Capítulo 6

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Ha pasado una semana desde que llegué de nuevo a Los Ángeles. En estos días que han pasado todo ha estado tranquilo, por las mañanas he ido a correr como suelo hacer de costumbre. He ido con las chicas de compras, a la playa y a una fiesta de piscina que organizaba la prima de Mel por su cumpleaños, fuí con Arthur a pasar el día a un pueblo donde vive su abuela Matilda donde aprendí a hacer galletas con chispitas de chocolate. Que, aunque parezca algo fácil es difícil conseguir que queden redondas y con buen sabor.

Fuí con mis padres y hermano a la casa de mi tía para hacerle una visita y pasamos el día en la piscina de mi tía y jugando a juegos en familia como en los viejos tiempos.
Hacia tantísimo tiempo que no disfrutaba ni pasaba tiempo con mi familia, que lo añoraba demasiado y fue como volver a mi niñez por un día.
He estado demasiado a gusto y feliz estando con los mios. Como si ese año horrible y lejos de aquí jamás hubiera pasado, como si el conocer a mi exnovio jamás hubiera ocurrido y todo el dolor que pasé, jamás ocurrió.

Entramos al restaurante y nos sentamos en una de las pocas mesa vacías que hay, en un rincón del restaurante donde hay cuadros por las paredes bastante bonitos. La mesa de al lado nuestro por suerte está vacía, asi que, no hay nadie que nos moleste ni niños pequeños correteando y gritando.

Cuando llega la camarera hacia nuestra mesa cada uno pedimos lo que queremos para comer y la camarera apunta todo en una pequeña libreta y se marcha.
Apoyo mis brazos en la mesa mientras que escucho o intento parecer que escucho a Arthur hablar sobre alguna película que vió el otro día en netflix, mientras que observo el restaurante y las personas que entran, salen y pasan.

Mi mirada se centra en una persona que está de espaldas y que puedo reconocer hasta con los ojos cerrados. ¿Es que el destino quiere ponérmelo sea como sea en mi vida?

—¿Pasa algo?
–pregunta Alissa mirándome preocupada.

Niego con la cabeza; —No, solo.. voy a ir al servicio. Ahora vuelvo.

Me levanto de la silla en un intento de no hacer ruído, cosa que no ha podido ser porque al arrastrar la silla se ha escuchado un ruido bastante notorio.

Frunzo el ceño y camino hacia el servicio el cuál solamente hay cuatro cubículos y me meto en uno de ellos para hacer tiempo. Después de unos cinco minutos salgo de ahí y me pongo delante del espejo, mirando mi reflejo, tragando saliva y me lavo las manos secandolas después con papel.

Al terminar, suspiro y expulso aire, saliendo del baño público y caminando hacia la mesa.
Mi mirada se centra en la mesa vacía de antes la cuál ahora está ocupada por chicos. No hay pista de Brayden, cosa que me tranquiliza.

—¿Te habías caído por el váter?
–dice Arthur riendo.

La comida ya está sobre la mesa. Los platos de ellos tres ya están por la mitad mientras que el mio esta al completo. Debe estar frío.

—Qué gracioso.
–ruedo los ojos.

Arthur ríe y sigue comiendo.

Quito un mechón de pelo de mi rostro guardándolo detrás de mi oreja y sirvo agua en mi vaso, cuando escucho una voz masculina que reconozco en ese momento.

Trago en seco. Mierda.
Tenía la esperanza de que se hubiera ido.

—¿Brayden?
–pregunta Mel.

¿Qué mierda haces, Mel?

Miro de reojo hacia la mesa de al lado donde hay un chico de pie el cuál parece que acaba de llegar, quien es justamente él.
Y se gira hacia nuestra mesa, Mel se levanta y camina dos pasos hasta llegar hacia él y saludarle con un abrazo.

Entre nosotros y el destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora