Ya es casi medio día del sábado y tengo mucha prisa, quedé de verme con Lauren en el centro comercial.
- ¿¡A dónde crees que vas? - me detiene una voz grave cuando voy bajando las gradas de casa. Es mi padre desde arriba.
- A la calle - le respondo seco, sin dejar de caminar con dirección a la puerta.
- ¿Vas a ver a esa zorra? - pregunta de mala manera, bajando detrás de mí.
- Es la que contrataste - me detengo antes de llegar a la salida y giro para quedar frente a frente al viejo.
- Hablo de Lauren, ya sé lo que haz estado haciendo muchacho estúpido - me increpa
- No sé de qué hablas - intento disimular.
- No juegues conmigo, el doctor McCabie ya me avisó que lo contactaste para ayudar a la hija de esa golfa.- me reclama, poniéndose aun mas cerca para intimidarme.
- Ese no es tu asunto, no te metas.
- Es mi asunto cuando te involucra a ti imbécil, y si no quieres que destruya de una vez por todas a esa maldita será mejor que te alejes, ¿¡ no ves que está enredándote para encajarte a esa bastarda?! - me sujeta de la chaqueta como preparándose para golpearme.
- ¡No te atrevas! porque el que te va destruir soy yo. Déjame vivir mi puta vida - le contesto, sacudiendo sus manos logrando que me suelte.
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- Sabes de lo que soy capaz Alex, tú y la idiota de tu novia no están cumpliendo el trato, y eso me hace quedar mal a mí, tienen mucho que perder, déjate de estupideces y no me provoques porque juro que haré desaparecer a la mocosa y a su madre. - lanza su ultima amenaza, da media vuelta y se vuelve a subir .
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¡DEMONIOS! ESTE HOMBRE SIEMPRE TIENE QUE DECIRME QUE HACER ¡LO ODIO! QUISIERA MATARLO A GOLPES.
La ira me inunda, quiero destruir todo, volteo a la pared donde hay un gran espejo y le lanzo un golpe, inmediatamente el vidrio se rompe haciendo un estruendoso ruido, pero no me basta, agarro una lampara y la revoleo por la ventana, voy con mis puños a destrozar todos los vidrios que encuentro a mi paso.
- ¡PERO QUÉ ESTÁ HACIENDO JOVEN ALEX! - grita la mucama viéndome, tiene las manos cubriendo su rostro asustada por la escena.
Pero me importa muy poco, sigo golpeando lo que encuentro, mis manos sangran, los cristales caen.
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Cuando me detengo puedo ver a mi padre observándome desde el otro lado de las enormes gradas de la casa, están a su lado tres de sus gorilas que siempre lo siguen.
- ¡PERO QUIÉN DEMONIOS TE CREES PARA DESTRUIR MI CASA! - grita. - Muchachos enséñenle modales. - ordena.
Yo quedo exhausto casi sin fuerzas para nada más, sus monstruos vienen a agarrarme , trato de forcejear pero sé que es inútil resistirme, en mi cansancio solo dejo de me lleven casi a rastras al sótano donde es obvio que me darán una paliza.
