Luego de un breve descanso, Calandria continuó la búsqueda. Miraba atentamente a todo lo que la rodeaba, desde el suave pasto de los bosques de Suramei hasta las mismas criaturas que los habitaban. El sol caía en el ocaso, pocas pistas había encontrado la joven guerrera.
De repente, vio huellas y manchas de sangre que pintaban el suelo. Calandria siguió estos indicios, ya que pensó que definitivamente pertenecían al grupo de bandidos y a Eranthir, ya que eran varios los pares de huellas grabados en el pasto. Por un momento perdió el rastro, pero la muchacha tomó una hoja de un árbol caído, y la pintó con la sangre que había en el camino. Examinó su hallazgo cuidadosamente, la olió y dijo:
—Esta es sangre de un enano, indudablemente. Esos bastardos deben tener por aquí cerca al viejo carpintero.
La noche había tapado al mundo con su manto de estrellas una vez más. La oscuridad no era un problema para Calandria, ya que se podía guiar por los otros 4 sentidos si es que uno estaba imposibilitado de cumplir su función.
Finalmente, la joven guerrera se topó con la entrada hacia las Minas Epdevel. Este era el lugar en que los bandidos mantenían cautivo a Eranthir.
La muchacha se adentró en las minas, mirando atentamente en cada rincón en caso de que la ataquen sorpresivamente. Tenía su mano cerca de la funda de su espada, ya que presentía que algo estaba por suceder.
Después de caminar por los silenciosos pasadizos de las minas, Calandria encontró al viejo carpintero, amordazado, golpeado y encadenado a una de las columnas de las minas. Luego de liberarlo, la joven guerrera habló con el enano. Este le dijo primero:
—¿Qué rayos haces aquí? La razón por la que yo me encuentro en este lugar es por ti, estos bandidos me llevaron para atraerte hasta aquí, ¡es una trampa, tonta niña, vete ya mismo!
—No me iré de estas minas sin ti, terco enano. ¿Dónde están los secuestradores?
Eranthir, asustado, señaló a los bandidos, quienes se hallaban detrás de Calandria. Eran 4, 2 asesinos y 2 ladrones. Uno de estos ladrones tenía unas esposas, pero la joven guerrera no comprendía de dónde las sacó y por qué tenía un par de esas. Estos bandidos eran renegados y prófugos de la ley. Al verlos, la muchacha gritó al viejo carpintero:
—¡Huye antes de que te asesinen! Yo me encargo de estas sabandijas.
Los 4 miraron a Calandria como si tuviera algo de valor entre sus manos. Lo que no sabía la muchacha, es que ella era el objeto de valor que ellos necesitaban poseer. Mientras se iban acercando a ella, la joven guerrera desenvainó su espada y le cortó ferozmente un brazo a uno de los ladronzuelos. Este escapó despavorido, esparciendo por todas las minas su sangre.
Los tres bandidos restantes estaban totalmente dispuestos a enfrentar a la muchacha, sin temor a nada. Una cruenta lucha se libró en las Minas Epdevel.
Uno de los asesinos quiso atravesar el cuerpo de Calandria con una poderosa puñalada, pero por suerte ella evadió su ataque. Por alguna razón, mientras combatían los dos asesinos contra la joven guerrera, el ladrón que poseía las esposas, oculto en las sombras, trataba de esposar a la muchacha, quien con un golpe certero pudo acabar con la vida de este bandido para siempre.
Ahora solamente restaban 2. Calandria debía defender su vanguardia y retaguardia a la vez, debido a las poderosas puñaladas que los asesinos generaban. Uno de ellos lanzó una puñalada más, pero la joven guerrera actuó rápido y, antes de que la lastimara, su espada atravesó las entrañas de este asesino, dejándolo en el suelo moribundo y perdiendo enormes cantidades de sangre.
Un último asesino quedaba ahora, y Calandria canalizó toda su fuerza en una sola brillante estocada, que bastó para que el asesino termine en el suelo, pero con vida.
Mientras mantenía al asesino contra el suelo con un brazo, con el otro apuntaba su espada directamente a la garganta del bandido que quedaba. La muchacha, amenazándolo de muerte, le preguntó irascible:
—¿Quién demonios os ha mandado a cometer semejante crimen? ¿Por qué motivo querían capturarme con esas esposas? ¡Habla ya o te arrepentirás!
Calandria apoyó con fuerza la espada contra la garganta del asesino, la cual empezaba a sangrar lentamente. Este le contestó:
—Él… nos prometió una gran recompensa si te traíamos con vida…
—¿Quién es él? ¡Dime!
—Él… te está buscando…
Y con estas últimas palabras, la espada de la joven guerrera terminó de hundirse en la garganta del asesino, dejándolo sin vida.
Una vez finalizado este suceso, la muchacha tomó las esposas del ladrón difunto como evidencia por si las moscas. Salió de las minas con la frente en alto y con la mente llena de dudas.
Fuera de las Minas Epdevel, Eranthir esperaba agazapado en un arbusto. Calandria lo vio y se mostró vencedora frente a este grupo de bandidos. Ambos decidieron caminar hasta el taller del viejo en Suramei, bajo la luz lunar que iluminaba su camino de vuelta. Al llegar a la ciudad, el viejo carpintero le ofreció hospedaje a la muchacha, ya que era muy tarde y él también se encontraba desgastado por todo lo que había pasado. Le prometió a la joven guerrera que al día siguiente comenzaría a construir inmediatamente su barca.
Después de acomodarse, Calandria se recostó en el suelo. Se quedó observando la nada por varios minutos, ya que en su cabeza habían florecido miles de preguntas. ¿Quién era ese ‘él’ de quién hablaba el último asesino? ¿Qué querría de ella?
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El origen de una guerrera
FantasíaEn las medievales tierras de Zorthum, una joven elfa llamada Calandria parece llevar una vida normal. Sin embargo, Calandria se enterará que su destino puede estar en riesgo, lo que la llevará a vivir sorprendentes aventuras.