29. El Mar

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Sophía

Al morir no sentí nada. Solo un peso que se liberaba de mi. Una fuerza superior me tiraba hacia arriba.

Por fin descansaría. O eso creía yo hasta el momento en el que mi cuerpo comenzó a arder y a doler como loco.

Noté como sudaba del esfuerzo. Dioses, como dolía. Era como si me estuvieran tirando en todos los sentidos. Cada célula, membrana y tejido siendo extendido hasta que rompiera.

Suplicaba por abrir los ojos en cualquier momento para terminar con el sufrimiento, no aguantaría mucho más.

Sin notarlo, caí en un sueño profundo que tanto anhelaba.

Nico.

Verla ahí tumbada sobre la camilla de la enfermería me dolía. Si la miraba sabia que las lágrimas caerían.

Will me había anunciado que no había ninguna posibilidad de que sobreviese. Pero yo aún tenía fe.
Debía tenerla. Porque era lo único que me faltaba.

A mi lado Andrew confortaba a Cami que lloraba por su mejor amiga.

Silenciosamente salí de la enfermería para dirigirme a la playa. Su lugar favorito.

Serían las tres de la madrugada, pero ya todo me daba igual. Como si fuese el fin del mundo.

Me senté sobre la suave y brillante arena de color dorada de la magnífica playa que teníamos en el Campamento Mestizo. Este era uno de los mejores lugares. Probablemente, el que mas recuerdos tenía. Si la arena y el mar pudiesen hablar, todos seríamos un mar de lágrimas.

El mar en la antigüedad siempre fue un lugar de despedida. Los vikingos colocaban a sus muertos en una barca y la quemaban mientras ésta navegaba por el mar. Ya más adelante en el tiempo, en los viajes de navegación nunca se sabía con certeza si los navegadores volverían a ver a sus queridos y amados. El mar podía ser cruel cuando se lo proponía.

Pero a la vez podía ser caricia, ya que muchos amantes habían sido unidos por el agua salada. Aunque para mí, hoy nada de eso tenía sentido.

Ya había perdido demasiado en mi vida.

Mi madre, mi hermana Bianca, etc... Y ahora... Sophía.

¡¿Por qué los Dioses no podían lidiar con sus propios problemas sin ayuda de los mortales?!

¡Todo era culpa de ellos!

—Calma chico, calma —, dijo una voz ronca a mis espaldas.

Segundos después noté como la arena a mi lado se hundía, al sentarse alguien.

—¿Pasa algo Quiron? —pregunto, inquieto.

Su sonrisa débil, sin fuerzas y llena de calma me indica que sí. Que algo ha pasado y de que no me va a gustar para nada.

—Se ha acabado...—susurro sin poder creérmelo.

Mi entrenador desde que tenía los doce años asiente la cabeza en silencio, volviendo su mirada al mar.

Mi corazón se hunde en mi pecho. Esto no tenía que pasar así. 

No para ella.

—Se ha ido mientras estaba inconsciente, no hay nada que pueda hacer —, vuelve a hablar el centauro con voz baja.

—¿Por qué tenía que ser ella? —me contengo para no dejar escapar un sollozo, y continúo hablando —. Ella no se merecía esto.

—Lo sé. Sabes Nico, me sorprende lo mucho que has crecido estos últimos años —, al pronunciar mi nombre me mira con una pequeña sonrisa —. No solo en altura claro, pero en personalidad e interiormente. Ya no eres ese chico que se esconde en las sombras por miedo a que no le acepten. Ya no eres ese chico que ignora y no socializa con nadie. Ya no eres ese chico que no pide ayuda cuando la necesita. Porque cuando necesitas algo, lo primero que haces es ir a pedir consejo o ayuda a tu hermana, o tus amigos. Me alegro que hayas crecido Nico. Y los mismo pasará con Sophía.

Oír su nombre duele, pero contengo las lágrimas, levanto la cabeza y miro perdidamente el mar, el lugar en el que se encontrará Sophía ahora, navegando tranquila mientras observa las estrellas.

—¿Qué quieres decir? —pregunto esta vez.

—Que pase lo que pase ahora, tú aprenderás a vivir con el recuerdo de Sophía encendido, pero siempre rememorando lo increíble que fue en todos los sentidos. Recordando que ella murió para todos, y por el bien de todos. Porque ella sabía lo que importaba y quería hacerlo bien —. Y con eso termina, mientras lo único que tengo en la cara son pequeñas lágrimas que recorren mi rostro.

—Gracias —susurro, mientras me da un corto abrazo.

—Toma, ella quería que tuvieses esto —dice, sacando de su chaqueta marrón un sobre negro con estrellitas blancas.

Y con eso se va, caminando tranquilamente por la arena de la playa con la suave melodía de las olas de mar por fondo musical.

Me gustaría decir que fueron siempre las olas del mar quienes me escucharon cuando más lo necesitaba, y así fue leyendo la bonita carta de Sophía.

El mar escuchó mis risas, vió mis sonrisas, consoló mis sollozos y recogió mis lágrimas.


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¡Hola chicxs!

Siento muchísimo la tardanza en subir capítulo, pero no encontraba la inspiración, lo siento.

Este es un capítulo sentimental y triste, me ha dolido mucho escribirlo :(

Si tenéis alguna duda, o pregunta, no dudéis en preguntar aquí --->

Gracias por la espera, quedan dos capítulos para terminar.

Besos y saludos!

annss


DARKNESS UPON ME (Nico di Angelo) *CORRIGIENDO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora