Capítulo 23: Gwemdelyn

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Una vez que Calandria regresó del Archipiélago Krôwh, Rosbeirul y varios soldados de la Sagrada Orden recibieron a la muchacha en el puerto de Banderbill con gritos de alegría. La joven guerrera había superado la prueba de valentía, el último desafío que era necesario cumplir para ingresar a las filas del ejército imperial.

La ceremonia de investidura como soldada de la Sagrada Orden se realizaría al día siguiente, y estarían presentes la emperatriz Cliara Lakhar, los miembros de su Corte, los generales y comandantes del ejército -entre los que estaba Rosbeirul-, y algunos futuros compañeros de Calandria. Para prepararse para esta ceremonia, la muchacha tenía que organizar algunos preparativos y alistar sus mejores vestimentas, pero antes tenía que hacerse cargo de un pequeñísimo detalle: ir a buscar a la niña que el Trotamundos le pidió que criara. 

La joven guerrera sabía que el gnomo vivía en Ullathorpe. Para su fortuna, Banderbill no estaba tan lejos de este pueblo, pero se recomendaba a las personas que viajen a caballo porque el camino era peligroso y había bandidos y asesinos que estaban deseosos de asaltar forasteros. Fue así que Calandria tomó a Brigos y cabalgó a paso raudo hacia Ullathorpe.

Al llegar al pueblo, la muchacha pasó casa por casa preguntando por una niña que estaba bajo la custodia del Trotamundos. Trató de describirla tal y como lo hizo el gnomo: niña de 12 años aproximadamente, tez pálida, ojos verdes y pelo castaño. Ninguno de los campesinos supo de quién se trataba, es más, decían que jamás habían visto a una pequeña con esas características por allí. Después de intentar y tocar en todas las puertas de Ullathorpe, Calandria se desilusionó un poco. 

"Quizás la chiquilla se escapó. En la casa del gnomo no estaba tampoco. ¿Y si está allá afuera, sola, en la naturaleza salvaje, con todos los asesinos y bandidos acosándola? ¡Sería lo peor!", pensó preocupada la joven guerrera. "O tal vez estoy sobrepensando demasiado esto. No debería frustrarme tanto. Mañana puedo volver a buscarla mejor, ahora debo concentrarme en los preparativos para mi ceremonia de investidura", consideró.

Así fue que la muchacha preparó nuevamente a Brigos y emprendió su regreso a Banderbill. Sin embargo, a medida que se iba adentrando en el camino, Calandria escuchó pasos atrás de ella. Frenó su caballo y se detuvo a ver alrededor: no había nadie. Continuó cabalgando, y esta vez le ordenó a Brigos que lo hiciera un poco más rápido. 

Nuevamente, Calandria escuchó pasos que se apresuraban cada vez más a alcanzarla. Otra vez frenó a Brigos y esta vez se quedó más tiempo observando sus alrededores para ver quién la estaba persiguiendo. A su izquierda había un arbusto cuyas hojas estaban moviéndose demasiado: no podía ser que el viento las haga danzar así. Miró fijamente hacia ese arbusto para ver si había alguien allí. De repente, un asesino saltó detrás de ella, la agarró del cuello y la bajó del caballo.

-¡Entrégame tus monedas y tus objetos de valor! ¡Vamos, rápido! -ordenó violentamente el asesino.

-¡Antes deberás enfrentarme, rata asquerosa! -respondió la joven guerrera. Tras esta contestación, la muchacha intentó liberarse, pero el asesino la tenía bien aprehendida, y ahora un puñal estaba rozando su espalda. El más mínimo movimiento podía resultar en una herida fatal, o peor, la muerte.

Segundos después, una voz se oyó gritar a lo lejos.

-¡Suéltala, estúpido! ¡No tienes nada que hacer aquí!

Instantáneamente, una flecha salió disparada de las profundidades del bosque y le dio directamente a la mano del asesino. Ésta comenzó a sangrar, y el rufián aulló de dolor.

-Esta flecha solo puede provenir de un solo arco. ¡El de Gwemdelyn! ¡Debo escapar! -dijo el asesino. Unos momentos después, el bandido ya había huido, y Calandria fue salvada por esa tal Gwemdelyn. La muchacha se quedó mirando en la dirección de donde provino su flecha, y finalmente, una pequeña de mediana estatura se presentó ante ella. Tenía los ojos verdes, la piel pálida y el pelo castaño, tal y como había descrito el Trotamundos. Ésta era la chiquilla de la que hablaba el gnomo.

-¿Tú eres Gwemdelyn? -preguntó Calandria.

-Sí, y de nada por salvar tu trasero de ese tonto -respondió de forma arrogante la pequeña. 

-Vaya, ahora veo por qué el bosque te ha de respetar. ¡Ese carácter no te lo robo! -dijo la joven guerrera. -Me presento, soy Calandria. El Trotamundos me habló de ti y me pidió que sea tu tutora. 

-¡Ja, ja, ja! ¡Ese gnomo te envió para educarme y hacer que me civilice! No lo puedo creer -rió Gwemdelyn. -Yo no necesito de nadie, como verás me las puedo arreglar bastante bien solita. Aprendí por mi cuenta el arte de la caza con el arco y la flecha, sé más de supervivencia que nadie y todos aquí me tienen miedo. Soy ágil como el viento y astuta como los lobos. Puedo cuidarme sola, no necesito de tu ayuda. 

Estas respuestas soberbias que estaba dando la chiquilla comenzaron a irritar un poco a Calandria. Para probar que su punto estaba errado, la joven guerrera realizó un movimiento de combate que dejó a Gwemdelyn totalmente desarmada y en el suelo. La pequeña no veía venir ese ataque, y quedó atónita cuando vio la rapidez con que fue derrotada. 

-Rayos... eso fue... impresionante. Igual reitero, creo que estoy muy bien sola. Gracias igual por ofrecerte a ser mi mentora. -dijo sorprendida Gwemdelyn. 

-Si cambias de parecer, estaré disponible cuando quieras. Si me buscas, estaré en Banderbill. -le dijo la joven guerrera a la chiquilla. De esta manera, Calandria volvió a montarse en Brigos y retomó su viaje.

Mientras la muchacha se alejaba cabalgando, Gwemdelyn la miraba desde lejos, todavía impactada por la gran impresión que le dio esa mujer.

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Finalmente, el gran día de la investidura había llegado. Calandria tenía lista su vestimenta de ceremonia y ya conocía de memoria el juramento que debía repetir ante la emperatriz. Así fue que, en la tarde, la joven guerrera se dirigió al Palacio, donde la guardia real de Cliara Lakhar la estaba esperando. Afuera del Palacio se encontraba una multitud de campesinos y ciudadanos, casi todos familiares y amigos de los otros soldados que serían investidos junto a Calandria. Ella no tendría a nadie más que Rosbeirul para compartir este momento tan importante.

La muchacha se acercó hasta las puertas del Palacio junto con sus futuros compañeros del ejército imperial. Minutos luego, las puertas se abrieron y la emperatriz se presentó ante ellos junto con los miembros de su Corte. Todos los presentes hicieron una pequeña reverencia, y los soldados que serían investidos se arrodillaron. 

-Aspirantes a ingresar a la Sagrada Orden, ¿están dispuestos a sacrificar sus vidas por el Imperio y su pueblo? -preguntó en voz alta Cliara Lakhar.

-¡Sí, emperatriz nuestra! -respondió el cuerpo de soldados al unísono.

-¿Prometen ser valientes, honrados y leales, no solo a nuestra causa sino también con sus compañeros y superiores?

-¡Sí, líder nuestra! -contestaron los soldados.

-Bien, por el poder que Dios y los hombres me han conferido, los nombro oficialmente integrantes de la Sagrada Orden. Procedan a realizar sus juramentos para dar testimonio ante el Imperio y ante mí, su emperatriz.

Cada soldado debía repetir el juramento por su cuenta. Aunque mucho no se entendía por la cantidad de personas jurando, Calandria dijo: "Yo, Calandria, juro por mi honor defender al Imperio y dar mi vida por él, siempre y en todo momento. Y si no lo hago, que Dios y el pueblo me lo exijan".

Una vez terminados los juramentos, la emperatriz finalizó la ceremonia pidiendo un aplauso para los nuevos soldados del ejército imperial. Las familias y amigos de los nuevos miembros de la Sagrada Orden se acercaron a saludarlos y a festejar. En el caso de la joven guerrera, solo Rosbeirul estuvo allí para felicitarla.

-Bienvenida a la legión, amor mío. Será un honor combatir a tu lado -le dijo Rosbeirul al oído, y la abrazó.

Mientras el comandante y Calandria se abrazaban, la muchacha divisó a lo lejos a una pequeña que estaba mirándolos con sus intensos ojos verdes. Tenía en su espalda colgado un arco, y en sus manos algunas flechas. Gwemdelyn finalmente había decidido ir a buscar a su tutora.

El origen de una guerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora