Día 29: Una historia sobre un asesinato

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Ludwig escuchó a Cheshire antes de verlo

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Ludwig escuchó a Cheshire antes de verlo. El cuentacuentos no era tan silencioso como creía serlo o Ludwig tenía mejor oído de lo que sospechaba. En todo caso, sus pasos en la alfombra lo alertaron antes de que la sonrisa y los ojos ambarinos de Cheshire se hicieran visibles. Ludwig apenas levantó los ojos del expediente que estaba escribiendo.

—Te he pedido muchas veces que no vengas a verme tan tarde —dijo, con tranquilidad—. Y que te molestes en llamar.

—Tuve un pequeño malentendido con los guardias. Me pareció mejor evitarlos —replicó Cheshire, como si no tuviera malentendidos con los guardias en cada reino que visitaban.

Con movimientos cuidadosos, Ludwig estampó su firma en el documento, lo enrolló y levantó la vela encendida sobre su escritorio para sellarlo. Presionó su anillo para marcarlo con el símbolo del Consejero Real y lo puso a un lado antes de buscar otra sábana de papel y volver a cargar su pluma de tinta.

Cheshire esperó impaciente delante del escritorio, cambiando su peso de un pie al otro y apretando los puños, abriendo la boca y volviéndola a cerrar cuando el Consejero seguía negándose a prestarle atención.

—¿Bien? —preguntó al final—. ¿No vas a preguntarme cómo salió?

—Si hubiera salido mal, Cheshire, no estarías tan ansioso por contármelo —replicó Ludwig. Los rasguños de su pluma contra el papel no se detuvieron en ningún momento, como si ni siquiera tuviera que prestar atención a lo que estaba escribiendo—. De todos modos, tu trabajo fue solamente un comienzo. Plantaste la semilla del descontento en sus corazones y ahora es mi trabajo regarlas para que crezcan. Impuestos altos, más patrullas, más demandas que no podrán cumplir...

—¿Y ella?

Ludwig volvió a dibujar su firma con mucho cuidado.

—Ella distraerá al König para que no se entere de las malas hierbas creciendo en su reino. Para cuando el descontento de los campesinos crezca lo suficiente, estaremos en lo más crudo del invierno.

—Jaque al rey —dijo Cheshire.

—Jaque al rey —asintió Ludwig.

Dejó la última de sus órdenes encima de las demás y se asomó a la ventana. Era la última noche de verano. Para el König, la última noche de verano que vería jamás. Era bastante tarde, pero a lo lejos el Festival seguía en pleno apogeo.

Cheshire se paró a su lado y contempló la noche.

—¿Alguna vez te cuestionas lo que hacemos, Ludwig? Sé que ella no tiene remordimientos, pero, ¿los tienes tú?

Aquella era una pregunta peligrosa. Ludwig tendría que informar a su señora de que Cheshire la había hecho. Una lástima. Los buenos cuentacuentos eran un arma sutil y difícil de encontrar. Lo miró sonriendo, sin mostrar los dientes.

—No. Nunca.

 Nunca

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Relatos detrás del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora