- ¿Y tú quién piensas que eres para entrar a mi Palacio y demandar ingresar a las filas de mi Armada? -cuestionó la Emperatriz Lakhar a la barda.
-Soy una joven guerrera que proviene del continente del Este. Nací en Illiandor y mis padres fueron Anathiel, una elfa de pura cepa, y Barek, uno de los mejores luchadores que ha visto las tierras de Zorthum -contestó Calandria.
En cuanto la muchacha dijo el nombre de su padre frente a la Emperatriz y sus consejeros, todos se asombraron y empezaron a murmurar. "¿Con que la escoria de Barek tuvo una hija y ahora quiere pertenecer a nuestra orden? ¡Ni en sueños!", se escuchaba entre los asesores de la líder del Imperio.
Cliara Lakhar estaba atónita. No podía creer que tenía ante sus ojos a la hija del bardo que tantas muertes había causado entre las filas del ejército imperial. "Quizás esto sea una oportunidad... si esta jovenzuela heredó las habilidades de su padre, su participación en la Sagrada Orden puede ser una ventaja", pensó la Emperatriz.
-¡Silencio todos! -ordenó Cliara a sus consejeros, quienes no paraban de murmurar. -Bien muchacha, si tu deseo es ingresar a la Sagrada Orden, antes deberás pasar una serie de pruebas, como lo han hecho todos nuestros soldados. Deberás superar tres desafíos que resultan en los tres valores que resaltan a todos los guerreros de nuestro Imperio: valentía, honor y lealtad. Para pertenecer a mi ejército, tendrás que terminar cada una de las pruebas exitosamente, sin errores ni tropezones. ¿Está claro?
Calandria asintió con la cabeza e hizo una reverencia ante la Emperatriz. Instantáneamente, Cliara ordenó a sus mensajeros que traigan al comandante de la Sagrada Orden, que era ni más ni menos que Rosbeirul Inastir. Apenas llegó, Calandria lo reconoció y se sonrojó.
-Mi querida Emperatriz, estoy a sus órdenes. -le dijo Rosbeirul a Cliara.
-Lleva a esta aspirante a realizar las tres pruebas para ingresar a la Sagrada Orden. Veremos si de verdad es digna de pertenecer a nuestras filas. -indicó la líder.
Así fue como Rosbeirul escoltó a Calandria durante sus pruebas para ingresar a la Sagrada Orden. El primer desafío que debía superar era el de la lealtad. Para esto, el clérigo le dio una misión a la joven guerrera: debía adentrarse como espía en Rinkel para investigar a un grupo de criminales radicados allí que estaban planeando un ataque en las afueras de Banderbill.
Calandria se disfrazó de bandida y se dirigió a la ciudad del desierto para enfrentarse a esta primera prueba. Resultó bastante exitosa, ya que la muchacha no pasó ni dos días dentro de Rinkel y ya había descubierto la estrategia que los criminales pensaban utilizar en su emboscada. El desafío que probaba su lealtad lo cumplió sin grandes dificultades.
Para la segunda prueba, Rosbeirul llevó a la joven guerrera a la arena de combate de Banderbill y ordenó algo un poco más descabellado a Calandria.
-Tu y yo nos batiremos en un duelo a muerte. Sí o sí, tienes que lograr desarmarme y matarme.- dijo el comandante.
-¿Esto es verdad? No será una broma pesada, ¿no? -preguntó desconcertada la muchacha.
-¡Claro que no es una broma pesada, novata! ¡Ahora, haz lo que digo y que comience el duelo! -gritó Rosbeirul.
Sin titubear ni un segundo más, la joven guerrera se alistó para pelear, pero antes de que se diera cuenta, Calandria ya tenía encima a Rosbeirul, quien le dio un terrible golpe con su escudo en la cabeza. La muchacha comenzó a sangrar, pero esto no detuvo su afán por derrotar al hombre que la enamoró.
La barda empezó a responder a los golpes del clérigo con más y más violencia. Rosbeirul recibió un puñetazo de Calandria en el estómago, en su brazo izquierdo, en su espalda y hasta en la cara. De a poco, el comandante de la Sagrada Orden comenzó a recular y a perder sus fuerzas. Estaba muy debilitado y malherido.
Aprovechando la guardia baja de Rosbeirul, la muchacha logró desarmar al clérigo y quitarle hasta el escudo. De una patada, lo dejó en el suelo boca arriba, totalmente cansado y sangrante. El comandante la miró y le gritó:
-¡Ya mátame de una vez! ¿No ves lo mal que estoy?
-No, no lo haré. No puedo hacerte esto. Sería deshonroso de mi parte matar a alguien que está indefenso y sin posibilidades de responder a mis ataques. Ya no seguiré más, lo siento.
En ese entonces, Rosbeirul comenzó a reír. La joven guerrera no entendía qué estaba pasando, no sabía qué era lo que le causaba tanta gracia al clérigo. No entender de qué se estaba riendo la frustró y la enfureció.
-¿Qué? ¿Qué te causa tanta risa? ¡¿No ves que te estoy dejando vivir?!
-Me río porque yo sabía que no eras capaz de matarme. Y eso es lo correcto. No puedes enfrentarte a alguien que no reúne las mismas condiciones de combate que tú. Eso es tener honor. -respondió el comandante.
-¿Eso quiere decir que esto era la prueba de honor y que la superé? -preguntó ansiosa la muchacha.
-Así es, Calandria. Superaste ampliamente este desafío. Pero hay algo más: en tus ojos y en tu mirada noté algo profundo dentro de ti.. creo que no has podido matarme porque sientes algo por mí. Claro que no es normal sentir afecto por tu rival y dejarlo vivir por eso... pero creo que en este caso podemos hacer una excepción. -dijo Rosbeirul sonriendo.
La muchacha fue hacia el comandante y lo ayudó a levantarse. Seguía malherido, pero aun así, el clérigo obtuvo fuerzas para mantenerse en pie. Con la sangre brotando de sus heridas, golpeados y agotados, Calandria y Rosbeirul se abrazaron y se tomaron de las manos. No podían despegar su mirada del otro: era cierto que un sentimiento intenso los unía desde el momento en que se cruzaron por primera vez.
-Los ojos no dicen la verdad; simplemente te delatan, querida muchacha. -susurró el clérigo en el oído de Calandria.
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El origen de una guerrera
FantasyEn las medievales tierras de Zorthum, una joven elfa llamada Calandria parece llevar una vida normal. Sin embargo, Calandria se enterará que su destino puede estar en riesgo, lo que la llevará a vivir sorprendentes aventuras.