•Cachondo•

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Miércoles, 23 de enero
1:07 p.m.

Len POV

Rin- Que soy japonesa, pendejo. No entiendo una mierda de lo que dices -respondió agitada por vigésima vez.

Desde la máquina de refrescos, de reojo y con disimulo, le miraba divertido. Mordía mis labios en el pobre intento de ahogar mis carcajadas, y sabiendo que lo más correcto era ir a ayudarla, me quedé viendo como la bebida se desbordaba de mi vaso infinitamente.

Rin- A ver, ¿cómo quieres que te lo explique? -replicó con su mano rascando su cabeza en fastidio-. Esta salsa -dijo y señaló su hamburguesa- no me gusta. Porque es salsa agridulce. Y a mí no me gusta lo dulce. Y, adivina: la salsa agridulce, ¡sabe agria y dulce!

Y cuando el empleado le preguntó en italiano si deseaba agregarle pepinillos es que no pude contenerme más. Mis labios se zafaron de la mordedura y mi risa estalló sonoramente. Entonces Rin dejó de mirar al empleado para verme a mí. Y me cachó. Vio que estaba enterado de toda la situación, y que no hice nada al respecto.

Len- Ay, Jesús -musité, estremeciéndome ante la mirada asesina de mi rubia.

Rin- Ven aquí -demandó y yo, casi al instante, acabé a su lado.








Rin- Dos semanas -soltó de repente tras darle una mordida a su hamburguesa sin salsa agridulce. Supe de inmediato a lo que se refería.

Len- ¿Dos semanas qué? -contesté y le di un sorbo a mi bebida. Ella suspiró.

Rin- ¡Dos semanas que me ves teniendo problemas cuando pido comida y no me ayudas, carajo!

Len- Dos semanas pidiendo una hamburguesa sin salsa agridulce y no aprendes a decirlo en italiano. -Reí burlón, mirándola con mi boca aún en el sorbete, y ella me alzó sus cejas altanera.

Rin- Pues es que ni italiana, ni traductora soy.

Len- Es cierto, eres una lentita.

Rin- Jódete. Se supone que ya se sepan de memoria mi orden.

Ahogué mis risas nuevamente y continuamos comiendo en silencio. Era la decimocuarta vez que visitábamos este restaurante de comida rápida. Desde que Rin había llegado pasábamos todos los días por aquí a la hora de almuerzo, pues era un local que quedaba cerca de la casa y, además de que a ninguno nos encantaba cocinar, ambos disfrutábamos mucho la comida.

El espacio era también agradable. A pesar de que veníamos siempre a la hora pico del ajetreo, el restaurante nunca estaba demasiado lleno, y de esa manera nos brindaba cierta privacidad. Era aquí donde podíamos hacer el constante ridículo, atrevernos a reír tan ruidoso como siempre, sin miedos o cohibiciones por molestar al público.

Len- ¿Has sabido algo de Gumi y Kaito? -pregunté tras una larga y tranquila pausa. Rin levantó su vista y sonrió.

Rin- Sí. Gumi ya anda quejándose de que pasará San Valentín sin amiga y sin novio, y Kaito en las nubes, celebrando que tiene a Luka.

Len- Será marica -dije risueño mientras negaba con mi cabeza.

Rin- ¿Tú crees? -cuestionó con voz monótona. Elevé mi vista para verle, y me encontré con su rostro pensativo recostado sobre la palma de su mano. Miraba hacia la ventanilla, con cierto ensimismamiento y aturdimiento.

Me quedé callado y volví a sorber de mi bebida. Sin saber qué responder, solo le lancé miradas de vez en cuando, esperando que fuera ella quien volviera a hablar.

¡Aléjate!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora