Día 13: Una historia sobre una experiencia extracorpórea

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Scarlett cerró la puerta del cuarto con manos temblorosas y con dos patadas, mandó a volar sus zapatos debajo de la cama

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Scarlett cerró la puerta del cuarto con manos temblorosas y con dos patadas, mandó a volar sus zapatos debajo de la cama. No le importaba que la doncella tuviera que recogerlos en la mañana. Ese era su trabajo de todas maneras.

Avanzó en silencio por su cuarto vacío y se sentó delante de su tocador. Las burlas de Charles todavía le sonaban en los oídos.

—¡No puedes ser la princesa heredera! ¡No tienes el pelo como las otras reinas!

Scarlett no debió empujarlo en la fuente del patio. O al menos, no cuando había tantos invitados en la fiesta viéndolos. Su padre la había retado delante de todos como si fuera una niña malcriada y la había mandado de vuelta a su cuarto.

La humillación todavía le hacía arder las mejillas.

—¡Pero Charles no debió decir eso! —gritó, llena de frustración.

—Claro que no —le contestó su reflejo—. Serás una reina. Nadie tiene el derecho de cuestionarte.

Scarlett saltó hacia atrás, derribando la silla. Terminó en el suelo, con los brazos y las rodillas doloridas, pero apenas le podía prestar atención a eso. El corazón le latía desbocado y tuvo que aspirar muchas veces antes de juntar el valor necesario para levantarse y asomarse otra vez por el borde del tocador.

Al principio, su reflejo hizo lo que debía e imitó todos sus movimientos a la perfección. Pero mientras más lo miraba, más le parecía que algo estaba mal. Que la que estaba en el cristal no era ella, sino algo siniestro e incomprensible.

Debería avisarle a alguien. A su padre o a los Cazadores de Brujas. Ellos sabrían lo que eso significaba y la protegerían.

Pero las palabras que había dicho...

Finalmente, su reflejo sonrió, aunque Scarlett tenía los labios apretados.

—Hola, princesa —la saludó—. ¿Quieres que seamos amigas?

 ¿Quieres que seamos amigas?

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Relatos detrás del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora