Día 26: Una historia sobre la vida en otros planetas

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Robin prefería la vista desde el palacio real

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Robin prefería la vista desde el palacio real. En su condado, el castillo estaba rodeado por el burgo que había ido creciendo a su alrededor para satisfacer las necesidades tanto de los campesinos como de sus señores, y si bien había una importante cantidad de bosques llenos de senderos por los que perderse y colinas desde las que admirar el horizonte, era difícil no mirar allí y ver las luces de las chimeneas encendidas, pequeños espejismos dorados alzándose contra las noches estrelladas.

En cambio, desde cualquier balcón del palacio real, con todo el terreno y el muro que lo rodeaba, la vista era mucho más espectacular. Robin podía plantar su caballete y pintar por horas, las constelaciones y estrellas sobre el azul oscuro de la noche.

Se encontraba inmerso en esa tarea (¿cómo hacer las estrellas más brillantes? ¿Cómo hacerlas resplandecer de la manera en que lo hacían en sus ojos?), cuando la puerta de su habitación se abrió. Robin miró sobre su hombro para ver quién acababa de entrar.

—¡Ah, prima! —saludó. Se limpió las manos con un trapo para no manchar ni la ropa ni el mobiliario y entró otra vez al cuarto—. Buenas noches.

Scarlett ya había tomado asiento en el sillón, con su dama de compañía parada silenciosamente a su lado, lista para atenderla en lo que fuera necesario.

—No esperaba verte aquí —le dijo Robin, pasándose una mano por el cabello—. Creía que estarías en la cena.

—Sí, la cena —dijo Scarlett, su voz filosa—. En la que tú debías estar también.

Robin se sorprendió un poco. La cena había sido una formalidad, una forma de presentar a todos los posibles pretendientes de Scarlett. Normalmente un evento como aquel se realizaba una vez que la princesa cumplía edad casadera, pero con la salud de la Reina Odette deteriorándose cada día más, Robin supuso que quería dejar el asunto zanjado por si algo llegara a pasarle.

Como pariente lejano de la familia real y dueño de un pequeño territorio feudal, Robin había sido invitado igual que todos los demás jóvenes nobles solteros. Sin embargo, dado que su casa era bastante menor (descendientes de algún hijo segundón de la abuela de la actual reina) y que él era varios años mayor que Scarlett, supuso que un compromiso de ese calibre no sería aprobado por nadie. Podía saltarse la cena sin riesgo de incurrir en una ofensa.

Se removió inquieto en su lugar. No le podía decir eso a Scarlett sin insultarla y el temperamento de la princesa era conocido por todo el reino.

—Bueno, verás... es que las estrellas están muy hermosas esta noche.

—¿Las estrellas? —repitió Scarlett, alzando una ceja.

—Así es. Me entretuve pintándolas —confesó Robin, acercándose al balcón y señalando hacia el cielo estrellado—. ¿No crees que son bellas? Los astrólogos llevan años estudiándolas, ¡pero seguimos sin saber nada de lo que ocurre con ellas! ¿Piensas que hay otros mundos perdidos en el cielo, prima? ¿Otros mundos con otras personas y reyes y paisajes? ¿No te imaginas alguna vez cómo viven?

Scarlett lo miró sin sonreír y aquello desinfló un poco el entusiasmo de Robin.

—Eres un cabeza hueca, Robin —dijo Scarlett, sin ninguna emoción en la voz.

—Oh —Robin se ruborizó—. Lamento haberte aburrido con mis divagaciones...

—... pero eres justamente lo que necesito —lo interrumpió Scarlett—. Un marido cabeza hueca que no se inmiscuirá en mis decisiones políticas ni tratará de ganar poder para su propia casa. Tú te entretendrás con tus pinturas y tus poemas y yo tomaré todas las decisiones importantes.

Difícilmente era una propuesta de matrimonio. A Robin le dio más bien la impresión de que Scarlett le estaba ordenando que se comprometiera con ella.

—¿Es... estás segura? —tartamudeó—. No creo que tu padre...

—Mi padre, por supuesto, preferiría que me comprometiera con Charles. Tiene mi edad y es un Greenwood, igual que mi madre —admitió Scarlett—. Estrecharía nuestros lazos con una de las familias más importantes del reino... que es justamente lo que los Greenwood quieren.

Se levantó con dignidad y se alisó la falda del vestido.

—Así que la Reina Odette, mi querida abuela, sugirió en cambio que me comprometiera contigo y estoy de acuerdo. Tienes lazos con los Hood y como ya he dicho, eres un inútil. Mañana presentarás tu propuesta y yo la aceptaré. Mientras antes se vayan todos estos oportunistas del palacio, más tranquila estará la Reina.

Se retiró de la habitación sin mirar atrás, dando por hecho que Robin obedecería sus órdenes.

¿Y qué otra cosa podía hacer él? Podía hablar con la Reina Odette, pedirle que eligiera a otra persona en su lugar. Pero Scarlett ya había dejado en claro lo que se pensaba de él en la corte y lo cierto es que Robin no podía culparlos. Llevaba mucho tiempo interpretando ese papel.

Con un suspiro, salió al balcón y volvió a tomar su brocha, pero ya no tenía ganas de pintar. En cambio, se quedó mirando a las estrellas.

 En cambio, se quedó mirando a las estrellas

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Relatos detrás del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora