Día 14: Una historia desde la perspectiva de alguien demente

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Oso

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Oso.

Era más grande que todos los que había visto hasta ese momento. Goldilocks se lo quedó contemplando detrás del árbol. El oso estaba inclinado sobre el arroyo, bebiendo con tranquilidad y no parecía percatarse de que alguien lo observaba en silencio.

Era verdaderamente enorme con el pelo negro y rígido y feo. Sus fauces eran tan grandes que se la podría haber tragado entera... ¿y quién le decía que no se había tragado a otra persona? Tenía la barriga hinchada. Quizá se había tragado a los padres de alguna otra niña. Quizá ahora la niña estuviera sola y asustada igual que ella.

Oso malo.

Goldilocks era bajita y delgada. No había comido bien esos últimos días (¿había comido? No se acordaba). Pero tenía el cuchillo de caza de su padre en su mano. Y el oso estaba distraído.

Solamente había una cosa que hacer.

Corrió hacia el oso con el cuchillo en alto, apretando los dientes para no gritar y alertarlo.

La hoja se calvó entre las costillas del animal, que soltó un rugido de dolor. Goldilocks se echó hacia atrás, mientras el oso se paraba sobre las patas traseras y agitaba sus patas en el aire, tratando de darle un zarpazo a la niña que lo esquivaba.

Goldilocks tuvo que saltar para alcanzar su corazón.

Oso muerto.

El oso todavía intentó golpearla mientras caía. Se desplomó a las orillas del arroyo, con un golpetazo que hizo que los pájaros de los árboles cercanos echaran a volar.

Goldilocks se paró a mirarlo, el líquido pegajoso y caliente de su sangre todavía goteándole en las manos. No le costó abrirle el hocico, que todavía estaba caliente y suelto. Asomó la cabeza dentro de su garganta. Realmente nunca había visto un oso como aquel.

—¡Voy a sacarte! —le dijo a la persona en la barriga—. ¡Espera!

La garganta del oso era estrecha, pero Goldilocks era realmente muy pequeña. Sin pensárselo demasiado, se arrastró dentro de aquel túnel oscuro y carnoso, cuchillo en mano. El cuerpo del oso se agitó, como tragándose aquella última cena que no sería capaz de digerir.

 El cuerpo del oso se agitó, como tragándose aquella última cena que no sería capaz de digerir

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