Capítulo 31: La noche del lamento.

33 7 12
                                    

No muy lejos de la Mansión, la joven se dirige hacia el mar en donde recordaba a una hermosa joven de cabello rubio y ojos azules como diamantes que siempre mostraba una tierna sonrisa. Se dirige a su habitación llevándose consigo la llave y abre la puerta; al abrir el armario, saca un vestido azul marino manga corta hasta el tobillo, sus botas cafés y un abrigo blanco de verano, una bufanda de color beige, una vela y una linterna de aceite. La joven esperó hasta que anocheciera, sacó del cajón del escritorio una hoja blanca de papel y un lápiz y de su mano salió una pequeña botella de cristal con un tapón. Escribió suavemente su deseo del corazón, lo guarda en la botella y la tapa, no sin antes de besarlo delicadamente. Una vez que ha anochecido, se prepara para salir de aquella casa abandonada, que antes la consideraba como hogar y que ahora ya es un lugar en el cual jamás volverá. Sacó del baúl un hacha oxidada y una barra de hierro golpeando la madera, rompiendo los platos, las tazas, las ventanas, el ropero, la cama y los suelta hasta dar golpes hacia una ventana rota hasta romperlo y salir herida de sus manos sin que sus heridas sean profundas o abiertas; coge las tijeras y rompió la tela de la cama, las almohadas, sacó los rellenos de éstas y destrozó las cortinas. Sus ojos se llenan de lágrimas al sentir que sus labios tiemblan y se arrodilla en el piso hasta agachar su cabeza. Dos gotas de lágrimas caen en el piso y los papeles manchados de polvo, tierra y sangre a causa de la ventana manchada de la misma. Al ponerse de pie, se dirige al lavabo para lavar y desinfectar sus heridas, cambiar su vendaje de su muñeca izquierda que ya es hecho jirones y coger agua del pozo. Se cambia de ropa y se pone solamente el vestido azul marino manga corta hasta llegar casi al tobillo y que cubre las rodillas, se pone sus zapatos negros ya que las botas se mancharon de sangre y se lleva consigo únicamente la botella de cristal y la linterna de aceite. Cuando se lava y desinfecta sus heridas, se quita con mucho cuidado el vendaje de su muñeca izquierda lentamente hasta que caen gotas de sangre en el agua. Su piel parecía romperse en ésta como si fuera entre una muñeca de porcelana olvidada y el ala de una paloma que casi se arranca las plumas, acompañada de un horrible olor que hizo un efecto de náuseas, casi a punto de vomitar y con un terrible dolor de cabeza y con lágrimas en sus ojos. Olía a carne putrefacta, a amoniaco y a sangre en estado de descomposición; después de quitarse la venda con muchísimo cuidado, se le puede notar unos cortes profundos y derramando sangre en la tela blanca. La joven se quedó horrorizada luego de ver esas heridas macabras.

"¡Dios mío! Pensó la chica peliplateada al llenarse de terror ¿Qué me pasó a mí?". No podía creer que esas heridas fueron cubiertas por aquellos vendajes; no obstante, agarró un pedazo de tela mojándola en agua y en alcohol para desinfectar esa herida. Era como si en lugar de tener carne putrefacta tuviera una piel malherida ya que ella recordó del porqué la causa de esa herida: cuando ella tenía catorce años, hubo una pelea entre ella y Yukari en la misma casa.
—¡¿Qué no sabes de lo que hiciste, niña tonta?!—esas fueron las palabras en que Yukari la regañaba furiosa.
—¡L-lo siento mucho!—dijo aquella niña que solía ser hace años con lágrimas en los ojos y sangre en su nariz—. ¡Yo no quería hacerte esto, Yukari! ¡No fue mi intención de lastimar a Clara!
—¡Claro, porque siempre te comportas como una maldita idiota tan inocente que intenta ser buena!¡Te crees capaz de ser cualquier cosa para ser una buena niña pero no es así----!

De repente, tocaron la puerta. La joven se dirige hacia la puerta y la abre. Era Michaela, quien la visita por primera vez en la casa abandonada; traía consigo un ramo de flores hecho por sus propias manos y una canasta llena de rosas y lirios, además de agua pura.
—Hola—dijo Michaela dulcemente al saludar—, lamento por interrumpir en la casa sin ser invitada pero quiero hablar contigo. ¿Te importaría si te acompaño para no estar sola, por favor?
—No estoy segura de esto, Michaela— repuso con tristeza la joven al recordar el nombre de la peliturquesa—. Si para algunos hablar de algo es necesario...para nosotras no habría palabras para describir algún suceso diferente.
—Oye, no te preocupes—respondió amablemente Michaela—. Yo he hablado con algunas jóvenes que tienen la misma edad como la mía pero con casi la misma edad similar a la tuya para consolarlas y siempre puedo ayudar a otros.
—¿Qué quieres decir?—preguntó la joven.
—Lo que quiero decir es que yo siempre he sido una buena persona—añadió Michaela al agarrar la mano de la joven. Su mano era suave, cálida y delicada, incluso con la mano de la joven. La sirvienta peliturquesa llevó a la joven al mar que estaba cerca del bosque, la peliplateada llevaba consigo la botella de cristal. Pronto se escuchó el sonido de las olas del mar acompañado con el viento y las cascabeles de las flores plateadas parecidas a los lirios, la brisa se sintió en el rostro de la chica hasta ver un cielo estrellado con millones de estrellas y la luz de la luna. Un sentimiento de deja vu abrumó en las memorias de la joven al recordar una niña de cabellos plateados hasta la cintura de cinco años de edad tocando el cristal de la ventana, casi a punto de alcanzar las estrellas. Sus ojos azules parecían iluminarse con una profunda sensación de tristeza en ella. Michaela la acompaña y le dice a la muchacha:
—¿Sientes algo en tu corazón?
—Sí —contestó la joven al sentir nostalgia—. No sé qué será pero...me hizo recordar aquella noche en que jamás olvidé.
—Intenta cerrar los ojos y respira profundamente —ordena Michaela. La chica le obedece y cierra los ojos; en poco tiempo recordó el sonido de los fuegos artificiales en aquella noche de año nuevo y a Abel acompañándola en el estético espectáculo de colores.

Touhou Biological Clock. (TouhouMaria#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora