Capítulo 27: Sin honor ni condecoraciones

5 0 0
                                    


Tras la asombrosa victoria en la ciudad de Tiama, Calandria, Jhent, Rheus y Humtok fueron propuestos por el General Freisthel para recibir la medalla al valor. Los cuatro soldados regresaron a Banderbill junto al resto del ejército, quienes los acompañaron y felicitaron durante todo el viaje. Todos continuaron festejando y recordando la increíble hazaña de estos cuatro cadetes, menos Rosbeirul, que seguía resentido.

Al llegar, los ciudadanos del Imperio estaban esperando a las fuerzas de la Sagrada Orden para darles la bienvenida a casa. Muchas familias y amigos de los soldados se reunieron de vuelta con sus esposos, esposas, hijos e hijas, pero otros no. Por más corta que haya sido la batalla de Tiama, hubo pérdidas entre las filas imperiales. Eso llevó a que el clima en el que fueron recibidos los batallones fuera una mezcla entre alegría y tristeza.

Unos días después de arribar al continente de Oderon, se realizó la ceremonia para entregar la medalla al valor a los cuatro soldados. Esta condecoración sería brindada en el Palacio Real por la Emperatriz Cliara Lakhar, los miembros de su Corte Imperial, los comandantes de la Sagrada Orden y solo algunos familiares cercanos de los homenajeados. 

Estaba todo listo para comenzar la ceremonia. Rheus, Jhent y Humtok estaban muy bien vestidos y aseados, pero faltaba alguien allí: Calandria. Aguardaron varios minutos para ver si llegaba, pero como el tiempo pasaba y la medalla se hacía desear, Cliara ordenó que se llevara adelante la condecoración igual.

-Por haber salvado a la ciudad de Tiama con el honor, la valentía y la lealtad que representa a nuestro Imperio, yo, Cliara Lakhar, Emperatriz de Banderbill, Arghâl y las Islas Reales, te entrego esta medalla al valor. -dijo solemnemente la regenta, y le colocó la medalla en el cuello a Rheus.

Jhent era el que seguía en la fila para recibir la condecoración. Estaba tan feliz, era el mejor día de su vida. Cliara ya estaba lista para entregarle su medalla:

-Por haber salvado a la ciudad de Tiama con el honor, la valentía y la lealtad que representa...

De repente, un portazo se escuchó al fondo del Palacio: Calandria había llegado, y no precisamente para participar de la ceremonia. Caminó furiosamente hacia los que estaban allí presentes:

...que representa la hipocresía y la falsedad de esta Corte, señor. ¡Esa medalla al valor no simboliza nada si es entregada por los cómplices de ese traidor! -dijo la joven guerrera, señalando con su dedo a Rosbeirul Inastir, quien estaba allí como comandante invitado a la ceremonia.

Todos se quedaron atónitos ante semejante acusación sin fundamento. ¿Rosbeirul? ¿Traidor al Imperio? ¿Cómo podía ser?

-¡Esta chica está delirando! ¡¿Cómo osas acusarme de algo así?! ¡Debería darte vergüenza, armar una escena enfrente de nuestra querida Emperatriz! -contestó sorprendido Rosbeirul.

-¿De qué está hablando nuestra homenajeada, señor Inastir? -preguntó Cliara al comandante.

-De nada, mi líder. Es claro que está diciendo tonterías, sepa entender: la batalla le pudo haber afectado la memoria, como a muchos de nuestros soldados. -dijo nerviosamente Rosbeirul.

-¡Mi memoria está en perfecto estado, imbécil! ¡Recuerdo bien cómo dijiste que nos mantuviéramos alejados del Monasterio y nos mandaste a dormir, cuando la solución estaba frente a nuestras narices! Por algo habrá sido, ¿no? -cuestionó Calandria a su ex-amante.

En ese instante, todos los presentes miraron al comandante y comenzaron a dudar. No había pruebas de que la traición del comandante sea verdadera, pero tampoco faltaban razones para sospechar. Luego de decir eso, la joven guerrera prosiguió hablando:

El origen de una guerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora