El portal que atravesaron Calandria, Mhorkvel y Sakara no llevaba al Inframundo, sino al Infierno: hogar del Príncipe de las Tinieblas y de sus oscuros súbditos. El lugar era insoportable: hacía mucho calor, había muertos por doquier, gritos de tortura y criaturas horribles caminando y corriendo por todos lados.
Los tres caminaron hasta llegar al Palacio Infernal, donde estaban alojados los prisioneros especiales de las fuerzas caóticas. Al entrar al Palacio, no había lujos ni grandes salones: el edificio estaba en ruinas, y había armas y elementos de tortura. Incluso había muertos colgando de las columnas, ahorcados o degollados.
Continuaron avanzando hasta llegar a los aposentos del demonio. Allí estaba el trono de Mhorkvel, y al costado de la pared salían dos cadenas enormes. Una de estas cadenas mantenía apresado a alguien: era Rosbeirul Inastir. Estaba atado como un perro, con las vestimentas rasgadas y bastante lastimado.
-Deja a esta escoria encadenada junto al traidor. Más tarde nos encargaremos de ellos. -ordenó el demonio a Sakara.
-Sí, mi señor. -contestó la comandante.
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De vuelta en el plano real, la batalla de Tiama había terminado. Como todo era una gran pantomima del Príncipe de las Tinieblas, apenas desapareció con Calandria, el portal se cerró y las criaturas dejaron de atacar la ciudad nevada. Horas después, los batallones recibieron la orden de regresar a los barcos.
Rheus estaba devastado por la pérdida de sus amigos. Jhent y Humtok habían sido asesinados por Sakara, y Calandria había desaparecido. No obstante, tenía en claro lo primero que debía hacer apenas llegara a Banderbill. Tenía que buscar a esa tal Gwemdelyn que la joven guerrera había mencionado y contarle lo sucedido.
Unos días después, los soldados de la Sagrada Orden arribaron de vuelta en la capital imperial. Apenas desembarcaron, Rheus salió corriendo en busca de la aprendiz de Calandria. No tenía tiempo que perder si quería rescatarla con vida. Por suerte, no llevó mucho tiempo, ya que Gwem estaba en el puerto aguardando a la llegada de su tutora:
-¡Gwemdelyn! ¿Dónde estás? -gritó el paladín entre la muchedumbre de gente que se acumuló en el puerto para recibir a los soldados.
-¡Aquí estoy! ¿Quién eres tú? ¿Dónde está Calandria? -preguntó Gwem a Rheus.
-Calandria fue atrapada por el líder de las Hordas del Caos, Mhorkvel. Me pidió que te dijera que fue un honor enseñarte todo lo que sabía, y me dijo que cuidara de ti. -respondió el soldado un poco triste.
-¡No puede ser! ¡Tengo que hacer algo al respecto! ¡Vamos a rescatarla! -dijo alterada la muchacha.
-¿Estás loca? ¿Cómo podremos rescatar a Calandria de las garras del Príncipe de las Tinieblas? ¡Seguramente está resguardada por todos los guardias caóticos del infierno! No podemos hacer nada. -contestó Rheus.
-Pues yo no me quedaré de brazos cruzados a pensar en cómo torturan o asesinan a mi tutora. Yo iré a rescatarla. Si tú no quieres acompañarme, bien, es tu decisión. A mí Calandria me enseñó que vale la pena sacrificarse por aquellos a los que amas. ¿A ti no? -le dijo Gwem al paladín, y se marchó en busca de su arco y sus flechas.
"Calandria me pidió que cuide de esta jovencita... pero tampoco la puedo obligar a quedarse de brazos cruzados. Mejor la acompaño; peor es que vaya sola..." pensó resignado el paladín.
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Mientras tanto, en el Infierno, Calandria y Rosbeirul seguían apresados en el Palacio Infernal. Ninguno de los dos conocía los planes que Mhorkvel tenía para ellos. Solo sabían que la presencia del otro les resultaba intolerable. La joven guerrera se sentó mirando a otro lado, para no tener que hacer contacto visual con su ex-amante.
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El origen de una guerrera
FantasyEn las medievales tierras de Zorthum, una joven elfa llamada Calandria parece llevar una vida normal. Sin embargo, Calandria se enterará que su destino puede estar en riesgo, lo que la llevará a vivir sorprendentes aventuras.