Capítulo 28: Un mal augurio

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El cuerno imperial volvió a sonar después de dos semanas del ataque a Tiama. Nadie podría creer que otra vez el mundo estuviera tan en aprietos como para hacer soplar un cuerno que no sonaba desde hace 10 años. Los ciudadanos y los soldados volvieron a reunirse en la plaza central de Banderbill, y la Emperatriz se acercó con su cuerpo de guardaespaldas a hacer el nuevo anuncio de emergencia:

-La ciudad nevada fue atacada otra vez. El enemigo es poderoso y no se dio por vencido: parece que ha regresado para matar o morir. Ha vuelto por todo, y debemos responder de la misma manera. ¡Soldados de la Sagrada Orden, tomen sus armas y enfrentemos a Garveloth con todas nuestras fuerzas! -dijo Cliara Lakhar en un tono motivante.

Nuevamente, Calandria se alistó para la batalla, pero esta vez lo hizo acompañada de sus compañeros Rheus, Humtok y Jhent. Instalaron su tienda de campaña fuera del Palacio Real en conjunto con todo el resto de los soldados del ejército imperial, a la espera de que los líderes militares decidieran la nueva estrategia y dieran sus órdenes.

En esta ocasión, pasaron varios días hasta que los comandantes indicaran qué hacer. Los guerreros del Imperio continuaban aguardando, a la espera de novedades. Mientras tanto, Calandria y sus amigos estaban sentados en el comedor, charlando y bebiendo unas cervezas. 

-No saben de lo que me enteré: el comandante Rosbeirul Inastir efectivamente era un traidor al Imperio. Dicen que el General Freisthel lo encontró en su casa hablando con Sakara, la mano derecha de Mhorkvel. -dijo Rheus.

-¿En serio? ¡Qué decepción! Al final la escena que montaste durante la ceremonia de condecoración valió la pena... -contestó Jhent mirando a Calandria.

-¡Esa rata asquerosa! Yo sabía que se traía algo entre manos. No puedo creer que en algún momento sentí algo por ese elfo infame. -comentó indignada la joven guerrera.

-Ah, pero eso no es todo lo que sé. Parece ser que este nuevo ataque a Tiama tiene algo que ver con la traición de Rosbeirul. No sé de qué manera, pero ya saben cómo dicen: si las Hordas del Caos están involucradas, nada bueno puede salir de lo que suceda. Siento un muy mal augurio con respecto a esta próxima batalla. -añadió preocupado Rheus.

-¡Pamplinas! Le arrancaremos la cabeza a ese traidor, a Sakara, a Mhorkvel y hasta al imbécil de Mhorkvel si es necesario para frenar esta locura. -opinó Humtok.

Luego de esta charla, Calandria se quedó un poco preocupada por lo que podía llegar a suceder. Rheus era un paladín prudente y sabía de lo que hablaba, por lo que su palabra era muy respetada no solo entre sus amigos sino también entre el resto de los soldados. Aun así, los cuatro se retiraron a dormir a su carpa.

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A la mañana siguiente, los comandantes levantaron a sus batallones con la orden de prepararse para partir otra vez a Tiama. Todos buscaron sus equipos de combate, desmontaron el campamento, tomaron sus pertenencias y se subieron a los barcos. Pasaron unos días hasta que llegaron a la ciudad nevada, pero una ve que arribaron a destino, la bienvenida fue muy diferente a la de la última vez: Garveloth estaba ya atacando a Tiama.

Los batallones de la Sagrada Orden desembarcaron rápidamente y se formaron frente a la ciudad. Estaban listos para unirse a la batalla, solo faltaba la orden del General Freisthel.

-¡Soldados! ¡Compañeros míos! ¡Hoy estaremos dando nuestra sangre y nuestra vida por ayudar a nuestros amigos tiamanos! Nuestra alianza se basa en la protección y defensa mutua de nuestros pueblos. No vean esto como dar una mano a un amigo: vean esto como si de verdad estuvieran defendiendo al Imperio. Dejen todo en el campo de batalla, y Dios se los recompensará luego, vivos o muertos. ¡POR EL IMPERIO! -dijo el General, enalteciendo a las tropas y dándoles la orden de atacar.

El origen de una guerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora