Capítulo 2: Una visita inesperada

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Y fue así como Calandria partió en busca de una respuesta. Iba incierta, sin ningún rumbo en especial, pero de algo estaba segura: necesitaba definir de qué lado estaría su vida. O del lado maligno y sin reglas en las fuerzas caóticas, o hacer su propio camino como una simple renegada.

Los días pasaban, las lunas cambiaban de fases, y la joven guerrera seguía caminando sin saber a dónde ir. Tomaba agua de los ríos y recogía frutos de los árboles para sobrevivir, ya que su gran conocimiento en la supervivencia era amplio gracias a todo lo que aprendió con sus hermanos. Finalmente, se topó con la ciudad que alguna vez fue capital de la República, Suramei. Nunca había visto edificaciones de este estilo, murallas de grandes dimensiones junto con las personas que habitaban dentro de ellas. “Pensar que mi padre alguna vez estuvo aquí…” suspiró Calandria.

Para no seguir teniendo esos recuerdos revoloteando en su mente, la muchacha fue en busca de un carpintero. Necesitaba una barca para poder dejar el continente que la vio crecer. Al hallar el taller de carpintería, Calandria encontró al carpintero a cargo de este. Luego de oír su pedido, este dijo:

—Deberás hacerme un favor para que construya tu barca. Estoy viejo y no tengo la fuerza necesaria para cargar los leños hasta mi taller. ¿Podrías ir tú a hachar árboles para tu causa? Prometo que será la mejor embarcación que haya construido.

—Está bien, pero no poseo los conocimientos suficientes para talar árboles.

—No importa, al Este encontrarás campesinos talando. Toma esta hacha y pídeles que te enseñen.

Calandria se marchó del taller a los bosques al Este de Suramei. Siguiendo las indicaciones del viejo carpintero, buscó a alguno de esos campesinos. Le costó encontrarlos, pero logró toparse con un leñador. Éste le enseñó cómo elegir los árboles indicados para talar por su corteza, sus hojas y su firmeza. También le enseñó el uso y los cuidados del hacha y la manera de talar un árbol. Al final del día, la joven guerrera parecía una leñadora excelente.

Al día siguiente, volvió a los bosques para continuar talando. Pero, en el camino, algo sucedió. Calandria comenzó a sentir algo adentro de su cuerpo, como si algo la hubiera poseído y ahora estaba controlando su alma. De pronto, cayó desmayada al suelo.

Luego de unas raras sensaciones, Calandria se encontró a sí misma en un profundo sueño, en el que ella podía verse. Pequeñas nubes la rodeaban, y de ellas se podían oír voces y fantasmas del pasado. Por un momento, creyó estar en su mente, hasta que vio una figura moviéndose entre aquellas nubes. Una figura oscura, con alas similares a las de un dragón y pies de fauno, que reía a carcajadas y su eco retumbaba en cada rincón. Era el demonio que se había infiltrado en el subconsciente de Calandria.

—El alma de tu padre escapó de mis filas, por eso al ser la única escoria que dejó en este estúpido mundo, pagarás por sus faltas con tus habilidades para la lucha siendo parte de las Hordas. ¡Me lo debe ese maldito bardo!

—¿Cómo rayos has entrado aquí? ¡Aléjate antes de que desenvaine mi espada y te arrepientas de esto!

—¡Ingenua mortal! Tú no conoces el tamaño de mi poder. Cuando menos te lo esperes, el pasado asechará en tu vida, y con él, tu alma corrompida por el mal que impondré.

—¡Nunca! Mis ideales ayer, hoy y siempre son la justicia y la verdad. ¡Ningún ser o criatura destruirá mis creencias!

La joven guerrera embistió a Mhorkvel con una potente estocada, provocando un corte en una de sus alas. El demonio lanzó un grito de ira y dolor, esfumándose como polvo en el viento.

La pesadilla creada por el líder rojo había terminado. Calandria despertó en el mismo lugar donde había desfallecido. Estaba sudando y temblando, pues ahora su destino corría peligro.

El origen de una guerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora