Capítulo 16: El paladín

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Más allá del cansancio que la joven guerrera tenía por haber estado en vela toda la noche, su descanso no fue muy tranquilo. En sus sueños oyó voces, desesperadas que gritaban y pedían ayuda, pedían ser liberadas de las garras de alguien. Una pesadilla tras otra Calandria estaba teniendo, y una vez que se despertó luego de tanto alboroto en su mente, recordó más cosas que había soñado. Un enorme dragón, inocentes campesinos corriendo por sus vidas y destrucción por doquier. 

No fue un descanso fácil para la muchacha. Gotas de sudor corrían por su frente mientras su respiración agitada reflejaba el miedo que su propio inconsciente le había producido. Pensó que estos sueños querían decir algo, pero no sabía qué. Sin embargo, se acordó de la anécdota que su antiguo maestro le contó sobre su padre: Barek había sido secuestrado por un dragón y dos soldados de Mhorkvel en Dungeon Zero.

Fue así que Calandria saltó del lecho y buscó rápidamente el mapa del Trotamundos. Dungeon Zero no se hallaba tan lejos de Nueva Esperanza. “Si me aventuro a aquel lugar quizá encuentre una respuesta a estas calamidades que tengo de sueños mientras duermo” pensó. 

Cuando salió del refugio que Dhamel y su familia le habían proveído, el sol de la tarde azotaba sin piedad a Nueva Esperanza. Un calor abrasador tenía a todos los habitantes debajo de la sombra de un árbol o abanicándose con lo que estuviera a la mano. De todas formas, esto no detuvo a la muchacha. “Es bien sabido que si decido adentrarme por mi cuenta a Dungeon Zero, no saldré con vida. Necesito buscar a alguien que esté dispuesto a aventurarse conmigo” pensó. 

Recorrió en todos los puntos del pueblo, preguntando a todos los que tenía a su alcance. Sin embargo, todos rechazaron su pedido. No arriesgarían su vida por acompañar a una elfa a morir a aquel Dungeon. 

Mientras preguntaba por allí y por allá, un paladín la observaba curiosamente desde lejos. Se quedó mirándola por varios minutos, como si la joven guerrera lo hubiera hipnotizado. Lo que lo sorprendió fue la persistencia que la joven guerrera tenía al preguntar, ser rechazada y seguir preguntando. 

A punto de darse por vencida, Calandria se acercó al agua ya que pensó que no había otra opción que partir sola hasta que un grito de este paladín la detuvo de subirse a su barca.

—¡Espera, yo voy contigo!

Algo confundida, la muchacha se dio vuelta y preguntó:

—¿Quién eres tú? ¿Qué eres? Tienes los rasgos de alguien de mi raza pero… tus orejas…

—No son puntiagudas, lo sé.- rió. –Soy humano.

“¡Un humano! Como mi padre. Nunca he visto a uno tan de cerca, somos muy parecidos pero tan distintos a la vez” se dijo interiormente la muchacha. Luego de un momento, ella le preguntó:

—¿Tienes talento para la batalla?

—Soy un paladín, maestro en el arte de las espadas y la magia sagrada.

Al escuchar las palabras del humano, la joven guerrera reflexionó por un instante y miró atentamente al paladín. No confiaba en las apariencias pero por esta ocasión dejaría pasar su desconfianza, era de suma importancia llegar a Dungeon Zero de una vez. 

—¿Y? ¿Qué dices? -preguntó insistente el humano.

—Puedes venir conmigo. Por cierto, ¿cuál es tu nombre?

—Azgury. Me llamo Azgury. 

Finalmente, Calandria y Azgury tomaron sus barcas y se dirigieron rumbo al Este. Tenían un largo trecho por navegar hasta llegar a uno de los lugares más peligrosos del Plano Real. ¿Quién sabe lo que les aguardaría allí a ambos aventureros?

El origen de una guerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora