—No puede ser, pero yo pensaba que ellos estaban... ¡No! Es imposible —habla una voz, creo que es la de Nico. Tengo los ojos cerrados y no veo nada.
De golpe abro los ojos y veo a Nico hablando con Quirón (sorprendentemente está en forma de centauro), aún desesperado, Nico se ve extremadamente gua... ¡No Sophía, concéntrate!
—Ya la han reclamado, no hay nada que podamos hacer —dice Quirón.
¿De qué rayos están hablando?
Decido levantarme, pero mis piernas me fallan, otra vez, y tropiezo, cayendo encima de Nico. En serio, esto ya no es normal, ¿por qué cada vez que hago algo mal tiene que estar Nico delante?
—Si esto es lo que querías, sólo tenías que pedir cariño —murmura, con una sonrisa pervertida en la cara. ¡Dioses, que lindo! Esa sonrisa es... ¡Sophía! No puedes pensar eso de él, supuestamente lo odias.
—Idiota —le espeto, enfadada, mientras me levanto. ¿Cómo puede pensar que yo quiero algo con él? ¡Dioses! Antes besaría a un monstruo.
—Al parecer, ya sabemos quiénes son tus padres —la voz de Quirón me saca de mis pensamientos.
Frunzo el ceño esperando a que me diga que soy hija de Apolo. Aquel desgraciado tiene millones de hijos, pero no se responsabiliza de ninguno. Aunque sí me impresionan sus dotes para la medicina.
—Érebo y Nix —dice en tono frío, como si fuera lo peor del mundo. Debo admitir que sí fue mal lo que hicieron, unirse a los titanes. Pero aún así.
—¿Érebo, dios de la oscuridad y sombras y Nix diosa de la noche? —pregunto incrédula.
—Exactamente esos.
—Pero, ellos, ellos, ¡los dos son dioses! —exclamo, sin entender nada.
—Sí, eso significa que tú tienes más de un poder —dice, eso aclara trillones de dudas que tenía en la cabeza.
—Pero, ¿no estaban los dos en el Tártaro por haber ayudado a los Titanes en la primera guerra, hace años? —pregunto intentando recordar algo de mis clases de mitología griega, que al parecer han acabado sirviendo para algo.
—Y lo están, pero pueden salir de vez en cuando. Aunque, eso no me aclara el hecho de que tú estés aquí. Tampoco lo entiendo, pero ya lo averiguaremos, tranquila.
—Está aquí para aprender a controlar sus poderes —dice una voz detrás de mí.
De la nada aparece un hombre vestido de negro, unos pantalones negros, una playera negra y una chaqueta de cuero negra. Tenía un cuerpo musculoso, unos ojos negrísimos y el pelo negro como el mío.
—Sophía... Soy tu padre, Érebo —no sé porqué pero en el instante que dice eso, siento unas ganas tremendas de llorar. No aguanto más y exploto.
—¡¿ Y POR QUÉ HADES NO HAS VENIDO ANTES?! ¡HE ESTADO TODA MI VIDA SOLA! Y AHORA, ¡¿VIENES Y DICES TAN TRANQUILO QUE ERES MI PADRE?! ¡¿Y MAMÁ?! ¿¡Te das cuenta de lo marginada que me he sentido toda mi vida?! —le grito llorando, desesperadamente.
De repente, sus brazos me rodean y me susurra:
—Lo siento muchísimo, pequeña. Te envié a la tierra, no quería que te criaras en el Tártaro, no hubiese sido bueno. Tu madre no puede salir de ahí durante el día, te visitará de noche. Ya he construido tu cabaña, hazme el favor de quedarte aquí. Tienes que aprender a controlar tus poderes, vendré a visitarte diariamente, lo prometo. Te explicaremos todo. Ahora me tengo que ir, Zeus no me dejará más tiempo.
Me aferro a él, y le abrazo más fuerte. Al fin y al cabo es mi padre. Y ahora que ha venido siento una sensación de plenitud en mí.
Segundos después lo único que queda de Érebo es un torbellino de humo negro. Se ha ido.
Me seco las lágrimas, pero éstas siguen cayendo aún más. Unos brazos fuertes y cálidos me rodean. Ni siquiera me doy cuenta de que Nico está siendo cariñoso conmigo por primera vez desde que lo conozco. Hundo mi cabeza en su hombro y lloro. Lloro por sentirme sola, lloro por saber mi verdadera identidad, lloro por saber que ahora sí tengo familia.
—Llévala, Nico. Cuídala. Mañana empezaremos con los entrenamientos. Cuando esté mas calmada, hablaremos —oigo decir a Quirón.
En menos de lo que canta un gallo, estamos de vuelta de la cabaña (deprimente cabaña, dice mi consciencia) de Nico.
Ahora que ya estoy más calmada decido preguntarle. Sí, otra vez.
—¿Por qué me dejas estar en tu cabaña? Si soy un incordio, ¿no? —susurro lo bastante alto como para que me oiga, repito sus palabras de la primera vez que hablamos.
Suspiro varias veces intentando recobrar mi respiración normal.
—No lo sé. Y sí, eres un incordio, cariño —susurra, sé que tiene una sonrisa pícara en la cara (no hace falta ni que le mire). Su voz suena cálida y una especie de electricidad recorre mi cuerpo, haciéndome estremecer.
Me aparto de él de golpe enfadada. Ya le he dicho que ¡no me gusta que me llamen cariño! Porque no, no soy un cariño. Soy un monstruo.
—No eres un monstruo —dice sonriéndome. Maldigo en voz baja por pensar eso en alto. Buff que tonta —. Dormirás aquí hoy. Quieras o no —anuncia frío, otra vez.
¿Es bipolar? No lo sé.
—No voy a dormir con un desconocido —en el instante que digo eso, mi estómago ruge ferozmente.
—Quédate aquí. En serio, no te muevas, no quiero que te pase nada malo. Traeré algo para que comas, cariño —antes de siquiera poder protestar, él ya ha desaparecido.
Refunfuño enfadada, pero finalmente decido quedarme, al final llevo días sin comer.
¿Qué es lo peor que puede pasar?
~*~
Querid@s lectores,
He decidido ser buena people, y revelaros la identidad de Sophía antes. Hahaha XD.
Espero que os haya gustado el capítulo.
Recuerda: si te gusta, vota y comenta ;)
ESTÁS LEYENDO
DARKNESS UPON ME (Nico di Angelo) *CORRIGIENDO*
Fanfiction❝Cuando lo único que te envuelve es oscuridad, ¿qué haces? Buscas la luz,... o te hundes en la oscuridad.❞ Sophía siempre estuvo sola. No tenía amigos, ni padres, ni familia. Monstruos la perseguían constantemente, porque su poder la delataba desde...