Capítulo 11: El inicio del camino

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Una nueva mañana se asomaba en la ciudad del desierto. Los primeros rayos de sol iluminaban la arena, la cual comenzaba a tomar su temperatura normal. Los campesinos salían de sus casas a trabajar, las tiendas abrían sus puertas al resto. Un día nuevo estaba comenzando en la transitada Rinkel.

Al mismo tiempo que estas cosas sucedían, Calandria se hallaba esperando al viejo bardo en el puerto. En sus manos tenía los nudillos que le había pedido la noche anterior, pero eso no quitó la idea de que no portase con ella su espada y su escudo.

El sol ya estaba completamente presente en la ciudad. Mientras tanto, la joven guerrera seguía esperando impaciente al anciano. Varios minutos pasaron hasta que por fin el elfo drow apareció. Parecía que había corrido bastante, ya que se encontraba agitado y casi sin respiración.

-¿De dónde vienes tan apurado?- preguntó algo preocupada la muchacha.

-He encontrado lo mejor para tu primer entrenamiento. ¡Pronto, sígueme que la criatura no seguirá paralizada por mucho tiempo!

Sin pensarlo un segundo, ella siguió al anciano apresurado. Como siempre, no le era fácil a Calandria correr en la entorpecedora arena. Sin embargo, la velocidad inexplicable con la que corría el viejo bardo la asombró. No podía creer que con tantos años de edad, el elfo drow corría como si fuera más ágil que todos los ladrones del mundo.

-¡Vamos, ya estamos acercándonos a la bestia! ¡Apresúrate que no estará quieta por mucho tiempo!

Estas palabras motivaron el paso de la muchacha y comenzó a correr cada vez más rápido. El paisaje pasó de ser un mar de arena sin fin a ser tierra normal. Ya no estaban esas enormes palmeras que poblaban Rinkel y sus alrededores, ahora solo podían verse árboles de cualquier bosque común.

A lo lejos, Calandria vio al elfo drow detenerse. No parecía haber ninguna gran criatura alrededor, solo algunos duendes y osos. De todas formas, pensó que la bestia podía continuar allí y es por eso que, ansiosa, le preguntó al viejo bardo:

-Bueno, ¿dónde está aquella gran criatura de la que me hablabas?

Riéndose, el anciano respondió:

-Ingenua jovencita… esto recién es el comienzo. No hay gran criatura. Solo quería ver cuán rápido te mueves en distintos terrenos. Eres bastante buena como para ser una principiante corriendo sobre arena.

Colmada de ira, Calandria no evitó agarrar violentamente del cuello al viejo bardo. Por poco no desenvainaba su espada y acababa con su vida, pero este logró liberarse de ella y en cuestión de segundos ya se hallaba detrás de ella.

-Eso es lo que me temía.- dijo el elfo drow. -Te guías mediante la impulsividad y tus ataques rara vez son racionales. Debes pensar cada movimiento antes de reaccionar. Analiza a tu enemigo, conócelo como si fuera un hermano. Sus debilidades serán tu punto en donde atacar.

Un poco frustrada y rezongona, Calandria calmó su furia y continuó oyendo al viejo bardo.

-Debemos trabajar en eso que te mencioné. Además, por cómo has utilizado la espada cuando nos hemos batido a duelo, no pareces estar muy cómoda con ella. Tus habilidades son realmente admirables, y sí que lo son, pero necesitas un arma con el que te puedas conectar, un arma que no afecte a la forma en que ataques y mucho menos que no te estorbe. Es por eso que te he pedido esos nudillos. Por cierto, ¿son de plata?

-Sí, lo son. Pero no sé qué esperas de mi usando esta arma insignificante, solo los gladiadores pueden infligir gran daño con estos.

-Así es, pero porque no poseen conocimientos mágicos y eso lo contrarresta su fuerza. Y tú tampoco, por lo que veo. Para comenzar, empezarás por equiparte los nudillos y enfrentarte con alguno de los osos que merodean por aquí. Esto es algo básico, verás que los nudillos son el mejor arma para combinar con hechizos. Ah, casi me olvido. Ten este pergamino, esto es lo que debes recitar para lanzar este conjuro. Esto es solo el comienzo, más adelante cuando vea tu progreso, iré dándote mejores conjuros y enfrentarás criaturas aún más peligrosas.

Confundida, la muchacha tomó el pergamino, lo leyó y memorizó las palabras de este. Lo poco que sabía de la magia es que todos los conjuros eran recitados y sin sus palabras no eran posibles de ser lanzados. Una ventaja que le corría a su favor era que la herencia élfica que obtuvo de su madre fue un maná importante, así que podría estar por un buen momento lanzando el mismo conjuro.

Así fue que la joven guerrera siguió las palabras del elfo drow, buscó y halló un oso pardo. La piel de este se veía tan resplandeciente que le daba pena aniquilar a este ser de la naturaleza. Antes de enfrentarlo, el anciano le recomendó lo siguiente:

-Recuerda, analiza a tu rival de pies a cabeza, y piensa en cada ataque que realizarás. Un movimiento en falso podría terminar con tu vida. Creas o no, los osos son feroces criaturas si no tienes la defensa indicada. Ten mi escudo de tortuga, tienes que equilibrar el poco peso de los nudillos con un escudo ligero.

El viejo bardo lanzó por los aires su escudo y, con un reflejo sagaz, Calandria alcanzó a atajar el escudo. Se lo equipó y comenzó a darle batalla al oso pardo.

El principio de esta lucha no le fue nada agradable a la muchacha. Recibió varios golpes y arañazos del oso, que dejaron con varias heridas a la joven guerrera en el rostro. Esto la enfureció como nunca, pero en su mente, las frases del elfo drow resonaban: “Analiza a tu enemigo, sus debilidades serán tu punto en donde atacar.”

Luego de recordar lo que le dijo el anciano, Calandria lanzó el conjuro varias veces y, a la vez, lograba darle varios golpes con eficacia al oso.  Logró sincronizar sus ataques y el conjuro para que, atacando y lanzando el hechizo, pudieran ser ejecutados a la misma vez con una rapidez digna de admirar. El oso no podía hacerle ningún daño a la joven guerrera, quién ahora se movía con agilidad y destreza. Finalmente, la criatura cayó rendida al piso, sin un gramo más de vida.

Feliz por su victoria, la muchacha no evitó festejar eufóricamente su primera batalla utilizando técnicas distintas. Saltaba y reía con el júbilo de un niño.

Algunos metros al costado de Calandria, el viejo bardo sonreía ante lo que su aprendiz había logrado dominar. En su mente, el anciano pensaba: “Tiene habilidades para el combate casi innatas. Sin duda alguna, es una gran guerrera. Pero, el camino será largo. Debo enseñarle muchas cosas más antes de enfrentar al mundo de otra forma. La esencia de su padre está en ella, es evidente. Es hija legítima de Barek.”

El origen de una guerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora