Capítulo 28: Pacto de madre e hija 2.

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En ese instante, Remilia comenzó a correr hacia el baño hasta ver a su hermana llorar. Al ver su rostro sonrojado con las mejillas húmedas, la hermana mayor carga a la niña al estilo princesa hacia su cuarto. Dentro de la habitación, Remilia consuela a Flandre acariciando su espalda como si se tratase de un gato; Koakuma le da una manta, un plato de sopa con una cuchara de plata encima y una taza de té con leche. Koakuma siempre se preocupa en especial de Flan desde que Alice y Anthony murieron, ya que la considera como una pequeña hermana tan buena desde que nació. Marta también entra a la habitación más preocupada por la joven hermana de la hija de su señora.
–Hermana– dijo Flan con un tono triste en su voz–, ¿en realidad mamá ahora es un fantasma?
–No te preocupes, Flan– contestó Remilia con serenidad que pronto se sintió preocupada–. Todo va a estar bien. Aquí estoy– y abraza a su hermana para consolarla–, aquí estoy. No todos fuimos o somos valientes al perder a nuestros seres queridos; yo estoy aquí, todos estamos aquí. Porque mamá será la luz de luna que siempre nos iluminará de noche y de día, al amanecer, papá será aquellos rayos del sol que simboliza ese amor que nos dio a nosotras.
–Hermana...– dijo Flan aún sonrojada y con pequeñas ojeras a causa de cuánto ha llorado– Lo siento mucho...Yo...yo sólo quiero que vuelvan aquellos tiempos en que mamá nos amaba.
Remilia se quedó en estado de shock pero se llenó de tristeza, le acaricia la mejilla de su hermana y respondió:
–No es tu culpa que mamá haya muerto. Desde que te vi llorar en su tumba, nunca imaginé que el precio del amor de mamá y papá fuera su sacrificio para que estuviéramos aún con vida. Aún así, jamás olvidaremos todos esos momentos en que nos amaron.
Flandre abrazó sus piernas en la cama de su hermana. Remilia sintió una sensación triste y melancólica en ella, como si se sintiera culpable de algo que no hizo. Un silencio abruma en la habitación, acompañado del sonido de las manecillas del reloj, el sonido de las hojas de los árboles con el viento, el agua del arroyo corriendo en el bosque, el sonido de los grillos cantando en el jardín y otros sonidos que parecen no pertenecer a cualquier bosque, además de los crujidos de la madera. Remilia suspira y se aclara su garganta.
–¿Se te ofrece algo, Flan?– preguntó Remilia algo preocupada.
–Tengo mucha sed, gracias. Incluso con la tristeza, la tranquilidad y la nostalgia, aún así estoy sedienta de cualquier cosa.
–Enseguida vuelvo, voy a traerte un vaso de agua–dijo Remilia al ponerse de pie, pero Flandre la detuvo agarrándola de su mano.
–Hermana...dime– confesó Flandre aún sonrojada y al agachar su cabeza–, ¿Por qué, cuando una cosa mala y que te diga que te odie, no me puedes lastimar? ¿Acaso hice algo malo en lastimarte...?– y alzó su rostro con lágrimas en sus ojos–. ¡Si somos hermanas, deberías odiarme al verme llorar!
–Le prometí a mamá que cuidaría de ti...– respondió Flandre y le da un abrazo–. Yo jamás te odiaría como tu hermana, porque yo me odié a mí misma al verme llorar– y sus ojos se llenan de lágrimas–; pero cuando lloro junto a ti, te das cuenta que al final no eres la única persona en el mundo en que debe derramar sus lágrimas.

Luego de decir estas palabras, Remilia comienza a sollozar. Flandre muerde su labio inferior hasta que éste sangraba, y su sangre se mezcla con aquellas lágrimas. Lágrimas que no pertenecen más que a aquellos momentos en que el amor de su madre se hizo cenizas, pero que jamás pueden desaparecer de sus corazones. Flandre comienza a romper a llorar al no poder aguantar el dolor en su corazón. Después de varias horas, Flan cierra sus ojos y se duerme en los brazos de la peliazulada. Remilia se queda con su hermana para no dejarla sola, y al momento de dormir, recuerda aquella sonrisa de su amada madre que jamás olvidará. Y cerró sus ojos lentamente, quedándose dormida a las altas horas de la noche. De repente, alguien abre la puerta de la habitación y prende una vela. Arropa a las dos hermanas y le deja un ramo de flores para Remilia y una estrella de plata a Flandre. Esa misteriosa chica enmascarada se va y cierra la puerta, no sin antes de dejarle una carta. Los pasos de  esa persona se alejan hasta que desaparece. Aquella carta tenía un sello azul y a su lado había una rosa de color azul, llena de rocío del anochecer que en realidad son lágrimas derramadas por la pérdida de ese amor maternal hecho en mil pedazos como un cristal roto de algún espejo. El espejo que simboliza la unión de la relación padres e hijos que ahora ya no son más que susurros del corazón...

Hay momentos, en que lloramos; hay momentos en que sonreímos, pero también hay veces en que no todos somos o fuimos valientes al perder a nuestros seres queridos. Aquellos momentos en que jamás debemos olvidar son en aquellos recuerdos que están llenos de momentos felices pero también de momentos tristes y emotivos que, aunque nos duela, debemos superar con la ayuda de nuestros seres queridos. No obstante, también habrá momentos en que la familia es el regalo más hermoso y siempre es muy importante en nuestras vidas, porque hay muchos sueños por cumplir que se lograrán cumplir con el apoyo de nuestros seres queridos, tanto vivos en la Tierra como aquellos que murieron que jamás olvidaremos aquellas memorables historias que nos cuentan y que están en el Firmamento.

Sin embargo, también habrá retos en que no son fáciles al principio, pero al conocer a gente nueva que pronto serán aquellas personas que nos amarán, que serán tarde o temprano nuestras mejores amistades y conocidos, podemos superar los obstáculos que nos da la vida y buscar el amor que no se deberá nada a cambio más que un "Gracias".

Touhou Biological Clock. (TouhouMaria#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora