Capítulo 18: La ciudad paradisíaca

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Mientras se alejaba de las oscuras islas que rodeaban a Dungeon Zero, Calandria se quedó pensando profundamente en lo que hubiera pasado si aquel demonio, ahora muerto, no hubiera raptado a su padre. Quizá hubiera estado en las filas del ejército imperial, con Anathiel a su lado y una familia feliz sin problema alguno. Al menos ahora la joven guerrera se sintió bien consigo misma por haber derrotado al causante de tantas dudas en ella sobre su origen y el camino que debía tomar.

El viento y las olas calmas del océano permitieron a la muchacha dejar el timón para tomar su diario y escribir lo vivido con Azgury en Dungeon Zero. La tinta de su pluma corría con fluidez por las páginas de su bitácora a medida que dejaba escrita cada momento, desde la partida de Nueva Esperanza hasta donde se encontraba ella ahora. Para su suerte, pudo terminar de plasmar todo lo que creía necesario en su diario para cuando avistó tierra: por fin había alcanzado a la ciudad paradisíaca de Lindos.

Admirada por la paz y tranquilidad que abundaba por las dos islas que componían al pueblo, se dedicó a recorrerla con un trote sosegado por parte de su corcel Brigos. Parecía ser que él también se hallaba apacible ante tanto silencio y poco movimiento por parte de los pueblerinos.

Al llegar al templo de Lindos, Calandria se entretuvo conversando con el sacerdote del lugar, sobre el conocido mundialmente centro de subastas,  la arena en donde la muerte del antiguo guerrero republicano Dharian dejó la marcada mancha oscura desde el año 1794 hasta a aparición de Halinte Ganre como gobernador de la ciudad. Pero, lo que más le llamó la atención fue cuando el sacerdote mencionó algo sobre la gran biblioteca de Lindos. Se hallaba cerca de la abadía de la ciudad, lugar donde los monjes eruditos se encerraban para estudiar horas y horas sabiduría ancestral de cualquier tipo, desde historia hasta conjuros olvidados.

Es por eso que la joven guerrera se dirigió a esta parte de Lindos, donde fue recibida por algunos monjes que se encontraban allí y la invitaron a pasar. Se asombraron de ver a alguien que esté mayormente combatiendo, usualmente vistos por ellos como brutos e ingenuos, se interesara por estar en la biblioteca.

Con algo de ayuda de Dymrael, el bibliotecario, la muchacha recorrió las distintas estanterías y secciones que poblaban a este lugar tan sagrado y cargado de historias y conocimiento. Particularmente, se detuvo en un sector de los estantes en donde un libro le llamó la atención. El lomo mostraba el nombre en lenguaje élfico, idioma que solo la raza conocía y algún que otro intérprete. Gracias a su madre que era elfa, ella supo hablar y escribir en este idioma desde muy pequeña, por eso logró comprender lo que el lomo del libro reflejaba. Lo tomó y leyó algunas páginas, maravillada por las cosas que estaban escritas. Nadie sabe qué es lo que la atrajo tanto de este libro, pues el idioma élfico es una lengua sagrada que solo ellos saben manejar mejor que nadie.

Después de hojearlo, le preguntó al bibliotecario si podría quedárselo, pero este le dijo que solo a cambio de un favor: el diario que ella estaba escribiendo, esa bitácora de viajes, debía ser puesta en la biblioteca una vez terminada su navegación por el mundo. Le interesó la forma en que escribía y sin duda serviría de gran entretenimiento para un curioso que deseara saber sobre los diversos lugares en que estuvo la joven guerrera.

Una vez cerrado el trato, Calandria se aproximó a la costa norte de Lindos para continuar camino. Este pueblo le había resultado de lo más interesante por los secretos que escondía y la historia que resguardaba. No solo por esto la muchacha pensó que esta ciudad era la más atrayente que había conocido, sino también por sus playas y vegetación tan peculiar, la vista que tenía al océano y la proximidad que tenía con el nuevo continente. Se extrañó de no haber oído de ella durante su tiempo en Rhagnark, pues le había gustado mucho su estadía allí y hasta consideró vivir en Lindos en un futuro.

Todo esto fue lo que pensó la muchacha mientras calibraba su brújula para partir hacia adelante, donde aguas congeladas y vientos fríos la aguardarían. Su próximo destino era Tiama.

El origen de una guerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora