•Olvidar•

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Jueves, 4 de octubre
1:13 a.m.

Len POV

Una llamada de repente interrumpió mi hermosa siesta.

Tomé el móvil algo asustado, acostumbrado a que siempre fueran malas noticias de pacientes graves en el hospital. Pero no fue así.

Era Gumi.

Cuando escuché su voz estuve a punto de mandarla a la mierda y cagarme en todos sus ancestros.

Pero su voz llena de fatiga y temor me desconcertaron.

Por lo poco que pude entender de todas sus palabras incoherentes y desesperadas, me debía mantener despierto pendiente a la entrada. Consideré seriamente que me violaría, pero luego lo descarté cuando recordé su tono de voz.

Me preocupa...

Decidí quedarme recostado en la pared de la puerta. Porque era la una y cuarto de la madrugada, y un maldito jueves. Me había acostado hace unas dos horas leyendo el condenado libro ese efímero, así que las probabilidades de que me volviera a dormir eran demasiado altas.

No pasaron diez minutos cuando sentí alguien tocando la puerta. Debía ser Gumi. Me levanté de un salto a abrir la puerta. Joder, que sí, hasta una pizca de miedo sentía.

Y cual fue mi sorpresa al ver que, en vez de una cabeza de aguacate, había encontrado una rubia cabellera toda húmeda por la lluvia que, hasta ahora vengo a notar, estaba cayendo a cántaro.

Len- ¡¿R-Rin?!

Rin- Solo déjame pasar, por favor.

Len- A-Ah, sí. Entra, entra -dije y expandí la puerta para que se adentrara.

[...]

Len- Ten -Le ofrecí una sábana para que se acolchonara en el sofá. Los papeles se habían invertido, ahora era ella quien se había dado una ducha y fui yo quien le sequé la ropa.

Rin- G-gracias -dijo aceptándola y envolviéndola en su pequeño cuerpo todavía tembloroso, aunque realmente no sabía si temblaba por el frío o por el miedo posado en sus pupilas.

Me senté a su lado sin saber cuáles eran las palabras correctas en este momento. Ambos estábamos en el sofá, y sin que ella se diera cuenta, le observaba disimuladamente. Ya sabía que su tez era blanca tentación, pero incluso sin fijarme demasiado en ella para que no lo notara, podía apreciar una tremenda palidez en su rostro, el cual era lo único que llevaba descubierto de la sábana.

Su mandíbula no dejaba de temblar, y esa mirada perdida en el vacío me hacía entender que había pasado el peor trauma de su vida. Sus ojos más que perdidos estaban dilatados, como si buscaran una respuesta retórica en la frustración de su memoria.

¿Debía preguntar?

No lo creo, pero ella se veía...

Vulnerable.

Y acababa de descubrir que, de tan solo verla así, me carcomía la impotencia.

No quería, no quería, no quería.

En este momento no buscaba entenderme, ya me parecía suficiente con buscar la manera de llegar a ella, por lo que estos sentimientos de desesperación solo fueron fuertemente sentidos, no cuestionados.

Len- Te haré chocolate caliente.

Rin- No me gusta lo dulce y no tengo frío.

Replicó y, aunque su contestación fuera igual a las de siempre, sentía una frialdad distinta a la que mostraba antes. Su tono era distante, recto e hiriente, hasta escalofriante podría decir. Pero este no era momento para dejarme controlar por el orgullo. Hoy, por más grosera que fuera, no dejaría de intentar ser amable.

¡Aléjate!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora