Capítulo 9: El maestro y su aprendiz

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Tras darle batalla al gladiador, victoriosa, Calandria se alejó de aquella zona de luchas. Decidió explorar más a fondo Rinkel, la ciudad del desierto. Lo que ella no sabía, es que esa misteriosa sombra que la observó durante los duelos siguió su paso.

La joven miraba maravillada todo a su alrededor, habló con algunos pueblerinos, quienes le contaron desde cómo era la vida diaria en la ciudad hasta su historia completa. Le tomó cierto tiempo recorrer todo Rinkel, ya que no estaba acostumbrada a la entorpecedora arena. 
Al arribar al puerto de la ciudad del desierto, la muchacha se percató de que alguien la seguía. Se tornó de espaldas bruscamente, pero nada parecía estar detrás de ella. Sin embargo, cuando creyó que todo estaba en orden, al volver su mirada, de repente una figura se hallaba frente a ella. Fue tal el susto que tuvo la joven guerrera que cayó al suelo. 

Delante de Calandria, se hallaba un bardo, ya que la muchacha logró reconocer que lo era por los nudillos y el escudo, proveniente de una tortuga de un tamaño importante. Una túnica blanca como la nieve arropaba a este ser, pero contrastaba con su tono de piel, que era más oscura que la noche misma. Era un elfo drow.

—No imaginaba a la mismísima hija del gran Barek así de miedosa.- dijo el bardo, y rió.

—¡¿Quién eres y cómo sabes quién es mi padre?!

—Mi nombre no es relevante en este momento. Lo único que diré es que yo fui un fiel compañero de tu padre antes de que su alma se desviara del buen camino. Sabía que después de todo, al tenerte a ti, tu padre no fue tan corrompido como pensé. 

La joven guerrera no sabía si creer en las palabras de este elfo de piel negruzca o hacer más preguntas sobre su padre. Evidentemente, este bardo parecía decir la verdad, ya que la barba grisácea que su rostro llevaba reflejaba la edad que su padre podría tener. Para no dejar que la nostalgia y las emociones se apoderaran de ella, le dijo al bardo:

—Dime qué quieres y ya.

—Yo quiero tantas cosas de este mundo, pero de ti una sola cosa: tu tiempo. Debo entrenarte para que puedas cumplir con tu propósito de justicia y todas esas cosas que buscas tú. Te he oído hablar con aquel ebrio en la entrada de esta ciudad. Al momento de hablar, noté que utilizabas las mismas palabras que tu padre decía sobre estos ideales y la manera en que los defiendes refleja la pasión que tu padre tenía al hablar de ellos también. Y, para confirmar mis sospechas, te he observado mientras te batías a duelo con ese torpe gladiador. Tu habilidad en la lucha sin duda alguna es la de Barek mismo. Él era invencible, pero a ti te faltan pulir ciertas cosas.

Estas últimas palabras enfurecieron a Calandria, quien contestó sarcásticamente:

—Pues mira quién lo dice, un bardo cuya vida es más larga que su túnica.

El elfo drow lanzó una pequeña carcajada, la cual enfureció aún más a la muchacha. Con la ira instalada en su voz, ella dijo:

—¡Si tan sabio eres para criticar mi modo de combate, pues te desafío a un duelo, anciano!

—Si es lo que gustas.- respondió el elfo drow.

Ambos desequiparon sus escudos y se pusieron en sus posiciones. Obviamente, el primer ataque lo dio Calandria, cuyo golpe estaba repleto de furia e histeria. De todos modos, fue como darle una estocada al aire. El bardo había esquivado fácilmente su ataque.

La joven guerrera intentó dar varios golpes más, pero todos acababan fallando. Finalmente, el viejo bardo, con un solo golpe, logró dejarla petrificada como las raíces de un árbol. Ella intentó moverse pero fue en vano ya que, con unos ataques más y un hechizo, Calandria ya se hallaba en el suelo.

Con varias heridas en su cuerpo, la muchacha intentó darle revancha al elfo drow, pero otro golpe certero de este la desarmó por completo. Sin nada más que hacer, la joven guerrera se dio por vencida y reconoció la aplastante victoria del bardo sobre ella. 

—Veo que los hechos son los que justifican tus palabras, viejo. Lamento haber dudado de ti antes. Solo dirígeme a donde creas conveniente y yo seré tu fiel aprendiz.

—Bien, entonces no hay tiempo que perder. ¡Hay muchas cosas por hacer y mucho por qué luchar, jovencita!

El origen de una guerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora