Capítulo 22: Valentía sin fin

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A Calandria solo le quedaba superar una sola prueba para ingresar a las filas de la Sagrada Orden: el desafío de la valentía. Sin embargo, antes de que eso sucediera, la muchacha tenía que recuperarse de las heridas que Rosbeirul le había causado en el duelo que mantuvieron unos días atrás. Sin dudas, ese duelo fue mucho más que un desafío, ya que allí descubrió que el comandante también se sentía atraído hacia ella.

Para esta última prueba, la joven guerrera debía dirigirse sola al Archipiélago Krôwh, donde estaba ubicado el volcán Krôwh, uno de las tantas moradas que tenían las Hordas del Caos. Allí, Calandria debía sobrevivir una semana sin más provisiones que una botella vacía, un cuchillo y una soga. Además, debía enfrentarse a cualquier criatura o enemigo que se acerca a ella con pretensiones de atacarla. 

La muchacha estaba lista para salir con su barca hacia el archipiélago durante una mañana lluviosa. El viento hacía que las olas se estrellaran violentamente contra el puerto de Banderbill, lo que significaba que el viaje de la joven guerrera podía tener algunas complicaciones. Antes de partir, Rosbeirul acompañó a Calandria hasta el puerto, y antes de despedirse, la abrazó y le otorgó un obsequio:

-Cuando era un joven soldado de la Sagrada Orden, vi como una manada de lobos hambrientos atacaba a un niño que se encontraba jugando en el bosque. Esa fue la primera vez que me lancé al combate en defensa de mi pueblo. Asesiné a cada uno de los lobos, pero mis esfuerzos fueron en vano: el niño murió en mis brazos antes de que pudiera llevarlo ante un curandero. Fue en ese momento que arranqué un colmillo de uno de esos malditos lobos y decidí colgarmelo en el cuello, para no olvidarme de que siempre hay que luchar hasta el final, más allá de los resultados. Hoy quiero regalarte este collar para que, en tu última prueba, puedas tener esa constancia que tanto caracterizan a los guerreros del Imperio. 

Rosbeirul se puso detrás de la muchacha y le colocó el collar. Aprovechó para tocar su pelo y ver su cuello, tan hermosos y delicados como una flor en primavera.

-Gracias, Rosbeirul. Te prometo que regresaré victoriosa. -afirmó Calandria.

-Aquí te estaré esperando. Cuidate. -respondió el clérigo. La abrazó fuertemente y se despidieron.

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Una vez que la joven guerrera llegó al Archipiélago Krôwh, se asentó en la isla donde estaba ubicado el volcán. Rosbeirul le había indicado que tenía que estar allí, ya que era en ese lugar donde estaba la morada de los soldados caóticos y la jungla en donde se ocultaban. Calandria exploró la selva, buscó algunas ramas y hojas y construyó un refugio para pasar la noche. 

Mientras dormía, afuera en la jungla había ruidos y movimiento. Alguien parecía estar acercándose a donde se encontraba la muchacha. Sin querer, ese alguien pisó una rama y la partió, cosa que hizo que la joven guerrera se despertara repentinamente y se preparara para la batalla. Pero antes de lanzarse, Calandria esperó atentamente, oculta en las sombras, a ver cómo reaccionaba el enemigo. De repente, un gnomo cargado con una gran mochila se apareció ante ella.

-¡Sorpresa! No te esperabas verme aquí, ¿eh? -dijo el gnomo. Todavía sorprendida por el susto que se llevó, Calandria reconoció al ser pequeño: era El Trotamundos. 

-¡Estúpido gnomo, casi te derribo de un golpe! ¿Qué hacés aquí? -preguntó la joven guerrera.

-Te estuve buscando todo este tiempo para pedirte que me devuelvas el favor que te había indicado, ¿recuerdas? Cuando te di un mapa del mundo, te dije que iba a necesitar de tus servicios más adelante. Bueno, ese "más adelante" ya llegó. Necesito que te hagas cargo de esta criatura que llegó a mis brazos hace no mucho. Yo no puedo hacerme cargo porque soy un gnomo y es claro que nuestra raza no sabe nada de criar humanos. Pero cómo he descubierto que tú eres elfa e hija de un humano, pensé que eras la mejor opción para darle la educación que se merece a esta pequeña.

La muchacha estaba confundida. No podía creer lo que estaba escuchando: ¿ella? ¿Hacerse cargo de un bebé? ¿Justo ahora? ¿En el peor momento, en el que tiene que demostrar su valentía para ingresar a las filas de la Sagrada Orden?

-Lo que me estás por pedir es una locura. No puedo criar y mantener a un bebé -se anticipó a decir Calandria.

-¿Quién habló de cuidar a un bebé? -interrumpió el Trotamundos-. Estoy hablando de educar a una chiquilla que apareció en la puerta de mi casa. No creo que llegue a los 12 años de edad, está sola y su familia murió en un incendio. No tenía a dónde ir así que la recibí por unos días en mi casa, pero ya no puedo tenerla allí porque estoy recorriendo el mundo para cartografiar algunas islas en mis mapas. ¿Podrías ayudarme?

Por un momento, la joven guerrera pensó que aceptar hacer este favor era descabellado. Educar y mantener a un niño -sin importar la edad- siempre es una gran responsabilidad, y muchas veces, un gran dolor de cabeza. "Los niños suelen ser influenciables, y cualquier cosa que diga o haga, puede terminar imitándolo, lo cual puede ser o muy bueno o muy malo", consideró Calandria en su mente. Definitivamente, la mayor prueba de su valentía era realizar este favor, no la supervivencia en una isla tonta llena de enemigos.

-Bien, si es lo que deseas, te daré una mano. Solo dime dónde se encuentra esa pequeña y me encargaré de ella -le dijo la muchacha al gnomo.

El origen de una guerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora