Capítulo 30: Futuro incierto

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Luego de ver morir a su tutora, Gwemdelyn la llevó cargándola en sus brazos hasta donde estaba Rheus. Apenas la vio, el paladín corrió hacia la muchacha, y al ver el cuerpo de Calandria, los dos se echaron a llorar desconsoladamente. La joven guerrera no solo se había sacrificado para que Sakara no matara a Rheus en Tiama, sino que también pagó con su vida por los errores de su padre. 

Fue así que los dos decidieron regresar al plano real con el cádaver, y darle un entierro propicio. Rheus, al ver todas las desgracias por las que Calandria atravesó siendo soldada imperial, pensó que lo mejor sería no velar a la joven guerrera con las tradiciones imperiales. En cambio, Gwemdelyn propuso que Calandria sea enterrada en la ciudad que alguna vez consideró irse a vivir una vez que su vida de aventuras terminara: Lindos.

Así fue que el paladín y la jovencita convocaron a las personas que habían tenido alguna relación con Calandria: ellos dos, su madre Anathiel, el carpintero Eranthir y el Trotamundos. Eran pocos y la ceremonia funeraria era pequeña, pero Gwem estaba segura de que su tutora nunca hubiera querido un entierro multitudinario, con miles de flores y coronas.

A medida que el cuerpo de la joven guerrera era sepultado por los funebreros, todos lloraban y miraban partir para siempre a Calandria. Rheus abrazó a Gwem. Ella, con una mano en el hombro del paladín, y con la otra sosteniendo el collar de su tutora contra su pecho, juró que durante el resto de su vida, se dedicaría a vivir de tal manera que Calandria se sintiera orgullosa, por más incierto que fuera su futuro en ese instante.

El origen de una guerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora