se inmutó por su brusquedad.

—Mi papá también tenía dagas, pero no eran tan lindas...

—¿Crees que esto es un juguete, niña? —le gritó Hood, exasperada—. ¡No vuelvas a tocarla!

Aquello afectó a Locks por fin. Se calló y bajó la vista hacia sus zapatos.

—Lo siento.

—¡Vete! —le espetó Hood, señalando hacia el sendero—. ¡No puedes estarte quieta y yo no tengo tiempo para cuidar que no te hagas daño!

Locks se marchó cabizbaja y Hood sintió algo parecido a un tirón de culpa en el pecho. Quizá podría haberle explicado que la daga era algo más que una herramienta de caza. Que había sido un regalo de alguien que ya no estaba y no le gustaba que nadie más la tocara.

Pero en fin, no le debía explicaciones a nadie y la niña no debería andar tocando cosas ajenas. Puso la daga en el alféizar y siguió martillando el postigo, quizá con un poco más de fuerza que antes.

 Puso la daga en el alféizar y siguió martillando el postigo, quizá con un poco más de fuerza que antes

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