Extra

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•Bonito•

Sábado, 11 de abril
9:17 a.m

Rin POV

Rin- Len, ¿qué carajos haces? -pregunté asomándome en la puerta de su cuarto.

Y digo asomando porque era imposible entrar.

Len- Sh, intento concentrarme.

Un pequeño espacio se formaba entre la puerta y su habitación; una oportunidad de mirar el caos que había allí dentro. No logré ver el rostro de Len, solo su pequeño trasero y finas piernas. Estaba acostado en el suelo, por lo que podía ver, y cada tanto se formaba un extraño sonido metálico que era incapaz de reconocer. Mientras tanto, la coqueta y la cama parecían estar rodadas de lugar.

Rin- Eh, ¡déjame pasar! -pedí ya impaciente mientras agitaba la puerta una y otra vez. Pero era imposible, esta estaba atascada con quién sabe qué.

Len- ¡Wa! Ahora no sé si eran 137 o 138 centímetros, ¡genial! Gracias, Rin.

¿De qué mierda hablaba?

Rin- Len no te emociones, no es tan larga. O al menos no por lo que recuerdo -dije con voz neutra y natural y, al finalizar, tapé mi boca con mis manos intentando esconder mi carcajada.

Len- ¿Qué? -preguntó inocentemente desconcertado-. ¿Qué no es tan largo según recuerdas? -insistió, la confusión todavía impregnada en su voz-. ¡Ah! -exclamó tras una pausa-. Dios, no sé si eres pervertida, puerca,
o simplemente cruel.

Rin- Las tres probablemente -admití entre risas, recostando mi cabeza en la puerta-. Ey, deja que esta puerca, cruel y pervertida te vea y de tu beso de buenos días.

Len- Uy, casi caigo ahí -respondió, y aunque fingía no inmutarse ante mi petición, su voz había sonado más cerca que antes-. Lo siento baby, no puedes pasar -insistió, y sentí un ligero golpesito en la otra parte de la puerta.

¿Había recostado la cabeza también?

Len- No aún -sentenció, y de repente vi su mano asomarse hasta mí. No sabía qué quería, pero instintivamente puse la mía sobre ella. Tiró un poco del agarre y sentí sus cálidos labios besar el dorso de mi mano-. ¿Ves? Hoy el beso de buenos días te lo he dado yo.

No podía verlo, pero estaba segura de que hacía aquella risa de socarrón, cargada de triunfo y coquetería. Y, honestamente, sentí un fuerte deseo, una especie de electricidad, que pedía verle y tocarle, a cada segundo.

Rin- Pero no es ahí donde lo quiero -protesté, dándome cuenta de lo terriblemente infantil que había sonado tras escucharme. Me sentí algo tonta y, para qué mentir, abochornada.

Len- Carajo, ¿quién te enseñó a seducir así?

Reí.

Rin- Tengo al mejor maestro como novio, no lo olvides.

Len- ¿Ah, sí? -preguntó juguetón, yo no respondí y con eso tanto él como yo sabíamos que le había dado la razón-. Ese novio seductor debe traerte loca,¿verdad? -susurró con el jugueteo y la picardía todavía más a brote. Y debía agradecer que había una puerta entremedio de nosotros, porque de lo contrario, probablemente ya lo habría dejado sin cara.

Rin- Pendejo.




Len pasó el resto de los días en su cuarto o en la calle. Estaba acostumbrada ya, su trabajo consumía demasiado de su tiempo, y el estudio todavía más. Era casi rutinario no verlo tan seguido; ambos siempre estuvimos conscientes de que nuestro tiempo juntos sería limitado aún cuando estuviésemos bajo el mismo techo. Cada quien tenía su vida, cada quien tenía unas responsabilidades que cumplir y unas metas por alcanzar, y holgazaneando en nuestra burbuja romántica nunca lo lograríamos. Por lo que fuimos realistas desde el principio, y esta pequeña distancia no nos afectaba como quizá a los demás. Por eso cada momento era asquerosamente valioso, y no podía darme el lujo de mantener mis barreras cuando cada segundo era importante e irremplazable.

¡Aléjate!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora