Día 12: Una historia sobre una pérdida

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El silencio que había caído en la habitación era pesado y solemne al mismo tiempo

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El silencio que había caído en la habitación era pesado y solemne al mismo tiempo.

Parecía que desde el momento mismo en que el König se había desplomado en la Sala del Consejo no había habido otra cosa que gritos y corridas y agitación en todo el palacio. Pero ahora que se confirmaban las sospechas de todos y los rumores que habían corrido por todo el palacio a la velocidad de las piernas de las doncellas, el cuarto estaba en silencio.

Horst, el médico real, se acomodó los quevedos sobre la nariz con dedos temblorosos.

—No hubo nada que hacer, mi Königin. Es una tragedia que nuestro amado König muriera tan joven, pero a veces las presiones de su posición...

Se detuvo y analizó más de cerca el rostro ceniciento que yacía inmóvil sobre la cama. Viktoria apretó los puños. Rosen le había asegurado que el veneno no dejaría ningún tipo de rastro, pero para un médico experimentado como Horst, podía haber detalles que resultaran reveladores.

No importaba. Era viejo. Si decía algo, bastaría una palabra de Viktoria para enviarlo lejos de la corte. Y además...

Wilhelm irrumpió en las habitaciones como una tromba.

—¡Madre! ¿Qué ha ocurrido? Alexander dijo...

Viktoria se dio vuelta hacia él y procuró que su expresión fuera de una pena que no sentía. Al fin y al cabo, ¿era un pecado para una madre estar orgullosa de su hijo? ¿Era malo que estuviera satisfecha consigo misma por haber guardado el veneno tantos años, contando los días que le faltaban a Wilhelm para la mayoría de edad?

Lo había hecho por amor. Este era su regalo para él, aunque él no lo supiera nunca. Le acarició la mejilla.

—El König ha muerto, hijo mío —le dijo en un susurro— ¡Larga vida al König!

—El König ha muerto, hijo mío —le dijo en un susurro— ¡Larga vida al König!

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Relatos detrás del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora