•Paz•

898 94 59
                                    

Lunes, 24 de diciembre
11:42 p.m.

Navidad, la época más esperada del año, ¿no es así?

Es el tiempo para reuniones familiares, intercambio de regalos, miles de sonrisas y canciones festivas que solo incrementan ese espíritu feliz y navideño que todos sienten.

Gumi- Joder, deja de navegar en tu teléfono y dame atención.

Para mí, no era así. Solo era un día más, colmado de rutina y monotonía. No había familia a la que entregarle regalos, y tampoco para recibir algo de ellos. Y era precisamente por eso por lo que me encontraba aquí, tumbada en el sofá, buscando precios en internet.

Rin- Todo es tan jodidamente caro, maldita pobreza.

Gumi- ¿Y qué esperabas? No estas buscando cualquier tontería barata.

Solté un suspiro, sin deseos de argumentar. Eso ya lo sabía, no tenía que decírmelo.

Rin- ¿Por qué carajos estas aquí? Irrumpes mi calma navideña -dije sin dejar de ojear mi teléfono.

Gumi- Calma navideña mis calzones, solo quieres hundirte en tu rincón emo para lamentar lo mucho que extrañas a Len.

Rin- Que te den -respondí riendo, dejando de mirar mi móvil para tomar un cojín y golpear a mi amiga con él.

Me reincorporé, quedando sentada justo al lado de Gumi, y miré hacia el frente donde se encontraba el plasma.

Me mantuve callada, con la respiración lenta, y me quedé ensimismada; la oscuridad del televisor apagado había servido como magnético para mi estado de limbo.

Estas últimas semanas, sorpresivamente, fluyeron con una tranquilidad inusual. Ningún percance se había aparecido (refiriéndome con ello a la mera aparición de ciertos sujetos que no valen la pena mencionar), y al contrario, podía decir que la calma se había apoderado de estos días.

Era tan sereno que se confundía con aburrimiento. Mi trabajo prosiguió, pues conseguí no ser despedida, y tenía mucho tiempo libre dado a que aún andaba de baja en la universidad. En algunos de esos ratos libres salía con los chicos, o simplemente nos visitábamos en nuestras casas. Y mi relación con Len seguía igual, llamándonos de vez en cuando, mensajeando por cualquier estupidez, y quedándonos dormidos en una que otra llamada nocturna.

Ya podía decir que tenía una vida adulta normal.

Gumi- Como veo que seguirás espaciada, pondré una película.

Di un pequeño salto ante la voz repentina de Gumi. La miré, confusa, y le respondí con un lento asentimiento de cabeza.

Rin- Ah, sí, está bien.

Recosté mi espalda en los amortiguados cojines, subiendo mis piernas al sofá y cruzándolas para esperar por mi amiga. Al cabo de unos segundos en silencio, no pude evitar compartir mi inquietud.

Rin- ¿No te parece que todo es muy normal? -Miré a Gumi un segundo para ver su reacción y, al notar su cara de sorpresa por la extraña pregunta, recurrí a mi teléfono nuevamente para ocultar la vergüenza.

Gumi- ¿A qué te refieres? -preguntó mientras abría la carátula de una película.

Permanecí en silencio un instante, intentando formular las palabras en mi cabeza para luego emitirlas. Pero, tal como pensé, tan solo el intento me confundió y agobió más.

Si seguía pensándolo, probablemente terminaba por no decir nada.

Rin- No lo sé, hablo de mí -solté algo aturdida, atontada por la pena que me causaba expresar la poca humanidad que tenía-. O sea, todo esto me es muy raro. -Pausé nuevamente, y cambié mi vista del móvil a Gumi, quien me miraba con suma atención-. Vida social, trabajo estable, Len, muy pocos malos ratos...

¡Aléjate!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora