A la mañana siguiente, Gwem ya estaba lista para retomar su entrenamiento. Calandria y su aprendiz se dirigieron a las afueras de Banderbill para enfrentar a las primeras personas de carne y hueso con las que Gwemdelyn quería luchar.
-Algo que debes saber, Gwemdelyn, es que todos tienen un estilo de combate particular. Si bien hay ciertas reglas y tácticas básicas, nadie te garantiza que el enemigo sea honrado contigo. Recuerda: nunca bajes la guardia. -le advirtió la joven guerrera.
Así fue que las dos mujeres se adentraron en los caminos salvajes que llevaban a Arghâl. Fue allí justamente donde Calandria conoció a Rosbeirul, cuando él la salvó de un grupo de bandidos que rondaba la zona.
-Aquí me atacaron una vez entre varios maleantes. Estoy segura de que sigue habiendo algunos criminales por aquí, así que mantente alerta. -dijo la joven guerrera.
Continuaron caminando hasta que llegaron al río Dorck. Para pasar al otro lado, debían cruzar un puente que no estaba en muy bien estado. Calandria pasó primero para ver si era seguro, y Gwem la seguía detrás. De repente, un bandido se acercó al otro lado del puente y le lanzó una daga a Calandria. El puñal quedó clavado en su hombro derecho, y la joven guerrera cayó malherida al piso.
-¡Nos atacan! ¡Cúbrete, Gwem! -gritó Calandria.
Antes de que pudiera obedecer, Gwemdelyn miró que un grupo de criminales las estaba atacando de un lado y del otro del puente. Éste se movía cada vez más y se hacía inestable, lo cual complicaba a la muchacha para poder apuntar con su arco y flecha. Sin embargo, decidió arriesgarse.
-¡Alto ahí, rufianes! -dijo Gwem a los bandidos. Apuntó contra un bandido que se acercaba corriendo hacia ella, y le dio un flechazo justo en la frente. El maleante se derrumbó y cayó del puente, directo al río.
Otro criminal se acercaba por detrás de Gwemdelyn, y ella no tardó ni un segundo en dispararle una flecha. Esta vez, le atravesó el torso por completo, y cayó muerto. Pero el movimiento que hizo este bandido hizo que el puente tambaleara, e hizo Calandria quedara al borde de caerse al río. La joven guerrera continuaba lastimada, con la daga clavada, pero se sostenía del puente con su brazo izquierdo. Mientras tanto, la sangre brotaba a borbotones de la herida, y manchó tanto la vestimenta de Calandria como al agua del río que corría debajo de ella.
Flechazo tras flechazo, Gwem se fue deshaciendo de los malhechores. Cuando la batalla parecía haber acabado, la muchacha corrió a rescatar a su tutora, quien estaba agarrándose con todas sus fuerzas del puente.
-¡Cuidado, ahí viene un último criminal! -le dijo Calandria a su aprendiz. Un enorme bandido se acercaba lentamente a la muchacha, con un hacha de doble filo más grande que su cuerpo.
-¡No te dejaré morir! ¡Dejame salvarte! -gritó Gwem, y tomó a Calandria del brazo. Hizo fuerza para subirla, pero no pudo. Intentó, siguió tirando, pero fracasó. Con cada intento fallido, la jovenzuela se frustraba y se enojaba cada vez más, al punto de ponerse a llorar de rabia.
-¡No llores, pequeña tonta! ¡Vete a luchar contra ese orco que yo puedo encargarme de mí misma! -le ordenó la joven guerrera a Gwemdelyn.
-¡No quiero perderte! ¡No quiero pasar por esto otra vez! -dijo la muchacha llorando.
Finalmente, Gwem tomó fuerzas otra vez, y consiguió subir a su tutora al puente. Apenas Calandria estuvo a salvo, la aprendiz apuntó su arco contra el maleante, y le disparó una flecha justo en el corazón. Derrotado, el criminal cayó de rodillas y murió. Ya no había más bandidos a la vista que pudieran atacarlas.
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Tras este incidente en el río Dorck, Gwemdelyn llevó a su tutora a su hogar para curarla. Calandria se veía muy mal: había perdido mucha sangre, estaba pálida, y la daga continuaba clavada en su hombro derecho.
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El origen de una guerrera
FantasyEn las medievales tierras de Zorthum, una joven elfa llamada Calandria parece llevar una vida normal. Sin embargo, Calandria se enterará que su destino puede estar en riesgo, lo que la llevará a vivir sorprendentes aventuras.