Capítulo 17: Dungeon Zero

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Las aguas azotaban con fuerza la proa de la barca de Calandria y Azgury. El viento soplaba agresivamente sobre sus velas y el miedo a naufragar aumentaba. Parecía inútil manejar el timón o cualquier tipo de esfuerzo para que el desfavorable clima no destruyera sus embarcaciones o cambiara su rumbo.

Tras luchar varias horas contra viento y marea, la muchacha y el paladín lograron atravesar los distintos archipiélagos que se hallaban en el océano y llegaron a Tundra Zero. Un aire distinto se podía percibir en el lugar, el peligro parecía acechar en todos los rincones de la isla, y ni hablar de lo que les esperaba dentro del Dungeon.

“¿Vienes?” preguntó ansioso Azgury. La joven guerrera asintió con la cabeza mientras miraba todo atentamente, no deseaba repetir la misma historia de su padre. 

Una vez adentrados en el Dungeon, Calandria y el paladín tuvieron que enfrentarse a un grupo de renegados que osaban tomar el lugar. Sufrieron varias heridas, pero consiguieron asesinar a esos maleantes. Algo que intrigó a la joven guerrera es que uno de ellos, al morir por segunda vez, dejó un collar rústico pero que resplandecía por los poderes mágicos que portaba. Intrigada ante esto, la joven guerrera le preguntó a Azgury:

—Encontré esto en la mano de uno de los renegados, ¿tienes idea de qué puede ser?

Asombrado, el humano le arrebató el pendiente de sus manos y lo observó minuciosamente. “¿Acaso es este el collar? ¿El de que tanto hablan los sabios que puede devolverte a la vida una vez muerto?" pensó. Miró con delicadeza los detalles hechos en el collar y trató de descifrar de dónde provenía su resplandor color esmeralda. Sí, era lo que pensaba: un collar de Rykan. Luego de hacer su deducción, Azgury dijo:

—¿Conoces la leyenda de Rykan? 

—No, nunca he oído de él.

—Rykan fue el único aventurero que osó enfrentarse solo al gran dragón negro, el cual reside aquí, en Dungeon Zero. No lograba derrotar a semejante criatura pero nunca se rendía, aunque no se sabe por qué deseaba tanto asesinar al dragón. Dicen que los dioses le otorgaron un pendiente nunca antes visto que le otorgaba el poder de morir y resucitar a los pocos segundos. Eso le permitía enfrentar al dragón constantemente, hasta que un grupo de caóticos le arrebató el collar y realizó copias idénticas con las mismas propiedades divinas para la resurrección de quien lo portase. 

Sorprendida, la muchacha no dudó un segundo más y guardó el collar, en algún momento lo necesitaría. 

Continuaron investigando Dungeon Zero ella y Azgury, enfrentándose a toda clase de criaturas: golems, cíclopes, momias y medusas de una clase que la muchacha nunca jamás había visto. Estas medusas eran más poderosas que las ordinarias. Sus ataques proporcionaban mayor daño y el hechizo que lanzaban también. Eran más resistentes y tenían más vida, pero estos factores no impidieron que el paladín y la joven guerrera pudieran derrotarlas. Revisaron cada rincón de este lugar, pero Calandria no hallaba nada respecto a su padre. No había rastro que le llamara la atención ni que le proporcione algo sobre lo que estaba buscando.

Finalmente, el humano y la muchacha arribaron al lugar donde se encontraban los demonios. Uno de ellos hallaba durmiendo, usando sus inmensas alas para taparse. La respiración de esta criatura era tan fuerte y tan intensa que causaba terror. Cualquier tipo de movimiento que produjese ruido podría despertar al demonio. 

Antes de dar un paso más, la joven guerrera trató de hacer memoria y recordar el hecho que su antiguo maestro le había relatado...

“Sin embargo, en una de nuestras tantas aventuras, decidimos explorar Dungeon Zero. En aquel momento, era conocido como uno de los lugares más peligrosos, por sus criaturas y por la gente que merodeaba por esos lares. En fin, una vez adentrados allí, nos topamos con un demonio de un tamaño descomunal. Su apariencia era terrorífica, de veras. En nuestro afán de querer enfrentar a esta criatura, este demonio tomó violentamente a tu padre con su mano, dio un grito ensordecedor y batió sus alas fuera de Dungeon Zero. Corrí lo más que pude e intenté lanzarle un conjuro para detenerlo, pero en el camino fui interceptado. Un mago y un paladín, ambos pertenecientes a las Fuerzas Caóticas, parecían cubrir el paso de aquella siniestra criatura. Sin nada más que hacer, estos dos soldados del mal me dejaron agonizando en Tundra Zero. 

Si mal no recuerdo, tu padre se resistió y le dio varios golpes a este demonio. Más que todo en su ala derecha para que no pudiera levantar vuelo, pero fue inútil.”

Por este recuerdo fue que Calandria se guió y sigilosamente se acercó al demonio. “Si mi padre le dio varios golpes en sus alas, debería tener alguna marca o cicatriz de estos” pensó. A un paso de la criatura, la muchacha pudo observar que sus pensamientos pudieron ser comprobados. En el ala derecha había varias marcas de golpes causados por nudillos. Ahora sabía a quién darle revancha.

Pero, algo sucedió. En el transcurso de su investigación, Azgury se entretuvo matando apariciones, y el sonido de su espada y sus golpes despertaron al demonio. Enfurecida, la joven guerrera gritó:

—¿Acaso eres estúpido? ¡Has despertado al demonio!

Con un movimiento brusco, la diabólica criatura se levantó y extendió sus tenebrosas alas. Miró con ojos repletos de ira a los dos invasores, con el único objetivo de arrebatar sus almas para siempre. Sin embargo, esto no paró a los dos aventureros. El paladín, al ver el tamaño del demonio, le dijo a la muchacha:

—Si coordinas con mis ataques podemos derrotar al demonio. Solo sígueme en mis estocadas y acompáñalas con tus conjuros de bardo.

Así fue como los dos se enfrentaron a esta temible criatura. Daba gritos insoportables que lograban aturdir a los aventureros por momentos, pero esto no los detenía en su afán de asesinarlo. Golpe tras golpe, hechizo tras hechizo, el demonio se iba debilitando cada vez más. A la joven guerrera le asombraba el gran espadachín que Azgury era, sin dudas era un paladín experimentado. 

Finalmente, sin una gota más de vida en su interior, el demonio agonizaba y su fin se acercaba. Calandria y Azgury se miraron y, en un gesto de cortesía y correspondencia, el paladín le cedió el último golpe a la barda. 

Con gran furia y fuerza, la joven guerrera miró a los ojos del demonio. Esos ojos repletos de oscuridad, odio y soberbia le transmitían los mismos sentimientos que tuvo al derrotar aquella vez al malvado clérigo en los bosques de Nix.

Sin esperar más, la muchacha dio el golpe final y el demonio por fin murió. Ya era solo ceniza, nada quedaba de él. Sintió que su padre estaría orgulloso de ella si estuviera aquí. Algo melancólica, Calandria dijo al paladín:

—Creo que mi trabajo aquí ha terminado. Yo me marcho de aquí, ¿vienes?

—No, parte tu sola. Yo me quedaré aquí dándole batallas a las criaturas que se encuentran por aquí, al menos no estaré desocupado por varias horas.

—Pero, ¿estarás bien solo?

—Claro que lo estaré, gracias por preocuparte de todas formas. Anda, tienes mucho por recorrer todavía.

Con una sonrisa de satisfacción en su rostro, la joven guerrera salió del Dungeon para continuar con sus viajes. Sintió que pudo rellenar un vacío que tenía en su interior desde que su madre le contó que Barek era un soldado de Mhorkvel. Al menos ahora tenía la certeza de que logró derrotar a la criatura causante del mal que residía en su padre.

Tomó su barca, un poco modificada debido a los fuertes vientos del Archipiélago Kêltar, y partió hacia su siguiente destino: Lindos.

El origen de una guerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora