0.1

4.1K 423 21
                                    

||Estrellita dragón

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

||Estrellita dragón.||


Quería odiarla, Cersei quería odiarla desde que vio a su hermano entrando con un bulto rosa entre sus manos.

-Jaime- murmuró Tywin, tan sorprendido como su hija.

-Padre. Alteza- hizo una pequeña reverencia mientras sonreía.

-¿Qué traes ahí Jaime?

-Padre, ella es Rose Lannister- sonrió observando a la pequeña en sus brazos.

-¿Lannister?

-Es mi hija padre.

-¿Tuya y de quién más?- exigió saber Cersei.

-Mía y de nadie más.

-Quiero verla.

Cersei dejó al pequeño príncipe Joffrey de meses en los brazos de su dama. Jaime se acercó a ella y con suma delicadeza, como si de una muñeca de porcelana se tratara, dejó a la niña de año y medio dormida en los brazos de su hermana.

-Es una Lannister- dijo Tywin observando la rubia mata de cabellos lizos de la niña.

La pequeña era de tez blanca, pálida, pero hermosa. No había abierto sus ojos así que no sabían de qué color eran. Cersei iba a acariciar la mejilla de la niña, pero ella le tomó un dedo y se lo llevo a la boca, Cersei sonrió y la niña abrió los ojos. Verdes, sus ojos eran verdes, extraños, pero verdes, no eran esmeraldas pero brillaban con un poco de azul índigo cerca de la pupila.
Rose alargó su mano libre y tomó un mechón de cabello de la reina, halándolo levemente, Cersei rió.

Quiso odiarla, por no haber salido de ella, pero Jaime le dio a Myrcella, y simplemente, no podía odiar a Rose, no a la pequeña que hacía sonreír a Joffrey todos los días, no a la pequeña rosa que Tywin tanto amaba, mucho menos a la pequeña estrellita que con tanto amor Jaime criaba, tal vez no era su hija, pero era una Lannister y le enseñaría exactamente como debía ser, que debía vestir y decir, y como debía comportarse, y lo más importante, convencería a Roberth de casarla con Loras Tyrell. Sabía que la niña no estaría a salvo con todo lo que decían, ella y Jaime era cierto, pero ¿Un Lannister y una Targaryen? Ni de chiste, ella no era un Dragón, era una Estrella, y en ocasiones eso era peor; aunque la gente tenía razones para hablar, en todo el tiempo que había pasado, el cabello de Rose se puso más oscuro, solo tenía algunos reflejos rubios y a veces se despertaba con el cabello tan platinado, casi blanco y a veces sus ojos se tornaban de un extraño azul índigo. La niña no debía enterarse de la sangre que corría por sus venas, no antes de casarse con alguien que la atara lejos de Campoestrella; Loras Tyrell fue el primero que se le pasó por la cabeza, luego vino Robb Stark, mientras más lejos, mejor; además, a los Stark era mejor tenerlos de amigos; por último pensó en su propio hijo, al verlo tan concentrado escogiendo las mejores flores del jardín para llevárselas a su media hermana por su día del nombre, aunque él no lo sabía, solo tenía seis años y ya estaba irremediablemente enamorado de la pequeña niña.
Rose había crecido mucho, ya tenía ocho años y nadie dudaba de que era una Lannister, una verdadera hermosura; mucho menos dudaban de que fuera hija de Ser Jaime, solo hacía falta observar como luchaba a tan corta edad.
Rose sabía comportarse como una dama, su tía Cersei se había encargado de educarla para ser una, caminaba con elegancia, hablaba con educación, vestía como una señorita y sonreía coquetamente; Cersei también le había enseñado a solo confiar en ella y luchar por lo que creía que valía la pena.
Jaime, por su parte, le había enseñado a defenderse, muchos lo criticaban por aquello pero él estaba verdaderamente satisfecho, había empezado cuando la niña cumplió tres años, le enseñó cómo debía pararse y la hizo más flexible de lo que ya era, le enseñó las debilidades de los hombres altos y bajos, flacos y gordos; cuando cumplió los cinco ya se sabía todas las casas de los siete reinos, nobles o no, había memorizado su ubicación, su blasón, lema, señores y lealtad, dejando a su padre sorprendido por su capacidad de aprender; ese mismo año le regaló un arco de oro blanco y liviano, con pequeños rubíes y un majestuoso león, junto a un carcaj de flechas doradas con plumas rojas, y le enseñó cómo usarlo; el año siguiente, Tywin le regaló una espada de acero valyrio, liviana, con un lindo mango de oro adornado por una rosa hecha de rubíes, la niña era su gran adoración y debilidad.

-¿Cómo la llamaras?- le había preguntado-. Las mejores espadas tienen nombre.

La niña pareció pensárselo.

-Se llamará Rhaenys- sonrió pero nadie más que ella quedo satisfecho.

Jaime le había enseñado cómo usarla. Y en una ocasión casi llego a vencerlo.

-He de decir que estoy orgulloso de ti, pequeña estrellita- sonrió acariciando el rostro se su hija.

-Star... Tal vez así debería llamarla- murmuró la niña observando su espada.

-¿Estrella?

-¿Star rose? ¿Firestar? No lo sé, no soy buena para los nombres.

Jaime rió y cargó a la niña luego de guardar las espadas.

-¿Por qué quieres cambiar su nombre? Rhaenys parece encantarte.

-Y me encanta. Tío Tyrion me cuenta en las noches como montó uno de los tres dragones, Balerion, Vhagar y Meraxes, y conquistó Poniente junto a Visenya y Aegon. Me parece una mujer valiente, es todo, pero al abuelo no parece gustarle- susurró.

-Cariño, es muy difícil complacer al viejo Tywin Lannister, pero debes entender que él no importa ¿Okay? Solo importas tú.

-Papá, hablas como si yo fuera una princesa que debe ser complacida.

-Y lo eres, Rose. Eres la princesa de mi castillo y la única que me importa. Algún día serás mi reina, la mejor de todo Poniente, pero solo mía- habló con cariño.

-El abuelo...

-Nunca- la interrumpió mientras la dejaba sobre uno de los bancos del jardín-. Escúchame bien Rose Visenya Lannister- ella sonrió ante su segundo nombre, su padre no lo decía muy a menudo pero a ella le encantaba, se sentía fuerte, sentía que podía conquistar todo Poniente solo por tener el nombre de una gran guerrera, una Targaryen-, espero que nunca, nunca, jamás de los jamases le hagas caso a mi padre, NUNCA debes hacer algo que tú no creas correcto solo para complacer a mi padre. Los Lannister son hombres malos.

-Tú eres un Lannister- frunció el ceño.

-Y soy un hombre malo, el abuelo solo quiere lo mejor para él...

-Él quiere lo mejor para la familia...

-Quiere lo mejor para él, Visenya, y espero que no te dejes influenciar y mucho menos ablandar por el anciano de Tywin Lannister como yo lo hice... y por favor, por lo que más quieras, «no te encariñes mucho con Joffrey», es más Lannister que cualquiera de nosotros, es un completo sádico y no lo quiero cerca de ti.

-Pero es el príncipe y la tía Cersei quiere que me case con él.

-Eso es algo que no permitiré, pequeña estrellita dragón.

-¿Dragón?

-Más adelante lo entenderás, cariño.

||Of Ice and Fire.||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora