1. Todo anormal.

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Caos. 

Un ruido ensordecedor retumbaba en mi cabeza a medida que sentía cómo mis músculos gritaban de dolor por el intenso ejercicio físico al que estaban siendo sometidos. "Sólo un poco más, un poco más..." A medida que avanzaba, los gritos se hacían cada vez más agudos, más intensos. 

Y de pronto, noté como el suelo comenzaba a deshacerse. Cómo cada piedra se desmoronaba bajo mis pies, intenté recuperar el equilibrio. No obstante, a mi alrededor no había nada a lo que aferrarme. Los chillidos aumentaron. La oscuridad se volvió aún más densa. 

Entonces...

Entonces, ya no había nada que pudiese hacer. El suelo bajo mis pies se abrió y comencé a caer. Y a medida que caía, lo escuché. Cómo una ventisca helada penetrándome hasta los huesos:

"Pronto" "Recuperaré lo que me pertenece".

Grité con todas mis fuerzas, supliqué por ayuda. Pero seguía cayendo en el infinito sin rumbo alguno. Y entonces, cuando pensaba que se había acabado todo. Lo sentí. Sentí como unos brazos me rodeaban y tiraban de mi hacia arriba. Grité, pero la gravedad seguía tirando de mí hacia abajo. Y entre toda aquella oscuridad lo último que pude ver fueron sus ojos antes de cerrar los míos y seguir cayendo...


Esa mañana me desperté antes de que sonara mi alarma. Sintiendo el corazón casi en la boca de lo intenso y rápido que iba este. Respiré hondo varias veces, intentando calmarme y recuperar el aire que me faltaba. 

Últimamente esto se repetía demasiado a menudo todas las mañanas. Y a pesar de que había aprendido a vivir con pesadillas, estas habían empeorado considerablemente durante el último año. 

En ese instante sonó la alarme y salí del trance que me había dejado la noche en el cuerpo. Tras recobrar el aliento, me levanté y fui directa al baño a darme una ducha corta. Sentía la necesidad que limpiarme de aquella pesadilla a la cual seguía buscándole respuesta. ¿De quién eran esos ojos?

A los pocos minutos, salí de la ducha y me vestí para así poder bajar a desayunar.

En la cocina sobre la mesa me esperaba un vaso de zumo y unas tostadas.

—¡Al fin despiertas! —exclamó la señora Rebecca levantando la mirada del periódico que tenía entre manos. Sus ojos azules inspeccionaron mi cara, y a pesar de intentar esconder la mala noche por la que había pasado, Rebecca sabía por lo que había pasado. Sin embargo, no dijo nada, simplemente me sonrió con una sonrisa triste y continuó leyendo el periódico. 

Rebecca hacía años me había salvado de los horrores de la calle. Y desde entonces, me había acogido en su casa y me había tratado como la hija que nunca llegó tener.

Flashback:

Eran las cuatro de la madrugada de una noche fría de invierno. Por las calles de Nueva York una niña de once años corría con lágrimas en sus bonitos ojos azules.

—¡Ayuda! ¡Qué alguien me ayude, por favor! —gritaba la chica, desesperada. Tenía el pelo, negro como la noche, despeinado, y algunos mechones de él los tenía pegados a las mejillas a causa del llanto.

La niña siguió corriendo por las calles como si no hubiese un mañana, intentado esquivar todo lo que encontraba en su camino. Finalmente llegó a un callejón sin salida. Comenzó a llamar a la única puerta de la calle que había, dando fuertes golpes y gritando mientras sollozaba.

La niña miraba hacia atrás como si supiera que algo terrible llegaría, y así fue. A los pocos minutos una enorme sombra ocupó todo el espacio del callejón. La niña miró a ver de quien pertenecía esa sombra, y ese fue el error. Era el minotauro. Mitad hombre, mitad toro. Una de sus peores pesadillas. El animal tenía un cuerno intacto y otro a medias.

La chica intentó calmarse, sin embargo, el pánico que sentía era mayor. No tenía por donde escapar. 

Como no tenía nada más que hacer, chilló. Chilló con todas sus fuerzas. De repente unas sombras gigantescas rodearon a la niña, sus ojos se volvieron negros. Levantó los brazos al aire, iba a dar su golpe final al animal. Y éste, moriría.

—Iluso, ¿te crees capaz de derrotarme? Morirás por intentarlo —su voz sonó fría, como si fuera de otra persona, como si alguien estuviese hablando por ella.

Todo ocurrió demasiado rápido. Las sombras atacaron al minotauro violentamente. En menos de dos segundos lo único que quedaba del monstruo era un torbellino de polvos dorados. A la vez que el minotauro explotaba, las sombras desvanecieron y la niña cayó al suelo inconsciente.

Después de eso la puerta fue abierta y una señora mayor se llevó a la jóven al interior de la casa.

Fin del flashback.

La señora Rebecca me había acogido y cuidado como si fuese su propia hija. Después de aquella noche estuve inconsciente una semana. Cuando desperté, Rebecca me ofreció quedarme con ella, ya que, ella no tenía familia y yo tampoco, así que acepté. Decidí quedarme hasta que fuera necesario, tampoco quería ponerla en peligro por mi culpa. Al fin y al cabo no podía proporcionarle nada más que problemas.

Pero al parecer, la vida está llena de imprevistos. Me encariñé de Rebecca, y comencé a quererla como una madre. Y acabé quedándome.

Tía Becky pagó mis estudios. Fue algo difícil estudiar y leer para una chica que padece dislexia. Pero me esforcé y conseguí salir adelante.

—Tía, por cierto, hoy tendré que quedarme algo más de tiempo trabajando en la tienda, tengo que cubrir el puesto de un compañero —dije, mientras untaba mi tostada con mantequilla. Y...sí, sí trabajo. Así puedo ayudar a mi "tía" a pagar los gastos de la casa.

—Vale, cariño. Tranquila.

Durante el desayuno mi tía hablaba tranquilamente sobre su trabajo en la pastelería, yo mantuve silencio mientras la "escuchaba". Era incapaz de dejar de pensar en el sueño de la noche anterior.

—Iré a clases, que tengas un buen día —dije levantándome y yendo hacia ella para darle un beso en la mejilla.

—Cuídate, Sophía. Ten cuidado —asentí en silencio, sabía a lo que se refería, de alguna forma u otra mi tía conseguía verlos, era diferente a las otras personas. Los monstruos. Desde la noche de mi acogida a su casa, ningún monstruo había vuelto a aparecer. Pero aún así debía tener cuidado, ser prudente siempre era bueno.

Cogí la mochila y salí por la puerta.

"Este será un día como todos los otros" –me dije a mí misma.

Pero lo que yo no sabía, es que no iba a ser como yo pensaba. Si no completamente diferente.

DARKNESS UPON ME (Nico di Angelo) *CORRIGIENDO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora