Incertidumbre. Desconfianza. Inseguridad. Estas cosas fueron las que Calandria sintió cuando vio a su mentor desaparecer. No había rastros del elfo drow por ningún lado. La muchacha agudizó sus sentidos lo más posible, pero no halló ninguna pista. El viejo bardo se había esfumado como por arte de magia.
"Todo transcurría normalmente, ambos estábamos alegres por el fin de mi entrenamiento. Lo que más me desconcierta es que, al momento de preguntarle su nombre, se haya marchado sin darme una respuesta", pensó preocupada la joven guerrera. Creyó que quizá el anciano estaba prófugo de alguna cárcel y no quería que nadie sepa de su existencia, o que tal vez quién la acompañó todo este tiempo era un espíritu o un producto de un hechizo que la hizo alucinar. Todo era posible, pero Calandria no se molestó en seguir suponiendo cosas.
Una vez salida de la casa del viejo bardo, la joven guerrera se dispuso a caminar por Ullathorpe. En los viajes encomendados por el elfo drow, ella observaba todo a su alrededor, tenía como objetivo contemplar los bosques, las costas y las cuevas. Recordó que su antiguo maestro no le había dicho que visite ciudades o pueblos, es más, le había pedido que si viera una, solo pasase de largo y continuara explorando el continente y su naturaleza.
"Bueno, ya conozco la cara hostil de este continente... ¿por qué no conocer la cara civil de la misma y del mundo entero?" se dijo a sí misma la muchacha.
Fue aquí que decidió comenzar con una serie de viajes a todas las ciudades del Plano Real, exceptuando las ciudades del continente de Rhagnark, ya que ahí es donde nació y creció. Conocía esas tierras como la palma de su mano, no creía que era necesario volver.
Antes que nada, realizó una lista de las ciudades del mundo. Habló con los distintos campesinos y habitantes de Ullathorpe para completar una lista escrita a mano. Habló con el carpintero del mercado central del pueblo sobre Tiama y el Bosque Helado, cuyos árboles tenían propiedades mágicas; habló con una pueblerina de raza gnoma, quién provenía de Nueva Esperanza.
Se asombró al ver cuántas personas de distinto origen y diferentes objetivos vivían en el tranquilo pueblo de Ullathorpe. No era una ciudad, ya que el tamaño y la cantidad de habitantes que había no eran lo suficientes para llamarla una ciudad propiamente dicha. La gente ofrecía su hospitalidad a quién la necesitara, sus hogares eran cálidos y siempre estaban dispuestos a ayudar. Sin embargo, se proclamaban neutrales, ya que dicen que su neutralidad mantenía la paz y la tranquilidad del pueblo.
Calandria tenía todo lo necesario para marcharse a realizar sus viajes, excepto dos cosas: un caballo y un mapa. La montura no fue un problema, ya que un amable herrero le ofreció la suya por unas monedas. Ahora lo que restaba era conseguir el mapa del mundo entero.
Preguntó de nuevo a los campesinos que andaban por las callejuelas del pueblo. Uno de ellos le respondió:
—Creo que este extraño ser tiene mapas. Se llama a sí mismo "El Trotamundos". Es un gnomo de apariencia poco normal que casi siempre está dentro de su hogar, al sudoeste del mercado central. Amigos míos lo han oído hablar y gritar solo, pero nadie se ha atrevido a hablar con él.
—Gracias por la información, compañero.- dijo la joven guerrera.
Se dirigió a donde este campesino le había indicado. Por suerte, solo había una casa que correspondía a la zona sudoeste del mercado central y, efectivamente, El Trotamundos se encontraba allí. Tocó la puerta de su casa y el gnomo abrió bruscamente. La miró de reojo a la muchacha y dijo:
—Una jovenzuela en la puerta de mi hogar, qué curioso. ¿A qué vienes, mujercita?
—Hola, me han dicho que es posible que usted posea un mapa del mundo, ¿es verdad?
—Pues claro que sí, ¿acaso nunca has oído hablar de mí? Soy El Trotamundos, muchachita, el ser que conoce mejor el mundo entero que su hogar mismo. Lamenta el desorden y los papeles desparramados por el piso, pero no me acostumbro a tener una vida sedentaria.
Luego de estas palabras, Calandria se quedó mirando atentamente a este gnomo. Parecía ser nervioso, no podía dejar de mover su cuerpo. Tenía el pelo desordenado y una barba larga también despeinada. Sin embargo, luego de observarlo detalladamente, la muchacha dijo:
—Bueno, de todas formas no buscaba entrar en tu hogar. Solo quiero un mapa del Plano Real completo, ¿cuánto pides?
Con una sonrisa algo siniestra en su rostro, el gnomo respondió:
—¿Por un mapa? Solo un favor, jovencita, solo un pequeño favor. Seguramente te lo pida más adelante, pero por eso no debes hacerte problema todavía. Ten, aquí tienes.
Desconfiando del Trotamundos, la joven guerrera tomó el mapa y lo revisó bien. Estaban todos los continentes, islas y océanos del Imperium. Nada le faltaba y nada le sobraba, era un mapa hecho a la perfección. Luego, le dijo al gnomo:
—Y si todavía no debo cumplir tu favor, ¿cuándo lo haré?
—Cuando llegue el momento, te diré, mujercita. Tú continúa con tu vida y yo encontraré la forma de hacerte saber cuándo debes cumplir el favor. Hasta entonces, muchachita.
Con un movimiento rápido, el Trotamundos cerró la puerta de su casa de un golpazo. Calandria quedó afuera de esta, un poco molesta por la reciente acción del gnomo. "En fin, será mejor que me ponga en marcha, nadie sabe cuando este mundo puede acabar", pensó la muchacha, mientras ponía los pies en los estribos de su caballo.
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El origen de una guerrera
FantasyEn las medievales tierras de Zorthum, una joven elfa llamada Calandria parece llevar una vida normal. Sin embargo, Calandria se enterará que su destino puede estar en riesgo, lo que la llevará a vivir sorprendentes aventuras.