Día 31: Una historia para la noche de Halloween

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La mujer en los espejos

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La mujer en los espejos


La veía en lo espejos, por el rabillo del ojo.

No siempre. De vez en cuando. De noche, cuando acababa sus deberes en la Sala del Consejo y se retiraba a sus habitaciones, iluminándose con una vela porque los sirvientes ya habían apagado las lámparas de aceite. En las mañanas, mientras su mayordomo lo ayudaba a afeitarse y vestirse. Durante bailes o reuniones con la nobleza, cuando los caireles de la araña tintineaban sobre su cabeza.

Repuesto del sobresalto, se decía a sí mismo que no eran más que imaginaciones suyas: estaba cansado, no había dormido bien la noche anterior, había bebido demasiado vino.

Siempre lograba convencerse.

Aunque a veces, en lo profundo de la noche, no podía conciliar el sueño hasta haber cubierto el espejo en su habitación con una sábana que su mayordomo quitaba al día siguiente sin hacer preguntas.

Por años, la mujer en los espejos no fue más que una visión fugaz, una sombra sutil.

El día que se presentó ante él con una sonrisa roja como la sangre en sus labios y le habló, el König supo que iba a morir.

—Salve, Friedrich Ludolf von Wolfhausen. Que tu hijo reine muchos años.

Los sirvientes acudieron corriendo cuando oyeron el estruendo del cristal al romperse. Le envolvieron los puños con vendas y trataron de meterlo en la cama. Pero él no se calmó hasta que su esposa acudió y le dio de beber un brandy que le quemó la garganta al tragarlo. Entonces, tuvo calma eterna.


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Relatos detrás del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora