•Aparento•

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Miércoles, 10 de octubre
4:17 p.m.

Len POV

Rin- Hay algo que hace mucho tiempo me da curiosidad -comentó como si nada, retirándose la bandita que le había puesto en la mejilla izquierda. Yo suspiré, estaba dando por caso perdido a esta loca.

Len- A mí hay muchas cosas que me dan curiosidad también. Pero adelante, te escucho -contesté acomodándome en mi silla giratoria e incorporándome de manera profesional.

Obviamente me burlaba. Había entrelazado mis dedos y colocado mis manos sobre mi abdomen, hasta juraría que tenía mejor porte de psicólogo que de médico.

Rin- Verás, Sigmund Freud, las personas se visten de los equipos cuando van a los partidos. Pero cuando van a un hospital
no se visten de doctores, ¿cuál es la diferencia?

Len- Bien, la diferencia es que -Hice una pausa-. Que nadie gasta la poca energía que tienen de su cerebro en estupideces como éstas. La única retrasada que piensa en esas cosas eres tú. Pero no te preocupes, yo estoy para ayudarte.

Rin- Auch, eso dolió. -Tiró la bandita en el bote de basura metálico.

Len- ¿Realmente me vas a hacer perder el tiempo en esto?  Me penalizaron por salir corriendo contigo como un tonto. Estoy aquí por tu culpa, distráeme mejor.

Rin- No te obligué.

Len- Influiste severamente en mi consciencia.

Rin- Wow. Qué importante soy. Influyo en las decisiones del hijo del primer ministro -dijo lo último con fingido tono de asombro y una mano en el pecho.

Len- Hasta que te das cuenta -solté honesto y despreocupado, ella desvió la vista. ¿Avergonzada, cariño?

Rin- Bien, lo que me da curiosidad es que ya haya pasado el mes que el profesor te asignó y continúes trabajando en la biblioteca.

Len- Uy, me atraparon.

Rin- Confiésate -dijo en tono amenazador y yo di un brinco.

Porque en cuestión de segundos, no sé como diablos, se había levantado de la camilla y había tomado la jeringa que se encontraba en la mesa a su lado. Y me apuntaba con ella. A veces considero que, o se toma muy en serio sus bromas, o nunca bromea.

Suspiré.

Len- Es que es doloroso apartarme de ti. -Bajó la jeringa, y sus ojos se expandieron a su máximo límite.

Rin- N-No me digas.

Len- Sí te digo, amorcito. De solo pensarlo mi pecho se aprieta, como si un nudo de dolor y desesperación lo torturaran hasta hacerlo pedazos.

Rin- No me jodas, primero Sigmund Freud y ahora Shakespeare. -Su ceño se frunció, al igual que el mío cuando sentí cómo pellizcaba mi mejilla. La muy malnacida lo hacía con demasiada fuerza. No dudo que sea intencionalmente.

Len- La realidad es -Retiré su mano de mi mejilla-. La realidad es que necesito el trabajo, ¿ok? Seré hijo del primer ministro, pero si no tengo su apoyo, es lo mismo que ser un maldito huérfano. Soy yo quien paga mis estudios, y el apartamento y la gasolina. Y los Twinkies, y la comida. Y los otros Twinkies.

Rin- Bien, entendí. ¿Entonces eres totalmente independiente?

Len- Creo que esta es la conversación más serena y madura que hemos tenido desde que nos conocimos.

¡Aléjate!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora