Capítulo 30

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Hoy es el día.
Hoy vamos a San Francisco al cumpleaños de la hermana de Brayden y voy a conocer a su padre, madrastra y hermanos. Nos esperan seis horas de camino en coche hasta llegar allí.

Su padre ayer le envió a Brayden un mensaje pidiéndole que por favor nos quedáramos el fin de semana allí, porque estar durante seis horas en coches para un solo día y luego volver el mismo día no lo veía correcto. Y me ha costado convencerle, Brayden es un tipo muy gruñon y cabezota y cuando dice no no hay nadie ni nada que le haga cambiar de opinión, pero tras mucha insistencia, aceptó.

Me llevo una mochila con un vestido, dos camisetas, una falda, un pantalón corto, unas sandalias veraniegas simples negras y un bikini. Brayden me ha dicho que su padre tiene una piscina así que por si acaso y porque en verano nunca sabes cuando vas a ir a la playa o piscina, me lo llevo.

—Pásame la mochila.
–dice estirando sus brazos para que le de la mochila y eso hago.

Deja la mochila junto a la suya dentro del maletero y después cierra éste. Ambos caminamos hacia el interior del coche y Brayden prende la radio dejando sonar la música a un volumen alto. Nos abrochamos los cinturones, mete la llave en el contacto y el coche arranca. Nos esperan seis largas horas en coche.

Me emociona conocer al padre de Brayden, pero también estoy nerviosa. Siempre me pongo nerviosa en estas situaciones donde hay que conocer a nuevas personas, me gusta, pero me pongo nerviosa y me da cierta vergüenza.

Siento la mano de Brayden colocarse sobre mi muslo, da un leve apretón y deja la mano ahí apoyada mientras que conduce con una sola mano y tarareando la canción que está sonando ahora mismo.

[...]

Brayden me mira serio, algo nervioso pero a la misma vez se muestra sereno, alarga la mano hacia el timbre de la gran casa bastante costosa y la puerta a los treinta segundos se abre apareciendo un hombre bastante joven, casi de cuarenta años, de pelo castaño oscuro con algunas canas pero que apenas se notan, unos ojos oscuros, unos labios carnosos como los de Brayden, una mandíbula bastante marcada y un cuerpo musculoso. Bajo mi mirada hacia sus brazos los cuales están totalmente cubiertos de tinta.
Pareciera como si hubiera pasado el tiempo y tuviera a Brayden dentro de unos años enfrente mío, es la misma imagen, se parecen muchísimo físicamente.

El padre de Brayden me mira y sonríe. Mira su hijo con la misma sonrisa y se acerca hacia él para darle un abrazo con palmadas en la espalda.

—¿Cómo estás? Veo que en buena compañía.
–dice retirando la mirada hacia mí y guiñándome un ojo.

Brayden ríe.
Su padre cuyo nombre no conozco aún, se acerca hacia mí para darme un rápido abrazo y después se separa de mi sonriéndome.

—Encantado, soy Miroslav.

—Allegra –sonrío– igualmente.

Él asiente con la cabeza y sonríe; —Pasad, por favor.

Miroslav se da la vuelta quedando parado a un lado de la puerta para que pasemos y una vez que entramos, cierra la puerta y nos acompaña por el amplio recibidor hacia el comedor que conecta a la cocina amplia y abierta, donde aparece una mujer con el pelo rubio que parece bastante joven también.

—Cariño, ha venido Brayden con la novia. Ven a saludar.

La mujer rubia se da la vuelta hacia nosotros, con una sonrisa algo fingida pero amable y se acerca hacia nosotros. Se acerca primero a Brayden dándole un abrazo, él se queda inmóvil sin abrazarle, se queda quieto sin inmutarse.

Entre nosotros y el destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora