•¡Puto!•

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Martes, 9 de octubre
8: 57 a.m.

Len POV

Y con esta mujer ya sería un atleta. El mejor de todos. Adelgazaría siete kilos entre tanta carrera pero no importaba.

Estaba corriendo, como lo hacía últimamente desde que la conocí. Se supone que entraríamos a trabajar ahora en la biblioteca, pero hoy no. Faltaríamos, y Teto se las tendrá que arreglar ella sola. Porque finalmente lo había encontrado, y teníamos que ir a verle. Hoy Len Kagamine se las echaría del hombresote que es.

Len- ¡Rin! -exclamé cuando por fin la alcancé. Estaba a punto de entrar a la biblioteca, pero con mi agarre en su muñeca la detuve.

Rin- ¿Qué sucede? -Su gesto era asombrado, con una leve preocupación mostrada que luego pasó a una cara de póquer al recibir mi noticia.

Len- Hoy faltamos, y tú te vienes conmigo ahora mismo.

Rin- ¿Perdón?

Len- Vente~ -canturreé arrastrándola del agarre hacia la dirección a la cual nos dirigíamos.

Rin- ¿Pero qué te pasa loco? ¿A dónde me llevas? ¿Por qué tenemos que faltar? ¿Qué ha pas...? -La interrumpí con un corto beso en los labios.

...

Que maldito silencio incómodo.

El rostro de Rin se iluminó de un rojo carmín y luego de aflojar la postura tan rígida que tenía, luego de abrir sus ojos tras haberlos apretado por más de un minuto, interrumpió el silencio de la manera más radical que podría existir. Ah, el rubor era de rabia.

Rin- I....I......¡¡¡IDIOTAAAAAAAA!!!

Tapé mis oídos instintivamente, aunque siendo honesto, ya me estaba acostumbrando a ese gritito suyo.

Len- Ahora sígueme, si no quieres que vuelva a repetirlo.

Comencé a caminar con una sonrisa en el rostro, sintiendo su paso lento detrás del mío. Extendí mi mano hacia atrás, ofreciéndosela para que la tomara. Y al ver que se le quedaba viendo totalmente embobada y sin actuar, la amenacé nuevamente. Disfrutando al máximo este momento y sin intenciones de cohibirme. Había visto una entrada, y no la desperdiciaría.

Len- Si no la tomas, repetiré lo de hace un-

Rin- ¡Ayyyyyy, toma yaa! -Me entregó su mano, y así caminamos el resto del camino.

Podía andar en el auto que Gumo siempre me traía. Pero prefería esto mil veces.

El agarre era cálido, y sentía la mano de Rin temblar. Probablemente hace mucho que no había tenido una cercanía como esta con un hombre. La fobia por el desgraciado de su padre se lo impedía. Pero para eso estaba yo, y poco a poco le demostraría que estos gestos no solo se hacen con intenciones podridas, también para cuidar, para querer.

Y sonreía, como un tonto tenía la sonrisa plasmada en mi boca. Había dado miles de pasos, y aún así mi rostro risueño no se borraba. Miles de sensaciones bombardearon mi ser, entre muchas de ellas, satisfacción.

Podía sentir curar yo mismo con la mejoría de ella. Porque odiaba las mujeres, y aún así gozaba sostener su pequeña y temblorosa mano.

Más que una noche alocada con cualquier tipeja, más que tener miles de ellas rendidas a mis pies. Y fue ahí cuando sentí el mismo calor de nuestras manos azotar en mi pecho. Yo la había chantajeado, pero de ella no querer, podía haber salido corriendo. Y estaba conmigo, haciendo que ambos sanáramos de una manera lenta pero gratificante.

¡Aléjate!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora